La Ascención del señor, Ciclo C
1 de junio de 2025

Arquidiócesis de Guadalajara, A.R.
Arquidiócesis de Guadalajara, A.R.
La Ascensión, como la relata el libro de los Hechos de los Apóstoles, señala el momento del cambio del tiempo de Jesús de Nazaret al tiempo de los Apóstoles y de la Iglesia.
Con la subida a los Cielos termina la presencia visible del Señor entre los hombres y comienza la misión de los Apóstoles que, guiados y fortalecidos por el Espíritu, están llamados a ser testigos de la
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resurrección, depositarios de la Palabra y de la promesa de Jesús, para hacer resonar el anuncio solemne del Reino de Dios en todo el mundo.
¡Cuarenta días! La solemnidad de la Ascensión de Cristo al Cielo concluye el período de cuarenta días a partir del do-
mingo de Resurrección. Existe un paralelismo litúrgico entre el tiempo cuaresmal y el pascual, una singular convergencia espiritual, que abre a nuevos horizontes para la vida cristiana: la Cuaresma lleva a la Resurrección; los cuarenta días después de la Pascua son la preparación para la Ascensión.
Esta solemnidad nos invita a una actitud de superación y de maduración en la fe, pues con la venida del Espíritu, que el Señor promete, se nos abre el camino de la plenitud futura. «Os conviene que yo me vaya –dice Jesús en el Evangelio que hemos escuchado– porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Espíritu Santo. ...Cuando venga él, el Espíritu de verdad, os guiará hasta la verdad plena» (Jn 16, 5.13).
Presencia con mayor intensidad
En realidad, Jesús resucitado no deja definitivamente a sus discípulos; más bien, empieza un nuevo tipo de relación con ellos. Aunque desde el punto de vista físico y terreno ya no está presente como antes, en realidad su presencia invisible se intensifica, alcanzando una profundidad y una extensión absolutamente nuevas.
Gracias a la acción del Espíritu Santo prometido, Jesús estará presente donde enseñó a los discípulos a reconocerlo: en la palabra del Evangelio, en los Sacramentos y en la Iglesia, comunidad de cuantos creerán en Él, llamada a cumplir una incesante misión evangelizadora a lo largo de los siglos.
Nosotros, los que formamos parte de la Iglesia y hemos recibido el don del Espíritu Santo, estamos hoy llamados a continuar la tarea que el Señor confió a los Apóstoles.
Sí. Cristo está con nosotros, dentro de nosotros; está con nosotros todos los días, hasta el fin del mundo.
De pie
Concédenos, Dios todopoderoso, rebosar de santa alegría y, gozosos, elevar a ti fervorosas gracias ya que la ascensión de Cristo, tu Hijo, es también nuestra victoria, pues a donde llegó él, que es nuestra cabeza, esperamos llegar también nosotros, que somos su cuerpo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
Del libro de los Hechos de los Apóstoles 1, 1-11
Sentados
En mi primer libro, querido Teófilo, escribí acerca de todo lo que Jesús hizo y enseñó, hasta el día en que ascendió al cielo, después de dar sus instrucciones, por medio del Espíritu Santo, a los apóstoles que había elegido. A ellos se les apareció después de la pasión, les dio numerosas pruebas de que estaba vivo y durante cuarenta días se dejó ver por ellos y les habló del Reino de Dios.
Un día, estando con ellos a la mesa, les mandó: “No se alejen de Jerusalén. Aguarden aquí a que se cumpla la promesa de mi Padre, de la que ya les he hablado: Juan bautizó con agua; dentro de pocos días ustedes serán bautizados con el Espíritu Santo”.
Los ahí reunidos le preguntaban: “Señor, ¿ahora sí vas a restablecer la soberanía de Israel?” Jesús les contestó: “A ustedes no les toca conocer el tiempo y la hora que el Padre ha determinado con su autoridad; pero cuando el Espíritu Santo descienda sobre ustedes, los llenará de fortaleza y serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los últimos rincones de la tierra”.
Dicho esto, se fue elevando a la vista de ellos, hasta que una nube lo ocultó a sus ojos. Mientras miraban fijamente al cielo, viéndolo alejarse, se les presentaron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron: “Galileos, ¿qué hacen allí parados, mirando al cielo? Ese mismo Jesús que los ha dejado para subir al cielo, volverá como lo han visto alejarse”. Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL
Del salmo 46
Sentados
R. Entre voces de júbilo, Dios asciende a su trono. Aleluya.
Aplaudan, pueblos todos; aclamen al Señor, de gozo llenos; que el Señor, el Altísimo, es terrible y de toda la tierra, rey supremo.
R. Entre voces de júbilo, Dios asciende a su trono. Aleluya.
Entre voces de júbilo y trompetas, Dios, el Señor, asciende hasta su trono. Cantemos en honor de nuestro Dios, al rey honremos y cantemos todos.
R. Entre voces de júbilo, Dios asciende a su trono. Aleluya.
Porque Dios es el rey del universo, cantemos el mejor de nuestros cantos. Reina Dios sobre todas las naciones desde su trono santo.
R. Entre voces de júbilo, Dios asciende a su trono. Aleluya.
De la carta a los hebreos 9, 24-28; 10, 19-23
Sentados
Hermanos: Cristo no entró en el santuario de la antigua alianza, construido por mano de hombres y que sólo era figura del verdadero, sino en el cielo mismo, para estar ahora en la presencia de Dios, intercediendo por nosotros.
En la antigua alianza, el sumo sacerdote entraba cada año en el santuario para ofrecer una sangre que no era la suya; pero Cristo no tuvo que ofrecerse una y otra vez a sí mismo en sacrificio, porque en tal caso habría tenido que padecer muchas veces desde la creación del mundo. De hecho, él se manifestó una sola vez, en el momento culminante de la historia, para destruir el pecado con el sacrificio de sí mismo. Y así como está determinado que los hombres mueran una sola vez y que después de la muerte venga el juicio, así también Cristo se ofreció una sola vez para quitar los pecados de todos. Al final se manifestará por segunda vez, pero ya no para quitar el pecado, sino para la salvación de aquellos que lo aguardan, y en él tienen puesta su esperanza. Hermanos, en virtud de la sangre de Jesucristo, tenemos la seguridad de poder entrar en el santuario, porque él nos abrió un camino nuevo y viviente a través del velo, que es su propio cuerpo. Asimismo, en Cristo tenemos un sacerdote incomparable al frente de la casa de Dios.
Acerquémonos, pues, con sinceridad de corazón, con una fe total, limpia la conciencia de toda mancha y purificado el cuerpo por el agua saludable. Mantengámonos inconmovibles en la profesión de nuestra esperanza, porque el que nos hizo las promesas es fiel a su palabra. Palabra de Dios.
DEL EVANGELIO Mt 28, 19. 20
R. Aleluya, aleluya
Vayan y enseñen a todas las naciones, dice el Señor, y sepan que yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo. R. Aleluya.
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 24, 46-53
De pie
En aquel tiempo, Jesús se apareció a sus discípulos y les dijo: “Está escrito que el Mesías tenía que padecer y había de resucitar de entre los muertos al tercer día, y que en su nombre se había de predicar a todas las naciones, comenzando por Jerusalén, la 2
necesidad de volverse a Dios para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de esto. Ahora yo les voy a enviar al que mi Padre les prometió. Permanezcan, pues, en la ciudad, hasta que reciban la fuerza de lo alto”.
Después salió con ellos fuera de la ciudad, hacia un lugar cercano a Betania; levantando las manos, los bendijo, y mientras los bendecía, se fue apartando de ellos y elevándose al cielo. Ellos, después de adorarlo, regresaron a Jerusalén, llenos de gozo, y permanecían constantemente en el templo, alabando a Dios. Palabra del Señor.
De pie
Dios todopoderoso y eterno, que nos permites participar en la tierra de los misterios divinos, concede que nuestro fervor cristiano nos oriente hacia el cielo, donde ya nuestra naturaleza humana está contigo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
“¿Y por qué van tan serios?, ¡ni que me fuera a morir!”.
Los santos nos enseñan con su vida a no perder la alegría y el buen humor a pesar de las circunstancias adversas. Es santo Tomás de la Mora, se caracterizó por su buen humor, fue mártir de Colima en la guerra cristera. Cuando lo llevaban para colgarlo, lo custodiaban varios soldados a quienes les dijo: “¿Y por qué van tan serios?, ¡ni que me fuera a morir!”. Su verdugo le gritó: “¡Tú no sabes lo que es la muerte!” A lo que le contestó Tomás: “Pues usted tampoco, estamos igual, porque nunca se ha muerto”. Y al ponerse la cuerda en la garganta para ahorcarlo les dijo: “No sé cómo hacerlo, ¡es la primera vez que me ahorcan!”.
Humanamente no se entiende esa fortaleza, ánimo y buen humor. Sólo se explica porque estaban muy unidos a Dios y abandonados completamente en sus manos. Fundamentaban su alegría en la certeza del amor infinito que Dios nos tiene. Un ejemplo, para cuando dramatizamos por cosas muy pequeñas.
Gloria a Dios en el Cielo, y en la Tierra paz a los hombres que ama el Señor. Por tu inmensa gloria te alabamos, te bendecimos, te adoramos, te glorificamos, te damos gracias, Señor Dios, Rey celestial, Dios Padre todopoderoso Señor, Hijo único, Jesucristo. Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre; tú que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros; tú que quitas el pecado del mundo, atiende nuestra súplica; tú que estás sentado a la derecha del Padre, ten piedad de nosotros; porque sólo tú eres Santo, sólo tú Señor, sólo tú Altísimo, Jesucristo, con el Espíritu Santo en la gloria de Dios Padre. Amén
Creo en Dios, Padre todopoderoso, Creador del Cielo y de la Tierra. Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de santa María Virgen, padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos; al tercer día, resucitó de entre los muertos, subió a los Cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso. Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos.
Creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna. Amén
Padre ¿qué
es la
‘cultura woke’ y qué dice la Iglesia de ella?
Encierta ocasión, una joven me preguntó: “Padre ¿qué es la ‘cultura woke’ y qué dice la Iglesia de ella?”. Yo le respondí: “La ‘cultura woke’ es un movimiento social y cultural que quiere crear conciencia sobre injusticias sociales, raciales, de género y económicas, promoviendo la equidad y el respeto por la diversidad. Sus raíces se encuentran en los movimientos de derechos civiles en Estados Unidos, pero el término suele utilizarse de manera polémica, asociado a posturas progresistas o activismo extremo en temas como el racismo, el feminismo, la identidad de género y la justicia social”.
POSTURA AL RESPECTO, La Iglesia no tiene una declaración oficial o específica sobre la “cultura woke” como tal. Sin embargo, muchos de los temas que este movimiento aborda pue den conectar con principios de la doctrina social de la Iglesia.
LO QUE LA IGLESIA PROPONE, El Papa Francisco, aunque no se habla directamente a la “cultura woke”, ha insistido en el valor del diálogo auténtico y en el peligro de la polarización ideológica:
• En su encíclica Fratelli tutti (Hermanos todos), critica las divisiones que generan odio y violencia, llamando a construir puentes en lugar de muros.
• Ha advertido contra los excesos del pensamiento único y el colonialismo ideológico, que pueden sofocar la libertad de
expresión y el verdadero discernimiento.
La Iglesia plantea diferencias fundamentales con la “cultura woke” en cuanto a la visión del ser humano, la moralidad y el enfoque hacia el perdón y la reconciliación. En lugar de alinearse con ideologías específicas. La Iglesia llama a un compromiso basado en el amor, la verdad y el respeto por la dignidad de todos.
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