Hoja parroquial Arquidiócesis de Guadalajara, A.R.
Nº 49 • II Domingo de Adviento Ciclo A • 5 de Diciembre de 2010
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Preparemos la Venida del Señor,
CONVIRTIÉNDONOS
E
l relato evangélico, como las lecturas de este segundo domingo de Adviento, nos invitan a “preparar el camino” para que el Señor pueda llegar a nuestro corazón, a nuestras familias, a los ambientes sociales donde nos movemos. Y la preparación tiene un nombre: “¡Convertirse!”. ¿Y de qué se trata esto? De purificar el corazón, arrepentirse de los pecados y mejorar nuestra vida con la gracia de Dios. La consigna del Evangelio es la conversión “Conversión” predica Juan el Bautista en el desierto. “Conversión” reclama Jesús al iniciar su predicación. “Conversión” es hoy la consigna de la Iglesia a todos los creyentes. La conversión supone una motivación, una gran esperanza, la cercanía del Reino de Dios. Y requiere un cambio radical en actitudes y comportamientos. No podemos vivir de ilusiones. Esta conversión, que se nos pide y necesitamos, tiene tres dimensiones: conversión a Dios, conversión a los hermanos, conversión a la naturaleza. La conversión pide frutos Una conversión sólo es auténtica cuando se acredita en las obras. El Bautista se enfrenta a la gente de
bien de su tiempo, exigiéndoles frutos de conversión. Todos debemos cambiar. Nadie puede hacerse ilusiones, creyéndose perfecto o alegando privilegios o influencias. De nada sirve ser hijo de Abraham, si no se es y se vive como tal. De nada sirve ser cristiano, si no se vive cristianamente. No valen los títulos; cuentan las obras y la vida. Tampoco podemos reducir nuestras relaciones con el prójimo a relaciones mercantiles, de explotación o manipulación. Y no podemos seguir explotando la tierra como lo hemos venido haciendo hasta ahora. Hay que cambiar. “Preparad el camino del Señor” Este cambio de conversión exige tomar las medidas pertinentes para hacerlo efectivo y eficaz. La Iglesia nos da la pista en este tiempo de Adviento. Nos invita a la oración, para sostener nuestra fe y levantarnos el ánimo y la esperanza. Nos exhorta a la caridad, para reforzar los lazos de solidaridad y fraternidad entre los hermanos. Nos recomienda austeridad -ayuno y abstinencia- para no abusar ni extinguir los recursos de la tierra. Pero está claro que cada quien debe confeccionar su propio paquete de medidas para acomodarlas a la situación y necesidades
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