Hojita 7

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N.º 7 • VI D O M I N GO O RDINARIO / C ICLO A

• 12 de Febrero de 2017 •

Un CAMINO que pide más

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esús, en el Evangelio de hoy, afronta una cuestión polémica para sus oyentes: ¿Las enseñanzas de Jesús rompen con la Ley de la religión judía? Y la respuesta de Jesús es muy clara: “No creáis que he venido a abolir la Ley o los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud”. O sea, que Jesús no va contra la Ley judía, sino que quiere completarla. La religión judía tenía, y tiene, unos valores muy positivos; pero no basta. Jesús nos pide más, el seguimiento de Jesús en orden al Reino de Dios pide ser más exigente: Si no sois mejores que los letrados y fariseos, no entraréis en el Reino de los cielos. Esa actitud de dar un paso adelante, de ir más allá del estricto cumplimiento de la Ley, se ejemplifica con la serie de contraposiciones que hemos escuchado: Habéis oído... Pero yo os digo... Y el resumen podría ser éste: no basta con cumplir de forma estricta los mínimos exigidos por la Ley; hay que dar un paso más, que es la conversión del corazón a Dios. No basta con no matar; el seguidor de Jesús está llamado a ni siquiera enojarse con el hermano, a no insultar, a no pronunciar palabra alguna de desprecio. El valor de la persona, considerada aquí como hermano, es tan grande que, incluso, se antepone al culto. Si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el

altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano. Y es que la mejor ofrenda que podemos presentar a Dios es amar, perdonar y reconciliarnos con los hermanos. Estas comparaciones, dirigidas a los

judíos respecto de su Ley, son también aplicables a nuestra realidad actual, con los valores del mundo de hoy. A los ciudadanos de nuestra sociedad, desde las más diversas instancias, se nos están proponiendo unos valores éticos

que procuren asegurar el respeto, la tolerancia y la convivencia entre las personas. Sería una especie de “ética mínima” basada en unos valores humanos que todas las personas de buena voluntad puedan compartir para mantener la paz social. Ante tal propuesta, ciertamente, los cristianos no debemos oponernos, al contrario, hemos de hacer nuestra aportación en esta línea. Pero también es cierto que, siguiendo el pensamiento de Jesús en el Evangelio de hoy, los cristianos no tenemos bastante con esos valores humanos mínimos. Jesús no sólo nos pide que respetemos y toleremos a los demás para poder convivir, sino que nos exige que amemos a los demás como hermanos, que nos comprometamos desinteresadamente, incluso que renunciemos a lo nuestro por el bien ajeno. Y lo mismo que decimos del comportamiento del cristiano en la sociedad, podríamos decirlo de la vida de fe en la Iglesia. No basta con limitarse a cumplir los preceptos mínimos, como si éstos fuesen un certificado que nos garantizase la salvación. El discípulo de Jesús está llamado a emprender un camino para vivir cada día, con esfuerzo y constancia, el Reino de Dios. Y eso no se hace cumpliendo unas normas, sino con una actitud del corazón constantemente abierta a Jesús y a su Evangelio. Este modo de entender la fe no es fácil, pide tener una fe más madura, pero es más auténtico.

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