Hoja Parroquial - 19 de septiembre de 2010 - num 38

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Hoja parroquial Arquidiócesis de Guadalajara, A.R.

Nº 37 • Domingo XXV Ordinario C • 19 de Septiembre de 2010

Fundado el 4 de junio de 1930. Registro postal IM14-0019, impresos depositados por sus editores o agentes INDA-04-2007-103013575500-106

De abusos, usos y carencias

E

n la vida ya secular de la Iglesia ha habido movimientos monásticos y grupos de eremitas que han vivido prácticamente desconectados del mundo, sin usar mucho de las cosas en su vida diaria y, por supuesto, sin dar pie a ningún tipo de abuso; es más, su vida se ha caracterizado por vivir una santa alegría en medio de carencias extremas. Pero hay que decirlo: son grupos privilegiados en épocas y en personas de una índole a toda prueba, para vivir en las fronteras más remotas de las exigencias cristianas. La generalidad de los seres humanos usamos de las cosas para nuestro bien, aunque también con frecuencia abusamos de ellas. Hoy, la Palabra de Dios nos invita a poner virtud de por medio en las cosas materiales y tener criterios para su verdadero uso. Dios no olvida El primer criterio con que nos encontramos es un grito justiciero del profeta en favor de los que son literalmente “exprimidos” y están en contra de la usura, de los que aumentan los precios en forma ventajosa para ellos y no tienen compasión de los pobres. Dios tomará muy en cuenta las actitudes de aquellos que sólo almacenan o atesoran para ellos mismos, en detrimento de la vida de la gente sencilla. Nosotros pensamos que basta con seguir las leyes de la oferta y la demanda que rigen el mercado, y nos aprovechamos en sacar ventaja propia sin importarnos el hambre, la salud o la pobreza

de muchos a nuestro alrededor. Dios jura no olvidar si hicimos algo en contra de los preferidos de su amor: los pobres. Rezar para que no nos impongan leyes en contra de la persona Hay un deber que tenemos los cristianos en el uso de nuestro tiempo, que es rezar continuamente por todos, pero en particular por las autoridades, puesto que la sociedad depende de que ellos gobiernen bien para que tenga libertades, se le respeten sus derechos y sea una sociedad más equitativa, sin tanta gente que sólo se dedica a acumular bienes terrenales, sin importarle el bienestar de los demás. Tenemos obligación y derecho, respectivamente, a vivir con piedad y con dignidad. Tenemos derecho a invocar a Dios verdadero, sin el sometimiento obligado de ninguna ley que nos lleve

a la perversidad. Cuando rezamos elevamos nuestras manos limpias; libres de cólera y discordia. En pocas palabras, hay que rezar constantemente para vivir bien. No se puede servir a Dios y al dinero Lo primero a lo que nos invita el Evangelio es a ser buenos administradores de nuestros bienes, de nuestro tiempo, de nuestras capacidades, de nuestros puestos en la sociedad…, porque debe ser inevitable entregar cuentas claras. Jesús alaba la astucia pero no la deshonestidad. Habrá que aprender a ser astutos para las cosas buenas. Él nos dice una verdad que, hoy más que nunca, tenemos que revisarla: “Si con el dinero sucio no somos de fiar, ¿cómo se nos dará en administración el dinero legítimo?”. En definitiva, usar, nunca abusar y ayudar, sobre todo, a los que tienen carencias elementales. 1


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