2 minute read

RECOLECCIÓN DE JAIBAS, un oficio que sobrevive

Hace aproximadamente 30 años, una familia alamorense, llega a una isla conocida como “La Plástica”, que se encuentra muy cerca de la Isla Puná, quienes, a raíz de la escasez económica, se ven en la necesidad de aprender oficios relacionados a la pesca, empezando con la recolección de larvas de camarón, labor que les permitió solventar los gastos de su hogar, pero con el tiempo desapareció.

Advertisement

Posteriormente llega a la Isla donde radicaba esta familia, un grupo pesquero de ciudadanos extranjeros puntualmente de China, quienes les enseñó sobre el proceso de como capturar jaibas y posteriormente venderlas, convirtiendo este oficio en su nueva fuente de ingresos por ya aproximadamente tres décadas.

Aunque la generación de jaiberos en Puerto Bolívar con el pasar del tiempo y el poco aprovechamiento que se le da a este producto, ha provocado un declive en la continuación de este oficio. “Don Pancho”, seudónimo con el que conocen a Francisco Paladinez de 54 años, nos cuenta que desde los 24 años de edad aprendió sobre el proceso de recolectar este crustáceo, comenta que toda su familia siempre ha estado ligada a este tipo de actividades y lamenta que esté en riesgo en desaparecer, ya que actualmente la parroquia Puerto Bolívar cuenta solamente con dos familias que se dedican a este oficio. Los recolectores de jaibas, comienzan su jornada de trabajo a partir de las 5 de la mañana, con el desayuno ya en la mesa, estos jornaleros se preparan para la rutina dia- ria que consiste en dirigirse a sus embarcaciones para conducir hacia las zonas del mar donde tienen colocadas “las trampas” que permiten la captura de esta especie.

“Nosotros mandamos a elaborar con un soldador las trampas, las mismas que consisten en una estructura de varilla con forma rectangular, trallada con piola en forma de red, para luego colocar dentro, pescados pequeños como carnada, la jaiba ingresa por uno de los orificios y una vez dentro se enreda en el trallado, lo que le imposibilita escapar”, manifestó Edinson Paladinez. Don Edinson Paladinez, otro miembro de esta familia que se dedica a esta labor, nos comenta que después de colocada la trampa, el jornalero se dirige a la zona donde el día anterior dejó instalada la estructura, para recoger los crustáceos producto de la faena, clasificándolo entre los que se encuentran en buen estado y desechando las jaibas en condiciones no óptimas, por lo cual se toma en cuenta el tamaño “del cacho” que debe tener una medida de 10 centímetros para que tenga las condiciones necesarias para la cosecha. El cacho hace referencia a las puntas que tiene de extremo a extremo en el caparazón de esta especie de crustáceo. Posteriormente se arman las gavetas que serán llevadas al muelle ubicado en Puerto Bolívar donde se encuentra la planta que recibe este producto, mismo que luego es enviado a la planta de procesamiento en Guayaquil, donde despulpan el producto para su exportación.

Una de las principales preocupaciones de estos jornaleros radica en el temor que sienten al trabajar en alta mar y ser víctimas de los delincuentes conocidos como “Piratas”, pues asocian a esta problemática el hecho de que muchos jaiberos se estén retirando de este oficio, anhelan no ser la última generación y que otras familias sigan en esta actividad que ayuda a la economía de la zona pesquera de Puerto Bolívar.

This article is from: