Hoja Parroquial - 17 de Marzo de 2013 - Num. 11

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Parroquial Hoja

N.º 11 • Domingo V de Cuaresma / Ciclo C

• 17 de Marzo de 2013 • Fundada el 4 de junio de 1930. Registro postal: IM14-0019, impresos depositados por sus editores o agentes. INDA-04-2007-103013575500-106

Arquidiócesis de Guadalajara, A.R.

"No peques más..."

H

emos escuchado las palabras de Jesucristo: «Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más». Palabras que todos deberíamos escuchar como dirigidas a cada uno de nosotros. Pero, para entender estas palabras, nos puede ser útil retroceder y recordar la sociedad en que fueron pronunciadas. Una sociedad en la que el adulterio (y especialmente de la mujer) era un delito condenado con la muerte. Una sociedad cuyo modo de entender y vivir la familia (y el lugar de la mujer en la familia) impedían cualquier indulgencia para con una adúltera. Por eso escandaliza el perdón de Jesucristo. No entienden el perdón porque, para ellos, el primer valor

era la ley. En cambio, es posible que a nosotros nos escandalice menos, pero no porque entendamos mejor el amor de Jesucristo, sino porque nuestra sociedad es muchas veces más indulgente, más relativista, respecto a la infidelidad matrimonial. No es ésta la actitud propia de Jesucristo. Él no relativiza como si cualquier conducta moral sea indiferente. Jesucristo lucha contra cualquier mal y su actitud no es ambigua. Pero –y esto es muy importante– su lucha contra el mal no tiene como meta el condenar al pecador. Todo lo contrario: lo que Jesucristo quiere es la salvación. No quiere la muerte sino la vida. No condenar, sino salvar. Dos enseñanzas fundamentales hallamos en la actitud de Jesucristo

ante los fariseos y ante la mujer sorprendida en adulterio: la primera es que ninguno de nosotros tiene licencia para condenar a nadie. Por una razón muy sencilla: porque todos somos pecadores. Ninguno de nosotros está sin pecado; ninguno de nosotros puede arrojar la piedra condenatoria. De esta sencilla realidad deberíamos acordarnos siempre, porque tenemos la piedra a punto de ser lanzada sobre quien sea. La segunda enseñanza es que la voluntad de Dios no es condenar al hombre pecador (este hombre pecador que somos todos), sino salvarlo. Esta es la misión de Jesucristo: buscar al que se perdió para llevarlo a la vida de Dios. Por eso dice: «Tampoco yo te condeno», y añade: «en adelante no peques más».

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