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El primer ciclo ESO, un hito más en la historia de nuestro centro

El primer ciclo ESO

un hito más en la historia de nuestro centro

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Por Fulgencio Puche

En el curso 2002-03 con gran ilusión, y a la expectativa, nos incorporamos a nuestro querido IES Cañada de las Eras un grupo de maestras y maestros y un muy numeroso grupo de alumnas y alumnos, provenientes de la práctica totalidad de los Colegios de Primaria de Molina de Segura. Cuando celebramos el 25 aniversario miramos atrás y lo podemos ver como un pequeño cambio en la fructífera vida del Instituto.

Con ilusión porque era un nuevo reto en nuestra vida profesional, pues íbamos a un centro mucho más grande de los que veníamos y con una organización y plan de estudios distintos, aunque los alumnos eran del mismo tipo (alumnas y alumnos que solíamos tener en 7º y 8º de la extinta Educación General Básica) Y a la expectativa porque suponía salir de “zona de confort” (lo conocido hasta entonces) e ir a lo desconocido: nuevos compañeros, alumnos nuevos. Y una nueva dificultad, en el caso de los alumnos nuevos no los habíamos visto con anterioridad ni en el patio de recreo de nuestro centro( cosa no baladí pues recibir alumnos desconocidos en nuestro centro de procedencia siempre era solucionado con la conversación informal con la compañera o compañero que lo había tenido el año anterior) Para nosotros por formación y experiencia el conocimiento y relación personal con el alumno era fundamental, con independencia de los expedientes académicos, también importante. El desconocimiento previo del alumno era suplido, como he dicho anteriormente con el contacto con profesores anteriores.

Pero la mayoría de esas incertidumbres fueron superadas en los primeros días, incluso en contactos previos, pues el recibimiento que se nos dio fue excelente. Desde el minuto cero se nos integró como si estuviéramos años en el centro. Quiero aprovechar la oportunidad que me brindan estas líneas para agradecer tanto al equipo directivo (director y jefes de estudios) de aquel curso y posteriores, y a los Jefes de Departamento el que nos hubieran facilitado tanto las cosas para la mejor integración en la actividad educativa de nuestro centro, así como

«los compañeros asumieron rápidamente como propia la tarea de integrar a todos esos “ruidosos y extraños” alumnos y alumnas con los que en otros cursos no estaban familiarizados»

al resto de compañeros tanto de la ESO como de Bachillerato, como de los Ciclos Formativos. En mi caso, me tomo la licencia de citar a Pedro Fernández, jefe del departamento de Biología, que se esforzó permanentemente porque los dos compañeros que nos incorporamos al departamento nos sintiéramos arropados, cómodos y con todos los medios que pudiéramos necesitar, dentro de las limitaciones existentes en ese momento. ¡Gracias Pedro!

Esto hizo que, en términos educativos, permitiera una adaptación muy rápida y que, como consecuencia de ello también se facilitara la integración de las alumnas y alumnos que llegaron con nosotros y que para ellos la situación era parecida. En mi opinión, permitió así mismo que los compañeros que ya estaban en el centro y que también afrontaban aquella situación desconocida, asumieran rápidamente como propio la tarea de integrar a todos esos “ruidosos y extraños” alumnos y alumnas con los que en otros cursos no estaban familiarizados. Todo ello redundó en un salto cualitativo importante en el “Cañada”, no solo en cuanto al número, sino en la riqueza educativa que supuso la aportación de aquel importante número de personas que se incorporaban a la vida educativa de nuestro centro: tales como los proyectos de los departamentos, los proyectos transversales del centro, etc... En mi caso recuerdo con cariño la apuesta tan importante que se hizo en el desarrollo de las Prácticas de Laboratorio. Pero esto solo es un ejemplo de la vida tan creativa y viva del Cañada, reconocida en nuestra ciudad cada vez más. De la cual la comunidad educativa debe sentirse orgullosa, pues es el reconocimiento a un trabajo bien hecho durante los años de vida del centro, cada uno de ellos con sus retos específicos.

El final de mi vida profesional fue en “El Cañada” y no tengo la sensación de haber cortado emocionalmente con su comunidad educativa, especialmente con su claustro de profesores ¡Gracias compañeros! Siento nuestro centro como mi propia casa (y eso es debido a que fui muy bien acogido, pude realizar profesionalmente la mayoría de mis inquietudes y me sentí bien tratado por todos los compañeros y equipo directivo).

En definitiva, estos sentimientos no responden ni a méritos propios ni a un impulso de tratar de quedar bien; son consecuencia de que he tenido la suerte de compartir mi trabajo con los miembros de una institución muy importante para nuestra ciudad. ¿Acaso no lo es formar a los jóvenes que en el futro dirigirán, junto con otros, el destino de nuestra ciudad y las vidas de los que en ella viven? ¿Qué tarea hay más bonita que esta?

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