Hoja Parroquial #41- XXVIII ORD, Ciclo C-9 de octubre 2022

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Arquidiócesis de Guadalajara, A.R.

N.º 41 • XXVIII DOMINGO ORDINARIO, Ciclo c

9 de Octubre de 2022

Fundada el 4 de junio de 1930. Registro postal: IM14-0019, impresos depositados por sus editores o agentes. INDA-04-2007-103013575500-106

Jesús nos cura con amor y misericordia

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n este milagro de la curación de los diez leprosos hay, además del beneficio de la curación del cuerpo, un mensaje para nosotros. Podemos decir que es una acción de Jesús en dos momentos: primero, la curación de la lepra de diez enfermos; y después, la curación de lo ín�mo del ser del enfermo. Estos diez leprosos querían la curación de su enfermedad. Les pasa a ellos como a cualquier enfermo de todos los �empos: todos deseamos estar sanos. Esa terrible enfermedad, por otra parte, conver�a al enfermo en un ser discriminado, aislado socialmente; los leprosos debían vivir fuera de las ciudades, en espacios lejanos, donde no pudieran contagiar la enfermedad. Muchas enfermedades en la actualidad, además de dolorosas para el que las padece, son causa de discriminación. El enfermo sufre en el cuerpo y sufre la soledad, el abandono, es una persona a la que hay que evitar, o ver lo menos posible y de lejos. Los diez leprosos que se acercan a Jesús, y a quienes Jesús cura con misericordia, sen�an el dolor de su enfermedad, y se sen�an solos en un mundo que los evitaba y los obligaba a vivir marginados. Jesús se acerca a sus vidas, y lo cambia todo. En un segundo momento, al decirle al único leproso agradecido: “Tu fe te ha salvado”, Jesús quiere darles

a esos enfermos algo más que un cuerpo limpio de lepra, quiere que descubran al que los ha curado, que se abran por la fe al Salvador, que �ene ese poder extraordinario sobre la enfermedad. Y es que la peor enfermedad que podemos tener es la falta de fe. Y a nosotros también, el Señor, a través de este milagro, quiere darnos la misma enseñanza. La peor enfermedad que podemos tener es no tener fe, no conocerlo a Él, no seguirlo y no amarlo. Sin embargo, no lo vemos así. La enfermedad corporal merece de nuestra parte más cuidados que la enfermedad espiritual. Si tengo una anomalía en el estómago, en los pulmones, enseguida voy al médico; la enfermedad corporal nos empuja a ir al que nos puede curar. Las enfermedades y los defectos corporales nos molestan más que nuestros defectos espirituales. Se va al médico, se hace gimnasia, se hacen dietas para mejorar el cuerpo; en cambio, qué poco nos preocupamos para corregir nuestro carácter violento, nuestra propensión a la men�ra, nuestra sensualidad desordenada. Eso no nos incomoda tanto como cualquier defecto corporal. Así, el Señor nos da ese mensaje cuando pasa de la curación corporal de los leprosos a la curación espiritual del único que volvió a agradecerle el milagro.

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