Hoja Parroquial - 4 de Septmiebre de 2011 - Num. 36

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Hoja parroquial Arquidiócesis de Guadalajara, A.R.

N.º 36 • Domingo XXIII Ordinario, Ciclo A • 4 de Septiembre de 2011

Fundada el 4 de junio de 1930. Registro postal: IM14-0019, impresos depositados por sus editores o agentes. INDA-04-2007-103013575500-106

¡Ve y corrígelo a solas!

M

ás allá de la corrección fraterna, estipulada por siglos, la Palabra sagrada nos da lecciones de verdadera humanidad. Esas ligas naturales que nos deben llevar a interesarnos por el bien de los demás. En nuestro tiempo, se han cargado los dados de una manera unilateral para velar por la autonomía de las personas. Algo valioso, entrañablemente digno de respeto, es sin duda esa divina dimensión de nuestras decisiones, donde cada uno es responsable de lo que suceda de nuestra epidermis hacia adentro. El fiel de la balanza parece no tener el contrapeso ineludible de la esencia humana, como debe ser la corresponsabilidad. Pareciera que toda advertencia en la conducta ajena se clasifica precisamente como eso: intromisión sobre los individuos, allanamiento de la frontera unipersonal que deshonra y pone en el banquillo de los acusados a quien osare inmiscuirse en asuntos ajenos más allá de las márgenes de la libertad individual.

Las lecciones de la historia Pareciera que aquella expresión heredada por generaciones de los abuelos sabios… “Nada de lo humano debe ser ajeno para cualquier humano”, una de aquellas enseñanzas milenarias, ponía los sucesos de los humanos en la palestra común: estas maneras de convivir manifiestan que todo lo que beneficie, agrade, ofenda o dañe a cualquier persona, debe ser materia de reflexión y razón válida para la preocupación de todos los seres humanos. En el extremo de la claridad, las abuelas recetaban una expresión contundente: “De un muchacho malcriado, cualquiera es su padre”. Atendía esta expresión a

las obras de misericordia espirituales que señala el catecismo: enseñar al que no sabe. Hoy, la autonomía y el individualismo parecen ser ejes inviolables y cercos insalvables entre los individuos y la sociedad. El dilema ya está sancionado: ser corresponsables o dejarnos ir al garete, sin que nos importe la conducta de cada quien. Actualidad de la enseñanza bíblica Sin embargo, la Palabra del Señor de la humanidad sigue siendo advertencia válida, modelo de conducta comprobado de solvencia y de eficacia para “saber vivir”. Además, una invitación que grava nuestra conciencia. “Si no le hablas al malvado, te pediré cuenta de su sangre”: así resuena la amonestación del profeta ante las conductas extraviadas de los que han decidido poner su ingenio al servicio del mal. Una amonestación con demasiada actualidad; consejo que resuena con un hambre insustituible de poner orden en la sociedad. Y el Evangelio, en boca de Jesús, nos advierte con sentido catequético que pretende enfrentar y resolver el problema de los conflictos comunitarios. El pecado no es solamente de orden individual o moral; se trata de faltas graves en contra de la comunidad. La liturgia de este domingo nos invita a reflexionar sobre nuestra corresponsabilidad comunitaria. La fe es una respuesta personal, pero se vive en el seno de una comunidad. Por eso, todos somos responsables de la vida de cada hermano. No se trata de poner tribunales, como una conducta farisaica para “evidenciar” a los demás; se trata de velar por la buena marcha de nuestras comunidades, poniendo como ingrediente esencial la caridad cristiana, puesta para el servicio de todos. 1


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