Hoja parroquial Arquidiócesis de Guadalajara, A.R.
N.º 19 • Domingo III de Pascua, Ciclo A • 8 de Mayo de 2011
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Crisis y Alegría L
a historia de los discípulos de Emaús, nos coloca ante un fenómeno que también puede experimentar cada uno de nosotros, así como la misma comunidad cristiana. Es el fenómeno de la crisis, o fases graves y delicadas que puede atravesar nuestra vida cristiana y la vida de la Iglesia. Los dos discípulos de Emaús habían seguido con sinceridad a Jesús, y se habían hecho sus amigos, poniendo en Él su esperanza: "Nosotros esperábamos que Él fuera el futuro liberador de Israel". Pero se encuentran con que Jesús ha muerto, y, naturalmente, consideran esta muerte como el fracaso y la desaparición de la acción de Jesús en el mundo. Desorientados, decepcionados y entristecidos caminan, discutiendo y comentando entre sí la crisis que están pasando... No nos resulta difícil, de una u otra forma, sentirnos representados en los discípulos de Emaús. Es normal que también tengamos, como ellos, unas ideas y formas determinadas de vivir; de entender la fe en Jesús, y nuestra adhesión a la Iglesia... y que todo esto se mezcle con prejuicios y sectarismos dentro de nosotros, aunque nos esforcemos para que no sea así. Así es nuestra forma de ser -como la de los discípulos de Emaús, y la de todos los apóstoles-: humana, indecisa, contradictoria, pecadora. Por eso, nos resulta conveniente, e incluso necesaria, la
crisis, como una etapa para decidirnos de nuevo, y convertirnos totalmente. Ya decía el Concilio que "la Iglesia necesitada siempre de purificación, va en continua busca de penitencia y de renovación" (L.G. 8).
Salir de la crisis Tenemos que hacer como los de Emaús: ponernos en comunión con Jesús, que camina entre nosotros, en el Pan y en la Palabra, ya que son la fuerza y la verdad para toda crisis. Lo que ahora esta estamos celebrando, es lo que hiciehicie ron y vieron los discípulos de Emaús: "Tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio...". Ellos comentaron: "¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino, y nos explicaba las Escrituras?". Debemos superar, pues, nuestros momentos de crisis con una fe más purificada. Examinemos tanto nuestras crisis personales, como las crisis que afectan a la Iglesia. Todos tenemos tendencia a una u otra de estas actitudes enferenfer mizas... ¿Intentamos evitarlo? ¿Cómo buscamos que la Palabra de Dios y sus sacramentos nos purifiquen? ¿Cómo acogemos a Cristo, que nos habla para nuestra corrección en los demás hermanos, y en los pastores de la Iglesia? Como a los discípulos de Emaús, Jesús también está entre nosotros para partir el pan, e invitarnos a su mesa, para que sepamos vivir de nuevo, y más a fondo, nuestra vida cristiana y la vida de la Iglesia. 1