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Clase 2023

Por: Fernanda Tusa

Me confieso como defensora de las clases virtuales, de las sesiones por zoom, el aula virtual y las pantallas como medio de aprendizaje emergente que llegó para quedarse, en un momento crítico en la historia de la humanidad. Sin embargo, en este semestre de retorno a las aulas, después de dos años de pandemia global, me he dado cuenta de que la presencialidad tiene un componente que ningún otro medio o formato puede superar y se trata del calor humano, el diálogo cercano, la conversación atenta, el sentirte acompañado, reírte con otros.

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Aquí no sirve desconectar el audio, apagar las cámaras, no funcionan las excusas, los silencios, ni siquiera las ausencias. Día a día vemos en vivo y en directo al profe, a tus amigos, sin filtros ni distractores. Ya no está habilitado el chat, sino que apelas a tu creatividad para idear modos de hacer llegar tu mensaje al otro, sea con papeles, señales o miradas. No existen las salas de zoom, pero sí el trabajo en equipo donde uno y otro hacen lo mejor que pueden con lo que tienen. Hay componentes alternativos que sí funcionan en la presencialidad, por ejemplo, tenemos las dramatizaciones, los estudios de caso, el cine como herramienta de aprendizaje y una ventana abierta al sentido del humor y el potencial de la risa en el aula, según refieren los investigadores Germán Payo (2007) y Begoña García (2010).

Desde mi testimonio puedo decir que estoy muy feliz de volver a conectarme en esta realidad ‘real’ con mis queridos estudiantes, a quienes estimo mucho y los aprecio aún más, quienes se han convertido en un motivo muy inspirador para levantarme cada mañana y saber que en clases vamos a disfrutar la aventura del saber con humor, compañía y valiosas lecciones, donde se combina la vida y la academia, la calle y la ciencia, la experiencia y la teoría. Y es que la enseñanza situada, el vínculo entre la escuela y la vida permiten al educando lograr una educación integral; es decir, se resignifican los relatos de vida a través de la resiliencia y la autoestima, en palabras de Barriga y Arceo (2006). Cada mañana, camino al trabajo, mientras el auto se va desplazando por una ciudad pequeña y convulsa en ciertos momentos, miro la ventana y me reconozco como maestra de una juventud maravillosa, nuestra juventud al sur del país, aquellos y aquellas que tienen un potencial extraordinario, pero solo ellos lo sabrán descubrir en su caminar. Mientras tanto, les agradezco, por darme el enorme orgullo de ser su docente y tener ese privilegio que muchos quisieran, porque nuestros estudiantes son, en definitiva, “aquellos regalos que la vida nos mandó en forma de personas”.

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