N.º 30 • DOMINGO XVII ORDINARIO, CICLO B
• 26 de Julio de 2015 •
Llamados a una misma ESPERANZA
D
ios invita a toda la humanidad, a cada uno de los que creemos en Él, a comprometernos a quitar el hambre del mundo; por supuesto, quiere que tomemos cada cual nuestra parte. El hambre que padece el mundo es el signo más doloroso de que nos hace falta Dios. Él ha querido ser el Pan que se comparte; particularmente quiere invitarnos a tener la experiencia de un Pan diferente: su propio Cuerpo. En nuestros días, el Gran Sacramento, la Eucaristía, es la mejor forma para estar cerca de Dios, esencia del cristianismo que por cualquier motivo olvidamos; y preferimos vivir una vida al margen de las cosas buenas que Dios ofrece. Una exhortación permanente «…sean humildes, amables, comprensivos, sopórtense unos a otros… mantengan entre ustedes los lazos de la paz… unidos en el mismo Espíritu, un solo cuerpo y un mismo espíritu…». Toda esta exhortación de la Segunda Lectura se muestra
para hoy como una necesidad imprescindible, no se puede diferir para el día de mañana. El mundo tiene hambre de Dios, pero nosotros le damos otros alimentos que suplantan las necesidades más profundas del ser humano. Una tarea pendiente, saber de la vocación que hemos recibido. La tarea, multiplicar el pan El hambre en el mundo es un escándalo mayor que pone en entredicho el progreso de la humanidad; y no es porque no haya suficiente alimento, sino porque no queremos compartirlo. El Libro de los Reyes, leído en la Segunda Lectura, muestra un detalle, de que precisamente el pan se multiplica al compartirlo; nosotros pensamos que no alcanza, pero al compartir, Dios también hace su parte, nos lo multiplica. «¿Dónde encontraremos pan para tanta gente?» El Evangelio cuenta el milagro de la
multiplicación de los panes, donde el mismo Dios pide colaboración. Dios nos pone a prueba en nuestro tiempo para que volteemos a verlo, para que tengamos necesidad de su presencia, del Pan que Él nos ofrece. El remedio sigue al presente, siendo el mismo: Jesús hace la multiplicación de los panes… “Yo pongo, Señor, lo que tengo; Tú pones, Señor, lo demás”. Invita a poner lo que nosotros somos capaces; algunos muy poco, otros casi nada, pero otros… muchos otros –la mitad de la humanidad– sí podemos ejercitar el amor, la justicia, la caridad. Este mundo es complicado, faltan oportunidades para subsistir con decoro, en una enorme cantidad de la población mundial. ¿Lo seguimos por el pan de la comida o porque Él es el Pan? La necesidad, el hambre, decían los antiguos, “tiene cara de hereje”. Todos buscamos quien nos resuelva problemas, pero Dios invita a resolverlos juntos; Él es el Pan que da la Vida eterna.
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