N.º 18 • V D OMINGO
DE
P ASCUA , C ICLO B
• 3 de Mayo de 2015 •
La RAMA DESGAJADA del tronco se muere
E
l Permanecer en Cristo, es para dar fruto. Hoy, muchos todavía desean tener “alguna religión”, pero a modo, sin que les impongan cargas; hasta se inventan religiones que tengan obligaciones a la carta y solamente en los tiempos que cada uno quiera. “NO queremos saber de preceptos, y si alguna vez estamos para cumplir algún mandato, será porque nos conviene”... Todavía no entendemos totalmente que Dios tiene un único precepto, el del amor, y para eso, es menester estar unidos a la fuente del amor. A todos los creyentes, de cuando en cuando, nos brotan pensamientos y formas de vida que no tienen nada de cristiano. A todos nos viene, como anillo al dedo, esta comparación: somos las ramas de la vid, o de la higuera; Cristo es el tronco que alimenta a toda la planta y de vez en vez nos tiene que arrancar alguna rama que sólo es plaga y no tiene nada de cristiano. Como la higuera y la vid Muchos creyentes, al presente, en el cumplimiento de una religión a modo –teniendo puras hojas y nada de
frutos– como la higuera; o como la vid que, en vez de dar uvas dulces, sólo las da amargas. Dios, por supuesto, las poda, para que den fruto; nos hace recapacitar de muchas formas, algunas nada agradables, o también alguna vez llenas de sufrimiento... Él pretende que recapacitemos, que vivamos unidos a Él. Si ignoramos a Dios, si vivimos como si Él no existiera, desgajados de su misericordia, de su Palabra, de sus sacramentos, de la oración; si ignoramos a Dios y nos comportamos como alguien ajeno a Él, estaremos destinados a la muerte, como la rama que se corta y que se seca. Hoy, hay horas de Luz, también de tinieblas Ciertamente, Cristo ha resucitado para nuestra justificación, pero ¿vivo realmente unido a un tronco, a unas raíces? ¿Cuál es el tronco en el que estoy establecido? ¿Cuáles son las raíces últimas que alimentan mi vida?
¿En quién creo y en quién no creo? Hoy causan pavor las cifras del crecimiento de la desigualdad, el hambre, la enfermedad, el analfabetismo, mortalidad infantil y, por otro lado, el lujo de unos cuantos. De esto se trata: que no amemos de palabra y de boca, sino de verdad y con obras. Nos acechan las trampas económicas de los poderosos, la guerra que siempre es una locura hoy es un negocio. Pero tenemos alternativas; lo que cuenta la Carta de san Juan parece una tarea fácil si únicamente nos amamos de palabra, pero si intentamos realizarlo de verdad y con obras, va a resultar más complejo, aunque no imposible.
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