N.º 28 • D omingo XIV O rdinario / C iclo A
• 9 de Julio de 2017 •
JESÚS, en las esperanzas del pueblo
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esde siempre, la vida religiosa muestra en las esperanzas del pueblo dos extremos. Uno, el del Siervo Humilde que da la vida por los demás. Y el otro, de algunos que quisieran ver en Jesús un dominador, un jeque oriental que viene a arrasar con todos sus opositores. En el presente algunos miramos la religión y la vida de las comunidades entre estas dos alternativas; como si existiera la posibilidad de escoger la parte que más nos gusta. Este domingo, las lecturas invitan a reflexionar sobre la autenticidad de la misión de Jesús. Él no es un dictador que se aprovecha del pueblo; es el Señor humilde, rey de Misericordia que viene a salvar. Su única divisa es el perdón, el amor. Un Rey amoroso, modesto La profecía de Zacarías puede ser una desilusión para aquellos que quieren ver en Jesús, un Rey que arrasa y condena a los que no están con Él. Por supuesto nada más contrario a los Evangelios, Jesús es el Señor que busca a los pobres, a los sencillos. Son las condiciones para formar la comunidad. El pueblo, hasta el presente, quiere y añora una persona capaz de encaminar al pueblo, a las naciones por los rumbos de la justicia, la paz y la solidaridad. El profeta Zacarías asume esta propuesta y la comunica, la lanza
al pueblo de Dios. No es una tarea fácil; en el lenguaje de los entendidos se habla de la “gran utopía”. Así son las cosas de Dios Jesús da gracias al Padre, lo glorifica porque ha puesto todas las cosas en sus manos. Y no para destruir o hundir a la gente en sus pecados y miserias; es sobre todo, para acoger, perdonar, animar. Jesús quiere ser el centro y la solución de todo mundo, pero en particular de aquellos a los que agobia algún sufrimiento. Hay diferencias entre las ataduras del mal y las del yugo de Jesús, que es suave y lleno de misericordia. Sólo en Jesús podemos encontrar alivio a todos nuestros males. Vivir según el Espíritu El mundo tiene criterios muy convencionales acerca de lo que es bueno y lo que es malo. El creyente busca ir adecuando su vida a los criterios de Jesús; que por supuesto no son los más publicitados en la sociedad y las culturas del presente. Es aquí donde es menester darnos cuenta que para vivir, negociar, divertirnos, formar una familia... hay criterios que, a “las mayorías” no les gustan, pero que para los creyentes importan y mucho tenerlos en cuenta. Jesús ofrece su Espíritu para que habite en nosotros; por desgracia la sociedad actual tiene otros criterios. La tarea es entrar en un camino de conversión.
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