Hoja parroquial Arquidiócesis de Guadalajara, A.R.
Nº 8 • VII del Tiempo Ordinario, Ciclo A • 20 de Febrero de 2011
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Basta amar para ser gente de bien
T
odos estamos llamados a ser perfectos como Dios, santos como Él, y sin duda alguna el camino más fácil es el que más nos gusta, porque llena todas nuestras aspiraciones y necesidades al nacer en nuestra capacidad y nuestros sueños de amar. Amando es la única forma como podemos iniciar y continuar el camino para ser santos, que es el más corto para encontrar nuestra felicidad personal. Por ello, para ser santos el camino será amar al hermano, no guardarle rencor, cuando él falte se lo dirás para no cargar con su culpa, nada de venganzas; Dios nos da una única razón: “Sean santos porque el Señor, su Dios, es Santo”. El amor -diríamos en el lenguaje de hoy- es la más plena realización de todas nuestras capacidades y potencialidades.
Cada ser humano es el lugar de Dios En la época presente, hemos revalorado el mundo a partir del ser humano, nos hemos convertido, gracias a Dios, en los defensores de la humanidad. Parece esto una situación de moda, a partir de la Carta de los Derechos Humanos que la ONU publicó después de la II Guerra Mundial, en consonancia con los temores de volver a destruirnos. Sin embargo, esto no es nada nuevo, solo que lo habíamos olvidado. Ya San Pablo nos lo recuerda hoy en la Carta a los Corintios que hemos leído. Somos cada uno la construcción de Dios, pero no cualquiera. Somos el templo, el lugar en donde habita Dios y Dios mismo cuida de ese templo, es decir, de cada ser humano, porque somos algo sagrado. Esta es la sabiduría de Dios y todo lo que sea contrario a esto es insustancial, Dios va a defender con todo al ser humano: somos de Cristo y Cristo es de Dios.
…y las leyes de guerra, ¿qué? Pero nos damos cuenta de que llevamos muy dentro de nosotros una ley de muerte, destrucción y venganza. En tiempos de Jesús, la llamada “ley del talión”, del ojo por ojo, ya estaba prohibida; y aún así la seguimos reciclando,
reutilizando; nos sale de lo más hondo de nuestros odios y venganzas. Jesús ha inaugurado una nueva forma de relacionarnos -hombres y mujeres-, no solamente vivir de una forma neutral, sin hacernos daño, como si lo mejor fuera mirarnos de retiradito sin hacernos caso. La ley de santidad de Dios va más lejos: amar a los enemigos, rezar por los que nos persiguen. El camino para ser gente de bien en nuestro mundo no basta con ponernos bardas y zanjas para que otros no invadan nuestro territorio, nuestra privacidad; no basta que yo me confine en mis cosas y ya el mundo se compondrá. El único camino verdadero es amar a los demás. Y la razón nos la dice Dios: “Sean santos porque yo soy santo”. Por tanto, el único camino es amar sin medida para ser gente de bien. 1