N.º 31 • DOMINGO XVIII ORDINARIO / CICLO C
• 31 de Julio de 2016 •
Lo que has acumulado,
¿DE QUIÉN SERÁ?
H
oy, el Evangelista San Lucas, subraya el peligro que entraña para la vida de fe, y para la comunidad cristiana, el apego a las riquezas y el afán de
lucro. ¿Por qué esta insistencia? Seguramente porque en aquella época (recuérdese el caso de Ananías, de Simón Mago, etc.) -al igual que ahora-, el desmedido afán de poseer bienes y riquezas, resquebrajó profundamente la unidad de la comunidad, el amor fraterno, y la vivencia de la espiritualidad evangélica, cuyo primer objetivo es la búsqueda del Reino de Dios y de su justicia. El Evangelio, más que en un contexto social, se mueve en un contexto antropológico y religioso, como señala al final de la Parábola: de poco vale hacer grandes proyectos, exclusivamente volcados en la acumulación de bienes, si, cuando llegue la hora decisiva, el hombre se encuentra vacío interiormente, y vacío ante Dios. Escuchamos la voz profética del Maestro: tenemos que hacer lugar a Dios en nuestra vida. Lo que contará al final son las buenas obras que hayamos hecho, no el dinero que hemos logrado almacenar. Sería una lástima si se pudiera decir que nuestra única riqueza es el dinero. ¿De qué nos valdrá eso, al final de nuestro camino, cuando nos presentemos ante Dios?, ¿no sería llegar con las manos vacías al momento culminante de nuestra vida? Mereceríamos que Jesús nos dijera también a nosotros esa palabra
tan fuerte, «¡necios!», si desterramos a Dios de nuestra vida, si no nos preocupamos de los demás, si nos llenamos de nosotros mismos y ponemos la seguridad en las cosas de este mundo, si nos dejamos llevar por la codicia y el afán inmoderado de dinero, de éxito, de placer, de poder... seríamos estúpidos, como el granjero del Evangelio, porque almacenamos cosas caducas, que nos pueden ser quitadas hoy mismo, e irán a parar a otros, mientras que nos hemos quedado pobres delante de Dios.
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