Hoja Parroquial #50- III DE ADVIENTO, Ciclo A-11 de diciembre 2022

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Arquidiócesis de Guadalajara, A.R.

N.º 50 • III DOMINGO DE ADVIENTO, Ciclo A

11 de Diciembre de 2022

Fundada el 4 de junio de 1930. Registro postal: IM14-0019, impresos depositados por sus editores o agentes. INDA-04-2007-103013575500-106

A

Una gran masa de desesperanzados

vanza el �empo de Adviento, �empo en el que la Iglesia quiere que reavivemos esa virtud (esa fuerza) tan esencial del cris�anismo, que es la esperanza. El Evangelio de hoy nos presenta la pregunta que hicieron a Jesús: "¿Eres tú el que esperábamos, o debemos esperar a otro?". En Adviento, si de verdad queremos revisar nuestra esperanza, es preciso que volvamos a la pregunta: ¿A quién esperamos? Una gran masa de desesperanzados los encontramos dentro de la Iglesia. Muchos cris�anos no �enen verdadera esperanza. Han confundido esta virtud teologal con un ar�culo más de su credo intelectual. Piensan que la esperanza consiste en aceptar teóricamente la existencia de una vida posmortal. Pero, en realidad, no esperan en ella, no suspiran por ella, le temen en el fondo. Porque, ¿dónde están los cris�anos, tan apasionadamente conver�dos a la esperanza, que sueñen y anhelen por la llegada de ese mundo futuro, no solo aquí, sino más allá de la muerte?, ¿dónde están los cris�anos que buscan ardientemente en su vida y en el desarrollo del hombre los signos de la venida del Señor?, ¿a cuántos cris�anos –es solo un ejemplo– hay que ocultarles la verdadera naturaleza de su enfermedad incurable porque la sola no�cia de la proximidad

de su muerte –término natural y lógico al que desde que nacimos nos estamos acercando y del que nunca hemos dudado– les podría producir un "shock"? Al creer en el mundo futuro, ¿esperamos verdaderamente el encuentro con Dios tras la muerte?, ¿a quién esperamos? La esperanza es un deseo, pero no todos los deseos son esperanza. La esperanza se dis�ngue de la espera. La espera es un deseo de un bien que no depende de nosotros mismos. Llegará, y es deseado por nosotros, pero nosotros no podemos hacer nada para provocar su venida. La esperanza, por el contrario, es un deseo de algo que depende, por lo menos en parte, de nosotros mismos. Por eso, la esperanza verdadera �ene un sen�do ac�vo, concreto, eficaz. Por decirlo de un modo gráfico y breve, la esperanza es "desear, provocando lo que se desea". La esperanza, por eso, siempre compromete. Y en el compromiso de la persona, por contrapar�da, se ve su esperanza. Dime por qué luchas y te diré cuál es tu esperanza. Ahí tenemos, pues, la clave para responder a nuestra pregunta: ¿A qué esperamos?, o ¿en qué tenemos puesta nuestra esperanza? Bastará observar nuestra propia vida, nuestra propia lucha, nuestros compromisos, para ver qué esperanza nos anima. Donde está tu tesoro, allí está tu corazón.

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