Arquidiócesis de Guadalajara, A.R.
N.º 23 • PENTECOSTÉS, Ciclo C
9 de Junio de 2019
Fundada el 4 de junio de 1930. Registro postal: IM14-0019, impresos depositados por sus editores o agentes. INDA-04-2007-103013575500-106
«Llenos del Espíritu,
empezaron a hablar«
P
entecostés es una palabra que llena la existencia de los hombres. Fue el primer efecto que causó en los grupos cristianos que estaban silenciados por el miedo, huidizos por las persecuciones que los asediaban y, tal vez inseguros por los recuerdos que tenían de Jesús. Algunos decían, “si era tan bueno, por qué se dejó matar”. La presencia del Espíritu es la mismísima respuesta de la vida de Dios. En la Biblia, Espíritu quiere decir fuerza, novedad, movimiento. El Espíritu animó, de principio a fin, la misión de Jesús, y no podría faltar también a la raíz de la misión de la Iglesia. Por ello constituye para ésta una experiencia totalmente nueva. Babel es confusión Los hombres y mujeres de toda la Historia han buscado la grandeza; y no es ninguna mala pretensión. Las dificultades empiezan cuando se quieren dejar principios y valores para asomarse a otras novedades que no siempre traen cosas buenas. Los que no querían a Dios dijeron: “Vamos a construir una ciudad y una torre que alcance al cielo, para hacernos famosos, y para no dispersarnos por la superficie de la tierra”. Se rebelaron contra Dios. Fue la historia de su desgracia. El Señor bajó al monte Sinaí con su pueblo Dios regresa a corregir las cosas. “Ahora, pues, si de veras escuchan mi voz y guar-
dan mi alianza, serán mi propiedad personal entre todos los pueblos, porque mía es toda la tierra; serán para mí un reino de sacerdotes y una nación santa”. Nunca abandona del todo a su pueblo quiere acompañarlo en sus vicisitudes. Pentecostés es la fiesta del regreso de Dios a nuestros corazones. “Si me aman, guardarán mis mandamientos. Yo le pediré al Padre que les dé otro defensor que esté siempre con ustedes”. Es frecuente que grandes mayorías conozcamos qué significa tener el Espíritu de Dios, que es el don que se ofrece a la Iglesia en esta Fiesta de Pentecostés. De manera sencilla podrías decir: el Espíritu es la mismísima vida de Dios. Es la vitalidad, dinamismo, fuerza, novedad. En aquel entonces, el Espíritu animó la misión de Jesús y por lo tanto está y estará también a la raíz de la misión de la Iglesia. Está en medio de un mundo difícil por el desconcierto en los valores, por la violencia que sufrimos; por tanta maldad. Pero, Él es capaz de darle otro sentido a la historia si lo aceptamos y confiamos en su fuerza transformadora. El momento de Pentecostés es el más grande suceso de la experiencia cristiana y eclesial, una experiencia diferente de vida; en él ahora se renuevan todas las cosas, pero requiere ciertamente de nuestra colaboración.
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