N.º 10 • IV DOMINGO
DE
CUARESMA / CICLO C
• 6 de Marzo de 2016 •
¡EL PADRE Y EL HIJO por fin se entienden!
E
n el corazón de la Cuaresma, encontramos una historia excelente contada por Jesús, que ayuda sobremanera para entender a Dios y también conscientes de las debilidades, y pocas ganas de mejorar. Dios siempre ofrece su gracia: la Cuaresma es este tiempo oportuno de la misericordia. Esta historia se llama la parábola del Hijo Pródigo. Todos la conocemos, pero debiéramos poner más atención en la facilidad con la que el Padre ofrece perdón y añora siempre la presencia del Hijo. Una historia con muchos detalles Un país lejano... Casi todos tenemos temporadas que andamos lejos de Dios. Vida libertina, prostitutas... Pretendemos que nadie diga nada de todas las cosas malas que hacemos; según nuestros gustos, todo está permitido. Pasar necesidad... esta es una historia de todos los días, pero más duro es cuando por esas ganas de ser libres abandonamos a Dios y hacemos lo que a nuestro gusto parece bien, aunque sea totalmente contra la Ley de Dios. Cuidar cerdos... Esa actividad para un judío era lo peor a lo que podía llegar. También nos puede pasar a todos cuando no cuidamos nuestra dignidad de ser hijos de Dios. Se roba la comida de los animales... Lejos de Dios, vamos de caída en caída, ya nada nos importa y perdemos toda conciencia de dignidad de seres humanos. Pretende volver a su Padre como un asalariado... Este es el principio de su grandeza: reconocer hasta dónde ha caído y sentirse con vergüenza para volver como hijo; es tanta su desdicha que de cualquier forma quiere regresar. Dice “no merezco”... Ciertamente siente vergüenza, reconoce su maldad, pero más importante para él es que
quiere volver con su Padre, porque ahí todo está bien. Descubre su miseria y vuelve con su Padre... Esta es una actitud fundamental, reconocer cuando hacemos mal, pero sobre todo estar dispuestos a dar marcha atrás en nuestras maldades y remediar lo que tengamos que cambiar. Prepara un discurso... Esta actitud es parecida a cuando nosotros platicamos con Dios, le rezamos con nuestras palabras y le decimos con el corazón lo que nos ha pasado. Dios siempre quiere perdonar El Padre sólo piensa en abrazarlo... siempre espera que reconsideremos nuestra vida y corrijamos lo que haga falta, puesto que Él siempre aguarda nuestro regreso. El Padre se alegra y hace fiesta... En el Evangelio ha dicho también que en el Cielo hay muchísima alegría por un solo pecador que se arrepienta. El hermano mayor se enoja... todos somos, alguna vez, ese hermano mayor que siente coraje porque al otro lo perdonen. Dios todo recalca: ¡Este Hijo mío, estaba muerto y ha vuelto a la vida!
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