Hoja Parroquial #48- I DE ADVIENTO, Ciclo A-27 de noviembre 2022

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Arquidiócesis de Guadalajara, A.R.

N.º 48 • I DOMINGO DE ADVIENTO, Ciclo A

27 de Noviembre de 2022

Fundada el 4 de junio de 1930. Registro postal: IM14-0019, impresos depositados por sus editores o agentes. INDA-04-2007-103013575500-106

Por eso, estén también ustedes preparados...

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l Evangelio de este primer domingo de Adviento nos presenta un discurso escatológico de Jesús, es decir, un anuncio de la venida del Hijo del Hombre en la gloria (“Cuando venga el Hijo del hombre...”). Acontecimiento del que, sin embargo, desconocemos el día y la hora (“...no saben que día vendrá su Señor”). Por lo que se nos exhorta a estar vigilantes, en alerta (“...por lo tanto, estén en vela...”) y a no dejarnos sorprender (“...estén también ustedes preparados”). Como resonancia de la fiesta de Jesucristo, Rey del universo, que considera la segunda venida de Cristo al final de los �empos, el Adviento suele empezar de este modo para prepararnos a la consideración de la primera venida de Cristo en la Navidad. La Liturgia presenta esto como recordatorio de que el mismo Señor, nacido en Belén, es el que “de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos”, como dice el Credo. Siendo esto así, el Adviento es, a la vez, �empo de preparación para la celebración de aquella primera venida de Jesús en la Navidad y preparación para la segunda venida del Señor en el úl�mo día. San Bernardo, entre otros maestros de espiritualidad, suele considerar junto a la primera y segunda venida de Cristo una tercera, la venida intermedia por medio de la gracia, la cual se da principalmente en la acción litúrgica. Cada año en la fiesta de la Navidad, cada semana en la Eucaris�a dominical, cada día en la oración del oficio divino, hacemos experiencia de Cristo que viene a nosotros, que viene a nuestro encuentro. En este sen�do, el Adviento, y par�cularmente el Evangelio que hoy se ha proclamado durante nuestra celebración de la Eucaris�a, nos invitan a revisar nuestra preparación y disposición personal para ese encuentro frecuente con el Señor. Esto es, desde la habitual vida de gracia – evitando el vivir en pecado– hasta nuestra disposición personal, poniendo atención durante la Misa, favoreciendo el silencio y la concentración durante la oración, etc. Siendo sinceros, a veces

no cuidamos estos aspectos y, como consecuencia, no siempre obtenemos el mayor fruto posible de aquellos momentos de encuentro con el Señor, ya que “la gracia supone la naturaleza”, y nuestra indisposición termina por limitar la acción de la gracia de Dios en nuestras vidas. Pongamos atención y procuremos siempre estar preparados para el encuentro con el Señor. Señor, acuérdate de mí, porque reconozco que estoy hecho para ti, y mi felicidad consiste en estar contigo para siempre.

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