XXXIII Domingo Ordinario, Ciclo C 16 de noviembre de 2025

Arquidiócesis de Guadalajara, A.R.
NO. 46
Fundada el 4 de junio de 1930. Registro postal: IM14-0019 INDA-04-2007-103013575500-106
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Arquidiócesis de Guadalajara, A.R.
Fundada el 4 de junio de 1930. Registro postal: IM14-0019 INDA-04-2007-103013575500-106
Las distracciones de este mundo pueden llegar a separarnos de lo verdadero y esencial de la vida.
Miedos inútiles
Así también, las situaciones problemáticas y de conflicto, aquello que nos atemoriza, puede llevarnos a una lejanía del camino del Reino de Dios. Y en esto, desde hace ya bastante tiempo, se ha mal utilizado la narrativa del fi n del mundo, de las guerras y confl ictos para hacernos sentir miedo y confundirnos, ofreciendo desde su interesada intención falsas respuestas que no son en modo alguno lo que Jesús desea que entendamos o vivamos.
Este domingo, las lecturas nos recuerdan que nuestra confianza debe estar puesta en el Señor, la llegada de todo esto que se narra en la Palabra de Dios, no debe causar temor sino esperanza.
La certeza que la justicia llegará de la mano de Dios y con ello todo retomará el sentido primigenio de la creación, saber que si hacemos lo correcto de acuerdo al plan de nuestro buen Dios, seremos resguardados y protegidos por Él.
En todo esto habrá persecución, sí, pero el Señor será nuestra defensa. Por eso el anuncio dado en esta ocasión es para llevarnos a la paz, la esperanza, y por qué no decirlo, incluso, a la alegría de la
salvación ofrecida en Jesús, el cual debe ser la razón de todo lo que somos y hacemos.
Más amor que temor
El fin de los tiempos es un anuncio para movernos a la conversión, a la revisión profunda de lo que estamos haciendo con el don de la vida recibido por Dios. Es mirar la propia vida y la vida colectiva en la tonalidad de la misericordia, dando paso al cambio de actitudes y a la preparación del interior al encuentro con Jesús.
Nuestra vida está en sus manos providentes, y el hecho de estar vivos nos invita precisamente a esta reflexión que deberá estar muy lejos del temor y más cerca del amor.
Porque Jesús vino al mundo a eso, a mostrar el amor eterno del Padre, para abrir la puerta de la salvación y de la libertad interior, para devolvernos al Padre en la dignidad de hijos en el Hijo. Caminemos en la confianza de sabernos amados de Dios, y de frente a toda esta oscuridad creciendo en el mundo, a toda situación de odio y división, a las guerras y maldad imperante en el mundo, tener la certeza, primero, que el orden y la armonía pensada por Dios llegará, y segundo, que mientras esto sucede tenemos el deber de anunciar con la vida el amor, la misericordia, la verdad y la justicia, construyendo a diario en nuestros ambientes el Reino de Dios.










Concédenos, Señor, Dios nuestro, alegrarnos siempre en tu servicio, porque la profunda y verdadera alegría está en servirte siempre a ti, autor de todo bien. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
Del libro del profeta Malaquías 3, 19-20a


Sentados
“Ya viene el día del Señor, ardiente como un horno, y todos los soberbios y malvados serán como la paja. El día que viene los consumirá, dice el Señor de los ejércitos, hasta no dejarles ni raíz ni rama. Pero para ustedes, los que temen al Señor, brillará el sol de justicia, que les traerá la salvación en sus rayos”. Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL
Del salmo 97
R. Toda la tierra ha visto al Salvador.
Cantemos al Señor al son del arpa, aclamemos al son de los clarines al Señor, nuestro Rey.
R. Toda la tierra ha visto al Salvador.


Sentados
Alégrese el mar y el mundo submarino, el orbe y todos los que en él habitan. Que los ríos estallen en aplausos y las montañas salten de alegría.
R. Toda la tierra ha visto al Salvador.
Regocíjese todo ante el Señor, porque ya viene a gobernar el orbe. Justicia y rectitud serán las normas con las que rija a todas las naciones.
R. Toda la tierra ha visto al Salvador.
De la segunda carta del apóstol san Pablo a los tesalonicenses 3, 7-12


Sentados
Hermanos: Ya saben cómo deben vivir para imitar mi ejemplo, puesto que, cuando estuve entre ustedes, supe ganarme la vida y no dependí de nadie para comer; antes bien, de día y de noche trabajé hasta agotarme, para no serles gravoso. Y no porque no tuviera yo derecho a pedirles el sustento, sino para darles un ejemplo que imitar. Así, cuando estaba entre
ustedes, les decía una y otra vez: “El que no quiera trabajar, que no coma”. Y ahora vengo a saber que algunos de ustedes viven como holgazanes, sin hacer nada, y además, entrometiéndose en todo. Les suplicamos a esos tales y les ordenamos, de parte del Señor Jesús, que se pongan a trabajar en paz para ganarse con sus propias manos la comida. Palabra de Dios.
ACLAMACIÓN ANTES
DEL EVANGELIO Lc 21, 28
Aleluya, aleluya
Estén atentos y levanten la cabeza, porque se acerca la hora de su liberación, dice el Señor. R. Aleluya.

Lectura del santo Evangelio según san Lucas 21, 5-19




En aquel tiempo, como algunos ponderaban la solidez de la construcción del templo y la belleza de las ofrendas votivas que lo adornaban, Jesús dijo: “Días vendrán en que no quedará piedra sobre piedra de todo esto que están admirando; todo será destruido”.
Entonces le preguntaron: “Maestro, ¿cuándo va a ocurrir esto y cuál será la señal de que ya está a punto de suceder?” Él les respondió: “Cuídense de que nadie los engañe, porque muchos vendrán usurpando mi nombre y dirán: ‘Yo soy el Mesías. El tiempo ha llegado’. Pero no les hagan caso. Cuando oigan hablar de guerras y revoluciones, que no los domine el pánico, porque eso tiene que acontecer, pero todavía no es el fin”.
Luego les dijo: “Se levantará una nación contra otra y un reino contra otro. En diferentes lugares habrá grandes terremotos, epidemias y hambre, y aparecerán en el cielo señales prodigiosas y terribles.
Pero antes de todo esto los perseguirán a ustedes y los apresarán; los llevarán a los tribunales y a la cárcel, y los harán comparecer ante reyes y gobernadores, por causa mía. Con esto darán testimonio de mí.
Grábense bien que no tienen que preparar de antemano su defensa, porque yo les daré palabras sabias, a las que no podrá resistir ni contradecir ningún adversario de ustedes.
Los traicionarán hasta sus propios padres, hermanos, parientes y amigos. Matarán a algunos de ustedes y todos los odiarán por causa mía. Sin embargo, ni cabello de su
cabeza perecerá. Si se mantienen fi rmes, conseguirán la vida”. Palabra del Señor.
ORACIÓN DESPUÉS
DE LA COMUNIÓN




De pie
Al recibir, Señor, el don de estos sagrados misterios, te suplicamos humildemente que lo que tu Hijo nos mandó celebrar en memoria suya, nos aproveche para crecer en nuestra caridad fraterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Dos modos de participar en el único sacerdocio
1546 Cristo, sumo Sacerdote y único mediador, ha hecho de la Iglesia “un Reino de Sacerdotes para su Dios y Padre” (Ap 1,6; cf. Ap 5,9-10; 1 P 2,5.9). Toda la comunidad de los creyentes es, como tal, sacerdotal. Los fieles ejercen su sacerdocio bautismal a través de su participación, cada uno según su vocación propia, en la misión de Cristo, Sacerdote, Profeta y Rey. Por los sacramentos del Bautismo y de la Confirmación los fieles son “consagrados para ser [...] un sacerdocio santo” (LG 10)
1547 El sacerdocio ministerial o jerárquico de los Obispos y de los Presbíteros, y el sacerdocio común de todos los fieles, “aunque su diferencia es esencial y no sólo en grado, están ordenados el uno al otro; [...] ambos, en efecto, participan (LG 10), cada uno a su manera, del único sacerdocio de Cristo” (LG 10). ¿En qué sentido? Mientras el sacerdocio común de los fieles se realiza en el desarrollo de la gracia bautismal (vida de fe, de esperanza y de caridad, vida según el Espíritu), el sacerdocio ministerial está al servicio del sacerdocio común, en orden al desarrollo de la gracia bautismal de todos los cristianos. Es uno de los medios por los cuales Cristo no cesa de construir y de conducir a su Iglesia. Por esto es transmitido mediante un sacramento propio, el sacramento del Orden.
Catecismo de la Iglesia Católica

Gloria a Dios en el Cielo, y en la Tierra paz a los hombres que ama el Señor. Por tu inmensa gloria te alabamos, te bendecimos, te adoramos, te glorificamos, te damos gracias, Señor Dios, Rey celestial, Dios Padre todopoderoso Señor, Hijo único, Jesucristo. Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre; tú que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros; tú que quitas el pecado del mundo, atiende nuestra súplica; tú que estás sentado a la derecha del Padre, ten piedad de nosotros; porque sólo tú eres Santo, sólo tú Señor, sólo tú Altísimo, Jesucristo, con el Espíritu Santo en la gloria de Dios Padre. Amén

Creo en Dios, Padre todopoderoso, Creador del Cielo y de la Tierra. Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de santa María Virgen, padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos; al tercer día, resucitó de entre los muertos, subió a los Cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso. Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos.
Creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna.
Amén
Padre, ¿puede un católico usar amuletos para atraer la buena suerte?
Encierta ocasión, un joven me preguntó: “Padre, ¿puede un católico usar amuletos para atraer la buena suerte?”, porque yo últimamente he tenido muy mala suerte y un amigo me dijo que comprara una pata de conejo o consiguiera una herradura y la llevara conmigo, y eso me atraería buena suerte. Yo le dije que eso no era algo bueno, según nuestra religión, pero él insistía que no era algo malo, es más, me dijo que la Iglesia no solo aprueba, sino que promueve el uso de objetos para atraerse
la buena suerte, como un rosario bendito o un crucifijo”. Yo le respondí: “La Iglesia enseña que los amuletos, talismanes y otros objetos utilizados con la intención de atraer la buena suerte son contrarios a la fe cristiana, mientras que, por el contrario, permite y promueve el uso de ciertos objetos religiosos como parte de la devoción y la práctica de la fe; por ejemplo, un rosario bendito o un crucifijo no son amuletos de buena suerte. La enseñanza de la Iglesia subraya la importancia de confiar en Dios y no en objetos supersticiosos para la protección o la fortuna”.
Objetos religiosos y su uso adecuado: La Iglesia permite
el uso de objetos religiosos, como crucifi jos, medallas de santos, escapularios y rosarios, pero estos deben ser utilizados con la comprensión correcta. No son amuletos mágicos, sino recordatorios de la fe, ayudas para la oración y signos de devoción que pueden inspirar a vivir una vida más santa. Su poder proviene de la intercesión de los santos y de Dios, y su efi cacia está vinculada a la fe y la disposición espiritual del creyente.
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