Domingo de Pentecostés, Ciclo C 8 de junio de 2025

Arquidiócesis de Guadalajara, A.R.
NO. 23
Fundada el 4 de junio de 1930. Registro postal: IM14-0019 INDA-04-2007-103013575500-106
Arquidiócesis de Guadalajara, A.R.
Fundada el 4 de junio de 1930. Registro postal: IM14-0019 INDA-04-2007-103013575500-106
La celebración de Pentecostés nos mueve a trasladarnos a la maravillosa escena del cenáculo donde los Apóstoles recibieron el extraordinario don de la presencia del Espíritu Santo, a quienes derramó sobre de ellos el entusiasmo que les permitió vencer el miedo y los capacitó sobrenaturalmente con sus dones en figura de lenguas de fuego, para poder cumplir con la voluntad de Jesucristo de comunicar el Evangelio y ha hacer a todos los hombres hijos de Dios.
Con este maravilloso regalo, nos ha permitido el inmenso gozo de conocer, amar y encarnar el Evangelio en nuestras vidas.
Sin este providencial acontecimiento, no existiría la Iglesia ni hubiéramos conocido el acto sacramental de la salvación de Cristo.
En el Evangelio de san Juan y en el libro de los Hechos de los Apóstoles se manufactura nues-
tro pentecostés que se nos comunica a través del Sacramento de la Confirmación. Este sacramento nos concede la misma alegría apostólica, la valentía de manifestarnos como hijos de la luz, y la noble obligación de replicar el Evangelio liberador de Cristo, arrancándonos de nuestras cobardías a través del fuego del amor del Espíritu Santo, quien nos apremia a comunicar la salvación que Cristo que nos ha alcanzado por su Cruz.
Así nuestras vidas se convierten en un Pentecostés, que hace de nosotros llamas ardientes de su amor.
No somos luz que ha de permanecer debajo de la cama o encerrados bajo una olla; este intenso amor no puede contenerse en un culto privado y egoísta, es imposible reprimir el fuego del Espíritu Santo en la intimidad de los hijos de Dios que necesariamente se desborda y todo lo enciende. Es la presencia liberadora que no puede coaccionarse ni reducirse a una cuestión de conciencia privada, ya que Dios nos ha depositado en el mundo sin ser del mundo, para que todos sean llamados hijos de Dios y sean parte de su Reino.
Con la fuerza del Espíritu Santo
Siempre hemos de tener en la memoria que somos “levadura que fermenta toda la masa”. Qué hermoso reto para toda la cristiandad: hacer presente la Redención de Cristo a través de la Iglesia donde todos puedan encontrar el mejor de los lugares para lograr con la gracia de Dios, la vida de santidad, con la fuerza y sabiduría del Espíritu Santo.
Dios nuestro, que por el misterio de la festividad que hoy celebramos santificas a tu Iglesia, extendida por todas las naciones, concede al mundo entero los dones del Espíritu Santo y continúa obrando en el corazón de tus fieles las maravillas que te dignaste realizar en los comienzos de la predicación evangélica. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
Del libro de los Hechos de los Apóstoles 2, 1-11
Que Dios sea glorificado para siempre y se goce en sus creaturas. Ojalá que le agraden mis palabras y yo me alegraré en el Señor.
R. Envía, Señor, tu Espíritu a renovar la tierra. Aleluya.
De la primera carta del apóstol san Pablo a los corintios 12, 3b-7. 12-13
Sentados
El día de Pentecostés, todos los discípulos estaban reunidos en un mismo lugar. De repente se oyó un gran ruido que venía del cielo, como cuando sopla un viento fuerte, que resonó por toda la casa donde se encontraban. Entonces aparecieron lenguas de fuego, que se distribuyeron y se posaron sobre ellos; se llenaron todos del Espíritu Santo y empezaron a hablar en otros idiomas, según el Espíritu los inducía a expresarse.
En esos días había en Jerusalén judíos devotos, venidos de todas partes del mundo. Al oír el ruido, acudieron en masa y quedaron desconcertados, porque cada uno los oía hablar en su propio idioma.
Atónitos y llenos de admiración, preguntaban: “¿No son galileos, todos estos que están hablando? ¿Cómo, pues, los oímos hablar en nuestra lengua nativa? Entre nosotros hay medos, partos y elamitas; otros vivimos en Mesopotamia, Judea, Capadocia, en el Ponto y en Asia, en Frigia y en Panfilia, en Egipto o en la zona de Libia que limita con Cirene. Algunos somos visitantes, venidos de Roma, judíos y prosélitos; también hay cretenses y árabes. Y, sin embargo, cada quien los oye hablar de las maravillas de Dios en su propia lengua”. Palabra de Dios.
Del salmo 103
R. Envía, Señor, tu Espíritu a renovar la tierra. Aleluya.
Sentados Sentados
Bendice al Señor, alma mía; Señor y Dios mío, inmensa es tu grandeza. ¡Qué numerosas son tus obras, Señor! La tierra está llena de tus creaturas.
R. Envía, Señor, tu Espíritu a renovar la tierra. Aleluya.
Si retiras tu aliento, toda creatura muere y vuelve al polvo; pero envías tu espíritu, que da vida, y renuevas el aspecto de la tierra.
R. Envía, Señor, tu Espíritu a renovar la tierra. Aleluya.
Hermanos: Nadie puede llamar a Jesús “Señor”, si no es bajo la acción del Espíritu Santo. Hay diferentes dones, pero el Espíritu es el mismo. Hay diferentes servicios, pero el Señor es el mismo. Hay diferentes actividades, pero Dios, que hace todo en todos, es el mismo. En cada uno se manifi esta el Espíritu para el bien común.
Porque, así como el cuerpo es uno y tiene muchos miembros y todos ellos, a pesar de ser muchos, forman un solo cuerpo, así también es Cristo. Porque todos nosotros, seamos judíos o no judíos, esclavos o libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu para formar un solo cuerpo, y a todos se nos ha dado a beber del mismo Espíritu. Palabra de Dios.
R. Aleluya, aleluya
Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor. R. Aleluya.
Lectura del santo Evangelio según san Juan 20, 19-23
Al anochecer del día de la resurrección, estando cerradas las puertas de la casa donde se hallaban los discípulos, por miedo a los judíos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: “La paz esté con ustedes”. Dicho esto, les mostró las manos y el costado.
Cuando los discípulos vieron al Señor, se llenaron de alegría. De nuevo les dijo Jesús: “La paz esté con ustedes. Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo”.
Después de decir esto, sopló sobre ellos y les dijo: “Reciban el Espíritu Santo. A los que les perdonen los pecados, les quedarán perdonados; y a los que no se los perdonen, les quedarán sin perdonar”. Palabra del Señor.
ORACIÓN DESPUÉS
De pie
Dios nuestro, tú que concedes a tu Iglesia dones celestiales consérvale la gracia que le has dado, para que permanezca siempre vivo en ella el don del Espíritu Santo que le infundiste; y que este alimento espiritual nos sirva para alcanzar la salvación eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Desde sus inicios, el Espíritu Santo ha sido fundamental para guiar y sostener el caminar de la Iglesia. Es este mismo Espíritu el que guía a Jesús al desierto para fortalecerlo y vencer las tentaciones, es quien en el río Jordan, a través del baustismo y descendiendo en forma de paloma, confirma la misión de la Iglesia en la persona de Jesús, fuente y origen de la acción salvífica. Es el mismo Espíritu que es entregado por Jesús en la cruz al morir. Es también a quien reciben los Apóstoles en el ambiente de la resurrección para perdonar los pecados y actualizar sacramentalmente la misericordia de Dios. Así, el Espíritu Santo se manfestará cincuenta días después de la resurrección como fuego que baja de lo alto y se posa sobre los apóstoles confirmándolos en la misión emprendida por Jesús y ahora como vida y acción permantente de la Iglesia, anunciar la buena nueva e integrar al Camino a quienes acojan este llamado. La Iglesia es por origen, naturaleza y finalidad una realidad espiritual que se manifiesta a través de quienes somos parte de ella por la acción del Espíritu Santo, materializa el anhelo de Dios, que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. Invocar al Espíritu Santo, tercera persona de la Santísima Trinidad, debe ser una necesidad permanente de quienes desean vivir y cumplir la voluntad de Dios, de quienes aceptan el camino de la conversión y de santidad como la única forma que da sentido a sus vidas. Invoquemos al Espíritu Santo, siempre y en todo momento, para que su fuego anime nuestro corazón a manifestar el amor de Dios en medio de los hombres de todos los tiempos.
Gloria a Dios en el Cielo, y en la Tierra paz a los hombres que ama el Señor.
Por tu inmensa gloria te alabamos, te bendecimos, te adoramos, te glorificamos, te damos gracias, Señor Dios, Rey celestial, Dios Padre todopoderoso Señor, Hijo único, Jesucristo.
Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre; tú que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros; tú que quitas el pecado del mundo, atiende nuestra súplica; tú que estás sentado a la derecha del Padre, ten piedad de nosotros; porque sólo tú eres Santo, sólo tú Señor, sólo tú Altísimo, Jesucristo, con el Espíritu Santo en la gloria de Dios Padre. Amén
Creo en Dios, Padre todopoderoso, Creador del Cielo y de la Tierra. Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de santa María Virgen, padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos; al tercer día, resucitó de entre los muertos, subió a los Cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso. Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos.
Creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna. Amén
Padre, ¿qué dice la Iglesia sobre el transhumanismo?
Undía un joven me preguntó: “Padre, ¿qué dice la Iglesia sobre el transhumanismo?”.
Yo le respondí: “El transhumanismo, en principio, se presenta como algo bueno, es decir, propone el uso de la tecnología avanzada para mejorar las capacidades humanas y, en última instancia, superar los límites biológicos como el envejecimiento, las enfermedades y la muerte. La cuestión es que, en la práctica, se vuelve contra el ser humano”.
La Iglesia ha expresado reservas y preocupaciones sobre el transhumanismo, especialmente en relación con sus implicaciones éticas y morales. Si bien reconoce el valor del progreso científico y tecnológico, considera que este avance plantea serios desafíos a la dignidad humana y al diseño natural de la creación.
Por supuesto, la Iglesia no está en contra del uso de la tecnología para mejorar la salud y el bienestar humanos. Sin embargo, advierte que la tecnología debe estar al servicio de la persona y no viceversa. El transhumanismo, en algunos casos, tiende a hacer del ser humano un objeto de experimentación, sin respeto por los límites éticos y naturales.
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