Hoja Parroquial - 27 de Septiembre de 2015 - Num. 39

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N.º 39 • DOMINGO XXVI ORDINARIO, CICLO B • 27 de Septiembre de 2015 •

CUIDADO con escandalizar a los "Pequeños"

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esús, en el Evangelio de hoy, nos explica que «es inevitable que sucedan escándalos; pero ¡ay del que los provoca!». Contempla la situación del mundo de un modo realista; pero advierte a los seductores que el Padre está decidido a proteger a los que creen en él. La fe de la gente sencilla, de “los pequeños”, es un bien que ningún hombre puede robar impunemente. La imagen de un hombre que se ahoga en el mar con una piedra de molino encajada en el cuello, resultaba de un particular dramatismo para los hebreos, dada su mentalidad de considerar la muerte por ahogamiento como la más abominable y el mar como morada de lo diabólico. El amor al prójimo exige desearle el bien. Por el escándalo se le empuja al mal moral, que es el pecado; por lo que es preferible ser sepultado en el mar. El bien moral del prójimo vale más que la vida física propia. No se trata de sentencias condenatorias inapelables, pero son palabras que pintan a la perfección la terrible realidad

de un hecho. Será siempre de una extrema gravedad poner en peligro y destruir la fe en el corazón de los hombres sencillos. ¿Quiénes son los pequeños? Es el discípulo continuamente perturbado en su fe, no sólo por la sociedad, sino también por su misma comunidad, incluso por aquellos que pretenden ser sus maestros. Son todos

aquellos a los que los rabinos trataban con desprecio por ser “inmaduros”; los simples fieles, incapaces de soportar los manejos de los “maduros”. ¿Quién puede decir que tiene una fe adulta? ¿No serán “pequeños” todos los hombres de buena voluntad, los destinatarios de las bienaventuranzas? Toda comunidad debe crear un ambiente que facilite el crecimiento en la fe de los “pequeños”. Jesús considera –en el Evangelio– otro tipo de escándalo: el que nace dentro de nosotros mismos. Cada hombre es escándalo para sí mismo, lleno como está de vacilaciones, compromisos y excusas demasiado fáciles. Y alude a la mano, al pie y al ojo como ocasiones de escándalo. Nos indica que la posibilidad de caída del hombre en lo malo no está provocada únicamente por los otros, sino también por la propia naturaleza corpórea. La mano y el pie son los instrumentos de la actividad y del movimiento; el peligro nace, pues, de la mala actividad o de un camino errado; el ojo, en la comparación, representa el mal deseo.

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