Hoja Parroquial - 20 de Septiembre de 2015 - Num. 38

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N.º 38 • DOMINGO XXV ORDINARIO, CICLO B • 20 de Septiembre de 2015 •

APRENDER a servir no es negocio

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as envidias causan rivalidades, desórdenes, y son madre de otros males. Cierto: en nuestro mundo, el lugar donde vivimos, todos anhelan una posición cómoda; se disputan los primeros lugares a mansalva, a sabiendas de no merecerlos. No importa desplazar a los demás, con tal de quedar bien acomodados en una posición social. El ingrediente más odioso entre iguales son las envidias y rivalidades. Sucede en todos los grupos humanos, “hasta en las mejores familias”. Se dice también: “camarón que se duerme se lo lleva la corriente”, como para saber cachar las oportunidades, sin importar a quién dañemos o desplacemos con mayores méritos que los propios. Jesús no quiere fanáticos, sino buenos discípulos La persona mejor, según el libro de la Sabiduría, es la que vive en justicia y muestra que, con sus obras, es posible llevar a buen término la voluntad de Dios en este mundo. Pero, por el contrario, en el mundo estamos en una continua competencia. Hay que sobresalir, no importa si es a costillas de los demás. La frase de Jesús es contundente: «Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos». Invita a otro estilo de vida, para construir mejores familias, una sociedad diferente. Es ésta otra dimensión diferente de la vida del cristiano, no voracidad de lobos rapaces, contra todo mundo; envidiosos hasta con los de casa. La ambición desmedida es causa de conflictos Nos recuerda el Apóstol Santiago, en la Segunda Lectura, que para la vida cristiana hay que procurar la convivencia como entre hermanos: «Los que procuran la

paz están sembrando la paz, y su fruto es la justicia». Mirarnos los creyentes en forma misericordiosa. El colmo, en esta ocasión, es que la envidia se da en un grupo liderado por Jesús, en donde se presume que eligió a los mejores, pero según la misma Biblia, dice que «eligió a los que Él quiso». Él mismo estuvo reclutando uno a uno a sus discípulos; otros, con mejores cartas, fueron a querer ser elegidos, pero no alcanzaron las condiciones que Jesús les puso. En la mayoría de los creyentes, se suele pensar que si esas rivalidades se dieron en ese grupo selecto, “qué será entre todos nosotros”. Jesús les da a sus discípulos una lección inolvidable y que sigue siendo eficaz para toda la Iglesia: coloca a un niño pequeño en medio de ellos y afirma una manera de ser para una Iglesia diferente; el futuro de la comunidad está en colocar en el centro no las propias ambiciones, sino las personas más sinceras y simples. Quiere cambiar nuestro sistema social de valores.

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