N.º 35 • XXII D omingo O rdinario , C iclo B
• 2 de Septiembre de 2018 •
Nacimos para Ser Libres
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egún leemos hoy en el Evangelio, el Señor era muy duro contra aquellos que cargaban las espaldas de los demás con preceptos inútiles y no acentuaban aquéllo que es realmente importante. Les decía que la persona es más importante que toda Ley o reglamento. La Ley nunca debe esclavizar. Hemos nacido para ser libres. Las leyes deben ayudar a mejorar la convivencia y estar al servicio de la humanidad. Una ley injusta debe ser cambiada. Jesús defendía, como sucede en el Evangelio de hoy, a sus discípulos ante el absurdo de algunas normas, les hablaba de lo que es realmente importante. Los alimentos prohibidos y los ritos de lavarse las manos no tienen sentido como mandamiento religioso. Eso no hace ningún daño al alma. Lo que daña es aquello que hay dentro del corazón. ¿Por qué? Porque de dentro, dice Jesús tal como acabamos de escuchar en el Evangelio, "del corazón del hom bre, salen los malos propósitos, las fornicaciones, los robos, los homicidios, los adulterios, las codicias, las injusticias, los fraudes, el desenfreno, la envidia, la difamación, el orgullo, la frivolidad. Todas esas maldades salen de dentro y hacen al hombre impuro". Nuestro mundo se vuelve cada vez más insensible Las normas, las leyes, los reglamentos y la burocracia son cada vez más complicadas y exigentes. Esto afecta sobre todo a los más pequeños, a los más sencillos, a los que no tienen recursos y no saben de trámites. Les obligan a ir de un lado a otro, perdidos ante tanta complicación, con el peligro de ser engañados y explotados por algunos espabilados, quienes se aprovecharán de ellos.
Nuestro mundo es especialmente difícil para muchas personas. Es indudablemente mejor, equivocarse por el hecho de exigir menos cargas legales, que por exigir más de ellas. Iniciando en nuestra propia Iglesia, es necesario ayudar a las personas a huir de un legalismo exagerado. Hágase lo más conveniente, pero por encima de todo está la buena voluntad. Todos deberían ser tratados con dignidad, bien acogidos y amados. Es mejor excederse en la bondad que en el legalismo. Huyamos de una religión legalista, restrictiva, burocrática. Jesús nos quiere libres de todo eso. Es necesario estar vigilantes porque nuestro mundo marcha por caminos muy distintos a los del Evangelio; en este aspecto también, como en tantos otros. El hombre y la mujer son siempre más importantes que la Ley.
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