Hoja Parroquial - 3 de Julio de 2011 - Num. 27

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Hoja parroquial Arquidiócesis de Guadalajara, A.R.

N.º 27 • Domingo XIV Ordinario, Ciclo A • 3 de Julio de 2011

Fundado el 4 de junio de 1930. Registro postal IM14-0019, impresos depositados por sus editores o agentes INDA-04-2007-103013575500-106

Se da a conocer a la gente sencilla L a Buena Nueva, la nueva manera de vivir en el mundo y de preparar el Reino de Dios que aporta Jesús, no es aceptada por aquellos en cuyas manos está depositada la gestión y la custodia de la religión de Israel: los fariseos, quienes no pueden aceptar que Jesús hable con tanta libertad de la Ley y diga que es más importante el servicio al hombre y la paz de la conciencia; además, los sacerdotes y saduceos no pueden estar de acuerdo con alguien que “alborota el gallinero” y se entromete en el terreno que ellos consideraban exclusivamente suyo: el de la religión que ellos ya tenían bien estructurada. La Buena Noticia de Jesús no podía ser recibida por toda esa gente: los fariseos y sacerdotes, los “sabios y entendidos”, que tenían los intereses en otro lado. En cambio, la “gente sencilla” sí que lo podía entender. Jesús viene a decirles que lo que Dios quiere es que el hombre sea liberado de todo lo que le daña, y por eso, en nombre de Dios, cura a los enfermos. Y, al mismo tiempo, viene a decirles que las exigencias imposibles y complicadas de la Ley (la lista de preceptos que la gente sencilla ni siquiera conocía) no son la puerta imprescindible de la salvación. La Ley dejaba a la gente sencilla cansada y extenuada, y Jesús ofrece otra clase de “yugo”: no se trata de un conjunto de leyes arbitrarias, sino de un camino exigente (un “yugo”, no una invitación a que cada uno haga lo que le dé la gana) pero lleno de sentido, porque es el camino que dicta el amor que se experimenta en el interior del hombre y guía la manera de actuar (San Agustín dijo: “Ama y haz lo que quieras”). Por eso, tanto el convencimiento con el que Jesús se propone este giro religioso radical, como la manera en que vive el diálogo con el Padre, contienen un elemento profundo que es el que da sentido a todo. Este elemento profundo es la experiencia de ser el Hijo, de vivir en plena unión y conocimiento mutuo con el Padre. Las palabras con las que el Evangelio expresa esta experiencia no son fruto de ninguna elaboración teológica: son, simplemente, la manera como Jesús vive su misión. Y por eso Él dice que el camino hacia Dios no es el de la Ley -no es el de ninguna “sinagoga bien montada”, en palabras de Pedro Casaldáliga-, sino lo que el amor fiel y verdadero sea capaz de dictar en el corazón de cada hombre.

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