N.º 23 • X D o m i n g o O r d i n a r i o , C i c l o B
• 10 de Junio de 2018 •
Con firmeza profética ante sus adversarios
N
o es difícil hacer la lista del mal en el mundo. Y la lista sería larga, dolorosa: nuestra envidia y nuestro egoísmo, la imposición de nuestra voluntad a los demás, el hacer lo que nos viene en gana sin pensar si con ello perjudicamos a otros, nuestra capacidad para criticar e incluso calumniar sin pensarlo dos veces... Y luego, junto a esa lista, otra dramática y horrorosa, hecha de armas, hambre, más ricos y cada vez más pobres... Todo eso es nuestra realidad, nuestra dramática realidad. Nuestra realidad que, sin embargo, desde entonces, desde siempre – como nos decía también la lectura–, lleva dentro de sí una promesa, una certidumbre contenida en las palabras que Dios dirige definitivamente a la serpiente: «Ella, la mujer, te pisará la cabeza...», de la que Jesús, nuestro Salvador, nació. Esta es nuestra fe. Existe
alguien que ha escogido decididamente el plan amoroso de Dios, alguien que no se ha dejado atrapar por el estilo que la serpiente
quería imbuirle, también a Él. Ese alguien es Jesús. Y nosotros miramos hacia Él, y nos agarramos a Él, y creemos que, a pesar de tanto mal, la fuerza de la serpiente no lo domina todo. Creemos que la
fuerza del amor de Dios, que se manifiesta en Jesús, es más fuerte. Nosotros, si no estamos atentos, podemos hacer como hacían con Jesús la gente de su tiempo, según hemos escuchado en el Evangelio. Él viene a liberar del mal, Él viene a abrir caminos de vida nueva. Pero la gente de su misma familia decía que no estaba en sus cabales. Y los letrados decían que estaba poseído por el demonio. Ante esas acusaciones, la respuesta de Jesús es muy dura, y es también una advertencia para nosotros: podemos ser débiles, podemos ser pecadores, podemos ser egoístas, y Dios nos lo perdonará. Pero lo que no podemos hacer es insultar al Espíritu Santo. No podemos decir que es obra del diablo lo que es obra de Dios. Y no podemos atribuir a Dios, al Espíritu de Dios, lo que es obra del mal y del egoísmo humano. Tenemos que andar muy atentos, muy despiertos, muy dispuestos a convertirnos siempre. Jesús lo espera de nosotros.
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