Hoja Parroquial - 2 de Noviembre de 2014 - Num. 44

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N.º 44 • CONMEMORACIÓN FIELES DIFUNTOS CICLO A • 2 de Noviembre de 2014 •

Nuestros difuntos advierten: ¡el futuro está cerca!

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ay un tiempo de rendir cuentas, hacer obras buenas para no dejar deudas. ¿Hemos sido capaces de vivir bien para entregar buenas cuentas? Toda la vida es tiempo de corregir frivolidades, reconocer los dones que tenemos y ponerlos al servicio de los demás. La Conmemoración de los Fieles Difuntos nos da la oportunidad de asombrarnos por la vida de Dios en nosotros. Con frecuencia hacemos daño sin ningún remordimiento. En este día de los Fieles Difuntos, es un deber rezar por ellos. La oración, la caridad y hacer el bien redunda en favor de familiares y amigos que ya duermen en el silencio de la Paz. Nos corresponde merecer por ellos en solidaridad, principalmente en esta Celebración de los Difuntos. La muerte no es el final En el libro de Job, hay una lección enorme de la vida, de tal forma que

nos enseña a entender la muerte. Job fue probado con todo el sufrimiento del mundo en su familia, en sus bienes, en su cuerpo; pero en medio de todas las dificultades tan enormes, pudo ante tanta adversidad, decir con toda el alma: «Sé que mi Redentor está vivo». Aquellos días de sufrimiento fueron muy duros y estaba seguro de su propia destrucción... es entonces cuando hace esta confesión de fe; expresa toda su confianza, que va más allá de la muerte. Somos ciudadanos del Cielo Somos centinelas de nuestro mundo, lo debemos cuidar y administrar; también nuestras capacidades puestas en común para el servicio de todos. Pero vivimos en una tierra de paso. La tarea es ir trasformando el mundo en una casa habitable para que todos los inquilinos del mundo puedan entenderse; pero con la conciencia de que vamos de paso y nuestra ciudadanía está en

otra parte. Obrando así, con todo el corazón en este recuerdo de los Fieles Difuntos, se fortalece la esperanza. Ellos ya han conseguido llegar a donde todos hemos sido llamados. «Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» El momento de la muerte no es cosa de juego, es difícil. Jesús mismo en la Cruz expresó su angustia; un momento lleno de miedo. Pero también le habló a Dios: «...Padre, en tus manos encomiendo mi Espíritu». Ese mismo Espíritu que lo hizo amar y perdonar toda la vida, predicar, curar; lo llevó a confiar totalmente en su Padre al momento de morir. A los seguidores de Jesús, discípulos, mujeres, les pareció difícil tragarse la muerte de su Señor; pero poco a poco fueron superando sus dudas, y llegaron a convencerse de que la muerte le mereció otra manera de vivir en su Resurrección.

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