N.º 4 • D o m i n g o III O r d i n a r i o / C i c l o C
• 24 de Enero de 2016 •
«Me ha enviado a sanar los corazones»
E
l año recién estrenado, nos viene a traer renovación y nuevos bríos en muchos aspectos; es tiempo de reiniciar actitudes buenas que, a lo largo del año, se descuidan; es menester tener un espacio personal y familiar para redescubrir nuestra fe, volver a comenzar renovando el camino de la Ley de Dios. Es un tiempo oportuno para redescubrir los mandamientos y valorar algunas actitudes cristianas empolvadas. Se dice de enero que es cuesta pesada en lo económico, en el regreso a las escuelas; y sin duda también en las prácticas religiosas. Siempre hay dificultades, pero nuestra convicción es la de Jesús: «El Espíritu del Señor está sobre mí». Dios es la fuerza suficiente para todos. La conseja popular dice “quieres la medicina y el trapito”. Las quejas sobran, es tiempo de re-encontrar los caminos de Dios: «No estén tristes, pues el gozo en el Señor es fortaleza» en todo momento. La Ley del Señor es descanso del alma La gente de los tiempos de Nehemías respondió comprometiéndose a cumplir la Ley de Dios y guardarla, llorando sus infidelidades, dejándose conducir por los profetas. Dice: «celebraron una fiesta nacional», la fiesta de la promulgación de la Ley de Dios que los acompañará a lo largo de toda su vida, no como una carga sino como una propuesta de amor.
Cada uno es un miembro del Cuerpo de Cristo Esta manera de pensar puede ayudar a valorar la identidad del creyente. Redescubrir las convicciones cristinas y ¡vivirlas! No somos ajenos al misterio de Dios, somos parte nuclear, fundamental; las maneras de ser, de pensar y de actuar son ciertamente diversificadas; pero la convicción empuja a vivir para bien de todos, integrarnos a ese Cuerpo Místico de Cristo que es la Iglesia. Jesús volvió a Galilea con la fuerza del Espíritu Este domingo, la lectura del Evangelio es piedra fundamental: fue a Nazareth, en la sinagoga leyó al profeta Isaías y desde ahí inspira toda su misión. Parece obvio y necesario que Jesús viera su vida como el cumplimiento, como la prolongación de aquel anuncio profético de la «Buena Noticia para los pobres». Todo en razón de la fuerza del Espíritu que lo ha ungido para llevar buenas noticias. «Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos la vista». La misión cristiana, hoy, continúa la misión de Jesús, tiene que ser eso mismo, es decir: ser cristiano; en efecto, será «vivir y luchar por la causa de Jesús», sentirse llamado a proclamar la Buena Noticia de la liberación del mal. La tarea de reconstruir en muchos sentidos las familias, la sociedad...
1