Año LXXV Guadalajara, Jal., 8 de noviembre de 2009
No. 45
Aceptar el paquete
H
ace algunos años llegó un extraño paquete al correo de cierto pueblo, en Sudáfrica, procedente de Inglaterra. El empleado postal explicó al destinatario que había sido despachado “por cobrar” pero el hombre se negó a pagar los tres dólares, importe del correo. El paquete fue almacenado y el tiempo pasó. Llegó el momento en que fue puesto a subasta y adquirido junto con
otros envíos, por un comerciante de Arabia. La sorpresa que llevó este hombre fue mayúscula. Al desatar el paquete resultó que contenía un lote de joyas valorada en unos cincuenta mil dólares. Una lacónica nota aclaraba que lo enviaba Mary, la hermana mayor de Ted, como parte de la herencia recibida de su madre. Se buscó al heredero que había rehusado el pago postal, pero éste acababa de morir en su cuarto de una miserable pensión, donde vivía. El parte policial mencionaba que se habían encontrado en sus bolsillos unos dieciséis dólares. Su compañero de cuarto explicó que en el momento de ir al correo tenía el doble de esa cantidad, pero se había negado a pagar los tres dólares. Cada día es una especie de paquete cerrado aún, lleno de oportunidades. El remitente es Dios. ¿Estaremos dispuestos a pagar el precio necesario para tener derecho al tesoro que contiene para nosotros?