N.º 43 • XXX D omingo O rdinario , C iclo B
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• 28 de Octubre de 2018 •
Dios, consuelo para su pueblo
eremías es el profeta de las desventuras, pero sin duda alguna, al señalarlas, también quiere ofrecer el consuelo de Dios. Hubo toda clase de sufrimientos para las personas de aquel entonces, y por supuesto, como hoy, sigue siendo realidad el sufrimiento de los seres humanos en el presente; en cada uno de nuestros entornos sociales, políticos y religiosos. En tiempos bíblicos, la gente “se hartó de sufrir”. Al presente, las cosas no han cambiado mucho, los sufrimientos llegan por todos lados, sin distinción de personas. La promesa de Dios, al presente, sigue siendo la que se oyó hace muchos siglos en la voz de Jeremías. Una gran multitud retorna. “Se marcharon llorando, los guiaré entre consuelos”. En nuestros días, un buen número de personas pierden la fe; dicen que rezan y rezan, sin embargo las cosas no mejoran. La invitación es confiar y tener fe en que Dios siempre ayuda. El Señor ha sido grande con nosotros, y estamos alegres Es la Palabra del Salmo 125, que quiere seguir siendo una invitación para mirar al cielo, para invocar a Dios, para hablarle de nuestros sufrimientos, carencias sociales, religiosas, económicas y políticas. Debemos creer
estar siempre cercano a nuestras desventuras para animarnos a encontrar la esperanza: “Él puede comprender a los ignorantes y extraviados, ya que Él mismo está envuelto en debilidades”. Esa fue la tarea de los sacerdotes del Antiguo Testamento; esto mismo es hoy el quehacer del cristiano, orar, suplicar, porque sabemos que Dios siempre atiende.
que todos los tiempos son una oportunidad para confiar en Él; como dice el dicho popular: “a Dios rogando y con el mazo dando”. Dios siempre espera nuestra aportación, nuestro compromiso para transformar el mundo en el que vivimos, que no siempre es el mejor. La esperanza no debe contagiarse de la desgracia, sino sobrepasarla. Dios atiende siempre Cuando parece que Dios calla, es cuando deben brotar a raudales nuestras súplicas, nuestras oraciones comprometidas en las situaciones dolorosas que nos rodean. Dice la Carta a los Hebreos, que Dios quiere
Los gritos de auxilio de nuestro tiempo Cuando Jesús recorría los pueblos y caseríos para predicar; nos cuentan los evangelios, que siempre estuvo atento a las suplicas del pobre, del enfermo, del desvalido. El pobre siempre súplica, la gente se incomoda porque piden, gritan, lloran. En nuestro tiempo sigue siendo realidad la súplica adolorida de muchos: “Jesús, ten compasión de mí”. Ante la angustia y el sufrimiento, muchos guardan silencio, algunos animan a salir adelante. Dios siempre responde “Por la opresión del pobre, yo me levantaré”. “¿Qué quieres que haga por ti?”. El ciego le contestó: “Maestro, que pueda ver”. Nuestra vida religiosa siempre tiene como meta animar nuestra confianza en Dios, Él se acerca a nosotros para mejorar nuestras vidas.
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