Arquidiócesis de Guadalajara, A.R.
31 de Octubre de 2021
N.º 44 • XXXI DOMINGO ORDINARIO, Ciclo B
Fundada el 4 de junio de 1930. Registro postal: IM14-0019, impresos depositados por sus editores o agentes. INDA-04-2007-103013575500-106
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Se acercó un escriba a Jesús…
s necesario considerar al escriba del pasaje del Evangelio de este domingo con mucha benevolencia. Con frecuencia, Jesús acusaba a los escribas de interesarse más del juego de palabras que de los verdaderos errores de sus hermanos. Pero en el texto de hoy, nada de eso. Encontramos a un hombre que quiere aprender, quiere instruirse. Un hombre en búsqueda, quiere llegar ciertamente a Dios. Por eso plantea a Jesús la pregunta sobre cuál sea el mandamiento más importante. Jesús le responde de manera relativamente previsible, pero además, va a lo esencial. De toda la ley, Cristo pone sobre la mesa el único mandamiento que da espíritu a la misma ley. Ese mandamiento, de hecho, se convirtió en una oración (Dt 6, 4-5), que era necesaria tenerla siempre en el corazón, en la mente, en las manos y en la casa. Jesús añade la necesidad de ponerlo en práctica mediante el amor al prójimo que permite a cada quien verificar si ama de veras a Dios (1 Jn 4, 20). El amor al Padre se vive amando a los hermanos; se ama a los demás reconociendo cómo nos ama Dios: con todo el corazón, con toda la vida, con toda la fuerza. La prueba del amor de Dios es Jesús. El amor nos empuja a escoger el bien y evitar el mal. El escriba, entonces, feliz de ser reconfortado en su propia fe, felicita a Jesús. Ahora, pues, miramos al hombre que se alegra con Dios, el hombre que se contenta de encontrarse en sintonía con Dios. ¿No conmueve este viejo sabio que se goza con el joven Maestro, sin siquiera sospechar que es Dios mismo quien se alegra también? Jesús igualmente se conmueve. Recibe con alegría la observación del escriba, verdadero creyente. Entonces, se abre el Reino. Jesús responde a la alabanza con una observación que cada uno de nosotros deberíamos hacer nuestra. Confirma al escriba en la fe y, dándole una garantía como ninguna otra, le asegura que no se está equivocando… “No estás lejos del Reino de Dios”, son las palabras de Jesús para animar al escriba. Como si le dijera: “continúa, vas por el buen camino; has entendido que
el amor es el corazón y la vida del creyente”. Aunque ese “no estás lejos” también evidencia que aún se debe caminar. Esos dos mandamientos deben ser cumplidos en la vía de la perfección.
Amar al prójimo
Muchas veces pensamos que el prójimo son los amigos, los parientes, quienes me han hecho algún bien, quien me estima, etc. ¡No! Eso no basta. Prójimo es cada persona a la que puedo llevarle amor y bondad; independientemente del mérito o del “gracias” con que pudieran responder. Quien tenga necesidad de mi caridad, ese es mi prójimo. El que me ofende también es mi prójimo, el que hace algún mal igualmente es mi prójimo. El amor al prójimo es difícil, pero es el verdadero amor que desafía al odio y al egoísmo. Para amar, realmente necesitamos la ayuda del Señor, solos es imposible. Por eso, qué razón tiene San Agustín cuando enseña: “En el amar a Dios, amo también al hombre, y en el amar al hombre, amo también a Dios”.
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