Arquidiócesis de Guadalajara, A.R.
N.º 30 • DOMINGO XVII ORDINARIO, Ciclo C
28 de Julio de 2019
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Saber rogar, saber rezar
Cuando te invoqué me escuchaste. uestro mundo está harto de necesidades y siempre buscamos quién nos ayude, quién nos dé la mano, de algún modo, en alguna dificultad; precisamente, esto es rezar, saber rogar poniendo como única moneda de cambio nuestras necesidades (grandes, pequeñas, cotidianas) y suplicar también por quienes más sufren a nuestro alrededor. A la hora de rezar, debemos lograr un diálogo audaz y comprometido con Dios; es empezar a interesarlo por nuestras necesidades y tratar de convencerlo a partir de su bondad y justicia; es tratar de hacer patentes nuestras carencias y sufrimientos a partir de tomar conciencia de que Él es un Dios poderoso que está a la escucha de quien lo busca.
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No se enfade mi Señor si sigo hablando. La mejor oración es la que nace del corazón, acicateada por nuestras necesidades. Dios nunca se molesta porque le pidamos. El libro del Génesis que hoy escuchamos, se podría decir, es un ejemplo de un Dios malo para negociar. El que pide no tiene mucho que ofrecer, y en el texto que leemos parece que va a la baja de las exigencias que Dios tiene. Esta es, sin duda, la fuerza de la oración, enseñarle la verdad de nuestras miserias, pero junto con ello, el esfuerzo al que estamos dispuestos para cambiar.
Dios ama perdonando. El pecado -que abunda por todos lados- es una oportunidad para reconocer que hacemos mal y para pedir perdón. La factura existía en nuestra contra por las maldades que hacemos, Cristo la clavó en la Cruz para olvidarse de ella y darnos la oportunidad de siempre empezar de nuevo. Cuando ustedes recen, digan... Jesús, como buen judío, y siguiendo la tradición religiosa, aprendía a rezar en familia y en la Sinagoga. Hoy sabemos de las dificultades tan grandes que hay en las familias; rezar es casi lo último que se le ocurre a la gente cuando quiere salir adelante. Todo tiempo es bueno para empezar a rezar en la familia, con la familia, por la familia. Jesús, en su predicación, tiene momentos singulares de oración; también un singular acercamiento a su “Abbá”, su Padre. “Si ustedes que son malos dan cosas buenas; imagínense lo que el Padre hará por ustedes”. Esta es la gran razón por la que -salida de sus propios labios- nos invita de esta manera a hablarle a Dios; es la oración más completa, más importante y dicha con el corazón, con todas sus consecuencias, la más eficaz. Él es el Padre, somos sus hijos, y le pedimos en esta súplica tan sencilla y profunda, todo lo que hay que pedir, no falta nada.
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