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EL VIEJO MUELLE

Por: Ana Lilia Ludeña Pazmiño

El Viejo muelle, inspiración de romance y poesía, testigo de pañuelos agitados al viento en reencuentros y despedidas, lugar de donde salían los comerciantes, estudiantes o turistas hacia Guayaquil y otros puntos de nuestro archipiélago.

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El 9 de mayo de 1902 (según los archivos) se inauguró gracias al trabajo del ingeniero francés Gastón Thoret Jäger, visionario constructor, grandes figuras pasaron por aquí hasta el mismo viejo luchador, Eloy Alfaro.

Ahora en muelle se ha ido! el terremoto del sábado 18 de marzo del 2023 ocurrido en Machala, dejó bajo las aguas del Océano Pacífico más de 100 años de historia y nosotros lo vimos irse sin nada que podamos hacer.

Desde mis recuerdos, veo a mi padre cargándome para saludar a la virgen María que reposaba en una pequeña urna de cristal a la entrada, a ella se encomendaban los navegantes para que no esté bravo el mar, así decían. Recuerdo al muelle con el ir y venir de gente y los gritos desde pequeños botes diciendo a la tripulación: “brazos y manos adentro”, para que al llegar nadie se lastime. En el piso, enormes maderos, algunos rechinaban y entre otros, se dejaba ver la marea, ese era nuestro punto de partida hasta Jambelí para disfrutar de la playa, el techo tenía una estructura de hierro entrecruzada y un faro que brillaba, así sabíamos que estábamos arribando a Puerto Bolívar.

Años después fue remodelado y reinventado como un espacio destinado a manifestaciones artístico – culturales. En ese escenario, el ruido del mar se fundía con los aplau- sos de las presentaciones artísticas, era un lugar para el romance, las viejas historias que contaban los abuelos o simplemente donde se podía degustar un helado de coco viendo el atardecer.

¿Seremos osados al reclamarle a la naturaleza algo que es nuestro? queremos volver a ese punto en donde el hombre se funde con la belleza del paisaje, queremos ver emerger a este pedazo de nuestra memoria, que de la tragedia podamos tener esa esperanza de ver nuevamente brillar la cultura y nuestras tradiciones. Los orenses estamos hechos de montaña, de ríos, de bosque, pero también de mar, por eso anhelamos verlo surgir cual poseidón al viejo muelle, cual centinela y guardián de nuestro Puerto, que la tragedia no nos arrebate este icónico lugar, mientras tanto, aquí estaremos como en otros tiempos, agitando pañuelos en el malecón hasta reencontrarnos nuevamente.

El pasado 17 de febrero acompañamos a Alonzo Pineda, un apicultor artesanal que lleva dedicando 6 años de su vida a esta actividad; y tuvimos la oportunidad de observar cómo recolectaba la deliciosa miel de abeja.

Esta maravillosa aventura comenzó a las 14:00 y nuestro destino era el sitio San José, parroquia Bellavista. A las 14:30 llegamos, bajamos del auto y don Alonzo nos entregó un traje de color blanco y de tela muy gruesa, un velo, guantes de considerable volumen y un par de botas, ya que, en palabras de nuestro amigo, todos estos elementos son para prevenir posibles picaduras y así trabajar a gusto. Aunque claro, esto depende del humor de las polinizadoras.

Al mismo tiempo, Juan, su compañero, preparaba el ahumador con fuego y aserrín. Una vez que estuvimos preparados, fue el momento de la acción.

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