Arquidiócesis de Guadalajara, A.R.
N.º 24 • XI DOMINGO ORDINARIO, Ciclo B
13 de Junio de 2021
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Crece el Reino. No sabemos cómo
esús, en el Evangelio de hoy, habla del Reino. El Reino de Dios no es otra cosa que el "reinado" de Dios en los hombres, esto es, la obediencia de los hombres a la Palabra de Dios. Ésta es la cosecha que Jesús espera de su predicación y, para ello, confía plenamente en la eficacia de la Palabra de Dios. A pesar de la obstinación de unos, de la incomprensión de los más, Jesús ve cómo la Palabra de Dios provoca la obediencia del hombre y cómo este misterio del reinado de Dios de una manera escondida, callada, invisible, es ya realidad entre los hombres. Él mismo es todo el Reino de Dios: porque Él es la plenitud de la obediencia al Padre, Él se ha hecho obediente hasta la muerte, en Él se cumple toda la Ley y los profetas. En Él se realizan todas las promesas de Dios. Esta manera de vivir de Cristo en perfecta sumisión al Padre ha de propagarse y hacerse extensiva a través de la predicación de sus discípulos. Tampoco ellos deben olvidar, por una parte, la eficacia de la Palabra de Dios y, por otra, este carácter de realidad escondida que tiene el Reino de Dios. Los discípulos de Cristo han de comportarse como el sembrador de la parábola. Ellos pueden sembrar; pero ellos no pueden dar vida a la simiente, ni pueden hacer nada para que la simiente sea aceptada por la tierra. Y así, lo decisivo en el Reino de Dios es un misterio que escapa a la acción de los ministros de la Palabra de Dios. Es una realidad escondida que acontece en el diálogo entre Dios y el hombre que la escucha. No hay una técnica propagandística para colocar la Palabra de Dios como si se tratara de un producto. Si esto fuera así, entonces el Reino de Dios dejaría de ser ya una realidad escondida y
podría perfectamente establecerse qué cantidad de Reino de Dios hay en el mundo, bastaría con aplicar aquellas técnicas necesarias para hacer que el hombre aceptara la Palabra de Dios. La Palabra de Dios es eficaz, aunque su eficacia no sea constatable en sus efectos por aquéllos que la sirven. Ésta es nuestra confianza y lo que nos obliga a sembrar con paciencia, esperando que un día recogeremos con alegría: "Se va, se va llorando, al llevar la semilla; más se vuelve, se vuelve entre gritos de júbilo al traer las gavillas" (Sal.126,06).
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