N.º 32 • Domingo XIX Ordinario, Ciclo B
• 9 de Agosto de 2015 •
"El CAMINO es superior a mis fuerzas"
L
os problemas del mundo abundan de muchas maneras; desde lo familiar, que es donde más duele, hay necesidades fuertes en el trabajo, en la escuela, en las relaciones humanas con la gente que más queremos. Más de alguna ocasión nos parecen insuperables las situaciones familiares; de dimensiones muy superiores a nuestras fuerzas. Y ante tanta dificultad, nos parece que las dificultades tanto nos abruman que desde antes nos sentimos derrotados. En ciertos momentos, todos hemos sentido la sensación de que no tenemos respuestas adecuadas y prontas para ciertos momentos de nuestra vida. «Levántate y come» Algunos hombres y mujeres del tiempo actual, se sienten derrotados, incluso antes de empezar a buscar alguna solución. La Primera Lectura nos presenta la figura de Elías, desanimado del resultado de su trabajo; inclusive rehúsa la tarea que Dios le ha dado. Huye porque “no es mejor que sus padres” en el trabajar por el Reino de Dios, y prefiere -dice- mejor morirse. Pero al final, la experiencia del profeta y de muchos hombres y mujeres de nuestro tiempo, es
que cuando se reconoce la debilidad propia, es entonces cuando la fuerza de Dios interviene. Es el momento de aprender a confiar en Él. Dios se convierte en nuestra fuerza para seguir adelante. «Yo soy el Pan de Vida» En el Evangelio de San Juan que hoy leemos, comienza con el escándalo que se produce en los judíos porque Jesús dice: «Yo soy el Pan de vida»; y señala cosas más fuertes, dice que ha «bajado del Cielo». Según ellos, eso no es verdad; Jesús
se ha sobrepasado, pues conocen a Jesús desde su infancia y saben quiénes son sus padres. Para ellos, su vecino Jesús es sólo otro vecino más del barrio, nada tiene que ver con las promesas del Padre y con su proyecto de justicia que dice ahora tener. Y, sin embargo, esta es la parte más importante de nuestra fe en Él, saber que comiendo su Cuerpo a través de la Eucaristía, siempre podremos salir adelante en las dificultades de nuestra vida. Hay caminos para seguir a Dios Cierto que, con frecuencia, el mundo es muy difícil para ser buenos y nos sorprenden las tentaciones, y vivimos como se pueda. La tarea es buscar nuestros modos para ser verdaderos hijos de Dios. Dice el Apóstol Pablo: «Destierren de entre ustedes la amargura, la ira, los enfados e insultos y toda la maldad. Sean buenos, comprensivos, perdónense unos a otros». El mejor remedio es permitir que Dios sea nuestro alimento: «Yo soy el Pan de vida, el Pan que baja del Cielo, para que el hombre coma de él y no muera».
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