N.º 22 • D OMINGO IX O RDINARIO / C ICLO C
• 29 de Mayo de 2016 •
La EUCARISTÍA toca
P
nuestras vidas
or siglos ha Iglesia ha invitado a tomar conciencia de un hecho medular para la vida del creyente, nos han repetido hasta la saciedad: “La Eucaristía es fuente de unidad y de caridad”. Llegado este domingo en que celebramos la Fiesta del "Corpus", la Iglesia reflexiona hacia dentro y hacia fuera: Miles de comunidades seguimos viviendo imperturbables en este mundo dentro de nuestras sociedad parroquial sin ningún compromiso en favor de las personas que viven en la miseria y sufren hambre de pan, de justicia; del cariño debido. Si recibimos la comunión es para obtener la Misericordia de Dios y por supuesto, compartir esa Misericordia con los demás. "Corpus" admirable, comida despreciada. Es relativamente fácil participar de alguna procesión del "Corpus", que embellece nuestras calles y colonias, pero al mismo tiempo nos deja impasibles ante los demás; no compartimos la Solidaridad y la Misericordia. Habrá que convertir este rito religioso hermoso, muy bien preparado en una fiesta de la caridad. La tarea es tener hambre de Dios y que ese mismo Dios nos ayude a mirar de alguna manera por los que más sufren. Pan y Vino, signos de la comunidad. Los elementos esenciales de la vida, que se piden a Dios en el alimento de cada día, son los mismos que se ofrecen a Dios y luego se nos invita a compartirlos con los demás. Así nos lo cuenta el libro
del Génesis en este domingo: El Sacerdote Melquisedec, le ofreció a Abraham, le invita a bendecir a Dios y a darle gracias porque lo ha ayudado en sus problemas. Tomó pan, lo partió y lo compartió. Relata la Carta a los Corintios, en las lecturas que leemos en esta solemnidad, que cada vez que hacemos lo mismo, compartir la Eucaristía, estamos compartiendo con los demás nuestra vida, nuestros bienes, tristezas y alegrías de una manera significativa y además que la tarea no es para un rato; sino “hasta que Él vuelva”. No tenemos más que cinco panes. La pobreza puede ser una buena excusa para no compartir, pero también una buena oportunidad para como se ha dicho frecuentemente: “dar de nuestra pobreza”. Siempre habrá muchas personas más necesitadas que nosotros, que nuestras familias. El dar engrandece, no empobrece; el no dar aniquila, nos vuelve tragamonedas que no tienen llenadera. El episodio de la multiplicación de los panes que hace Jesús en medio de la pobreza y del hambre de aquella gente; no sólo es un milagro genial, es, sobre todo, una clave para comprender la misión de Jesús, que es sobre todo Misericordia. Hoy abundan los pueblos marginados y la gente pobre. La Fiesta del Corpus nos debe llevar a saber pedir el Pan de la Eucaristía y el saber compartir nuestro propio pan.
1