Hoja Parroquial - 29 de Enero de 2017 - Num. 5

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N.º 5 • IV D OMINGO O RDINARIO / C ICLO A

• 29 de Enero de 2017 •

Dichosos los Pobres

E

n el Evangelio de hoy, escuchamos y leemos cómo Jesús dirige las Bienaventuranzas a sus discípulos, es decir, a aquellos que están dispuestos no sólo a oírle sino también a seguirle. Desde hoy, y todos los domingos hasta la Cuaresma, leeremos el sermón de la montaña, uno de los cinco grandes discursos que San Mateo nos transmite de Jesús. Entre los orientales es tan grande el aprecio a esta página, que la proclaman cada día en el Oficio Divino (como nosotros hacemos, por ejemplo, con el Magnificat). Hoy coincide que toda la celebración se centra precisamente en este mensaje. No sólo la primera lectura y el salmo le hacen eco, como siempre sucede, sino que también coincide que esa es la idea central de Pablo. Elogio de la humildad. Las lecturas de hoy, parece que nos quieren convencer de que la mentalidad de Dios no es como la

nuestra, que su escala de valores no coincide ni de lejos con la de este mundo. Ya el profeta Sofonías invita al pueblo de Israel a la moderación, la pobreza, la humildad, la honradez, la búsqueda de la paz y la verdad. Dios no aprecia a los ricos, a los que confían en sus propias fuerzas. El "resto de Israel" lo formarán los humildes, los que ponen su confianza en Dios. El salmo nos ha hecho repetir, cantando: en la presencia de Dios no van a ser felices los embusteros y los que se salen con la suya, sino los humildes. Dios ayuda a los que sufren, a los que están en búsqueda, mientras que "trastorna el camino de los malvados". También Pablo insiste en esta actitud: no hay que gloriarse de los propios méritos y fuerzas. Dios parece querer darnos una lección en favor de la humildad, porque elige a personas que según los criterios de este mundo serían ineficaces, pero con su ayuda logran

cosas notables. Mientras que los orgullosos quedan estériles y avergonzados a la larga. Palabra extraña, profética, para este mundo de hoy. Hay que reconocer que la página evangélica de hoy, como las lecturas anteriores, suponen un vuelco respecto a lo que respiramos en la sociedad en la en que vivimos. Hace dos mil años que suenan estas bienaventuranzas de Jesús, y no nos lo acabamos de creer, o de tomar en serio: no les vemos su fuerza profética, en medio de un mundo que alaba y ensalza a los ricos, a los que tienen éxito, a los que se salen con la suya, a los que se han demostrado eficaces y han llegado a ser poderosos mientras se va ensanchando el abismo de la marginación de los pobres. Ser cristiano es hacer propia la jerarquía de valores de Jesús, sus opciones, su actitud ante la vida, ante el hombre y ante la realidad total.

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