Hoja Parroquial - 14 de Junio de 2015 - Num. 24

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N.º 24 • Domingo XI Ordinario, Ciclo B

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• 14 de Junio de 2015 •

Los pequeños, el AMOR de Jesús

esús tiene una manera de hacer las cosas, que siempre nos asombra, como fue su propio estilo para vivir, para escoger familia, para trabajar con sus manos. De esta forma enseñaba y construía los mejores moldes para aprender a amar a Dios y a los demás. Las parábolas de Jesús son instrumentos muy sencillos para entender los misterios de su Reino. Cada creyente puede ser un fiel seguidor de forma fácil. Jesús quiere contar historias que le vienen de ver a la gente; de ahí le salen sus predicaciones más importantes. Así, Jesús habla al corazón de la gente. Los Evangelios muestran la vida sencilla de las familias y le dan el color de Dios. Esta es la forma más fácil para entender a Dios. Él ha querido estar en las formas más humildes de vivir. Las parábolas son el corazón de Evangelio y muestran las mejores enseñanzas.

Semillas pequeñas en el habla de Jesús Hay que sembrar la tierra para que la semilla germine y dé fruto. Aquí está la dinámica que tiene el Reino de Dios. La parábola subraya la fuerza interna de la semilla, que crece sin que el campesino se percate. Así es el amor de Dios en nuestros corazones. Otros, ponen su valía en las monedas y lo que pueden lograr. Los grandes de la tierra desprecian las virtudes nobles y sinceras de las personas. Los “protagonistas” de las parábolas de este domingo son la Semilla que nace y un pequeño grano de mostaza. Cosas muy simples, casi insignificantes; así empieza su Reino pero después crece y se convierte en algo

fundamental para que funcione el mundo. La fuerza de Dios es de apariencia débil, llama al corazón y nunca violenta las decisiones personales. La meditación de la Biblia debe lograr este espacio en la vida de cada persona. Extraño modo de actuar

En el mundo, ciertos tipos de gobierno, de educación, a lo largo de siglos, han consolidado unos moldes para existir; se ponen como criterios para vivir no las necesidades de la gente, sino los intereses materiales; por eso puede parecer impropio el actuar de Dios. Oímos al profeta Ezequiel, al principio... «y todos los árboles silvestres sabrán que yo soy el Señor, que humilla los árboles altos y ensalza los árboles humildes, que seca los árboles lozanos y hace florecer los árboles secos». El reino de Dios es como una pequeña semilla. De comienzos humildes, pero después se hace árbol y las aves del cielo vienen a cobijarse en sus ramas. En su Reino de cosas pequeñas, cabemos todos.

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