N.º 34 • DOMINGO XXI ORDINARIO, CICLO B
• 23 de Agosto de 2015 •
"ESTE MODO de hablar es inaceptable" «¿También ustedes se quieren ir?» Se repite la escena que hoy presenta el Evangelio. La gente de aquel tiempo, ante la predicación de Jesús, se sintió invadida, ofendida; afirmó que la prédica de Jesús era ya caduca. Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con Él. La religión ha venido a ser, para ciertos grupos, como una pastilla reconfortante para los días que se tenga gana y cuando uno decida. Ante la deserción de algunos, Jesús insiste. Hoy, como entonces, deja en libertad... sigue preguntando: «¿También ustedes se quieren ir?». En el Evangelio no hay rebajas; pero siempre hay perdón. «Escojan a quién servir» Cierto, la religión nunca debe ser una imposición; Dios siempre abre las puertas para que decidamos estar o no estar con Él; invita a una decisión consciente. «Si no les parece bien servir al Señor, escojan hoy a quién queréis servir». En las culturas diversas de nuestro tiempo, en las diversas sociedades que incluso se pregonan de cristianas, son muchos los que han elegido, en asuntos importantes, lo que a cada quien le parece mejor.
H
ombres y mujeres de épocas recientes, duran demasiado para definir en decisiones fundamentales. La gente se aferra con frecuencia a opiniones controvertidas, incluso ilusionistas, y/o totalmente equivocadas. En diferentes sectores de la sociedad, se juzga a la religión como una intromisión en la vida personal, porque delimita algunas formas de comportamiento; por una mal entendida autonomía, se afirma que “eso” de la religión, son temas superados y molestos, e incluso se dice que la religión, “la Iglesia,” no tiene que meterse en las formas de pensar, de vivir, de gobernar, de las reglas del mercado; de la sexualidad, del matrimonio, de los vicios de cualquier categoría... Se piensa que las posturas de las religiones, hoy, son caducas; que no hay razón para aceptarlas.
La libertad lleva a la religión Somos sociedades nuevas con formas nuevas de vivir, de relacionarnos, y no queremos que nadie imponga nada. La libertad de conciencia es indiscutible; pero cosa muy distinta es no tener conciencia de creencias y obligaciones, y querer ser libres para el disfrute irrestricto sin compromisos morales, ni siquiera delimitaciones familiares. Hoy se vive en una sociedad permisiva. Todo está permitido y cada quien decide cómo. «¿También ustedes quieren irse?», preguntó Jesús a sus amigos cercanos; hoy sigue haciendo lo mismo, da completa libertad. En religión, nadie debe estar a fuerzas. Es cuestión de confianza: «Simón Pedro le contestó: Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que Tú eres el Santo consagrado por Dios».
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