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El portugués do Brasil Claudia Martínez
from La sílaba #6
EL PORTUGUÉS DO BRASIL
Claudia Martínez
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Claudia Martínez es "mexicarioca", migró a Brasil en el 2013 donde vive y trabaja actualmente como traductora y profesora de idiomas. Además de escribir, disfruta la lectura, el baile, la música, las charlas y los debates sobre historia, política y sociedad. Es creadora de los Blogs: “Español con Raíces” y “Palabras de Nómada”, donde comparte contenido didáctico para el aprendizaje del español y también sus escritos. Además, produce junto con Mariana Velasco, el podcast: “De la Representatividad a la Palabra”.
¿Qué bonito suena el portugués verdad? Qué cadencia tie‐nen sus palabras, qué ritmo gostosón que te dan ganas de bailar samba. Felicidade, Pessoas, sabedoria, Capoeira, Menino, Garota de Ipanema, Caipiriña, bosanova…
Yo llegué a Rio de Janeiro en el 2013, vine para estudiar y hacer una investigación sobre las lenguas de Brasil. Sí, las lenguas, porque, además del portugués, existen el tupí, el guaraní, kayapó, baniwa, terená, guajajara, ticuna, krenak, pataxo, y unas más de 100. Y sus hablantes son los pueblos originarios que habitan este vasto país desde hace más de 500 años y que desde entonces sembraron, cultivaron y protegieron a la tierra hasta la inva‐sión de los colonizadores europeos y, bueno, esa historia nos es muy familiar en México. Pero volviendo a mi investigación, el portugués brasilero guarda la memoria y la resistencia de esos pueblos en mu‐chas de las palabras que se usan en la vida cotidiana.
Ipanema, por ejemplo, es de origen Tupi y significa “Aguas Turbias”, Capoeira, también del tupi es “Campo viejo”. O Ipiranga del Tupi “Rio rojo” o incluso su famoso estadio Maracaná del tupi “Papagayos juntos”. Y es así como empiezo a entender el porqué de ciertas confi‐guraciones arcaicas y violentas de la sociedad brasileña, específicamente de la carioca. De hecho, la palabra carioca también tiene su origen en el Tupi y significa “Casa de hombre blanco”. Curiosamente, Rio, la ciudad maravillosa es la segunda ciu‐dad con más personas auto declaradas Negras en Brasil, o sea, es una ciudad maravillosamente Negra. Todo lo mejor que se exporta culturalmente de Brasil tiene origen africano, su música, su gente, su gastronomía. Y eso también lo dicen las palabras que vinieron de África para enriquecer el vocabulario del portugués do Brasil, así como sus hablantes que llegaron de diferentes etnias y regio‐nes de ese continente. La primera palabra que aprendí fue Iemanjá, de la lengua Io‐rubá, la Diosa de las aguas saladas, así como los demás dio‐ses y diosas iorubás o orixás que conocemos de nuestros vecinos del Caribe. Aprendí que Berimbau, el instrumento estrella de la Capoeira, es una palabra de origen Quimbundo, una lengua bantú hablada en Angola. Así como la palabra Samba, que vino junto con la música y las danzas de los pueblos bantús que también llegaron de Ango‐la. Del mismo origen, también la palabra Misanga, que son con‐chitas o piedritas de vidrio que se usan en los rituales o rezos de las religiones afrobrasileñas, pero que también están muy presentes en las culturas indígenas como parte de su esté‐tica. Y así suena África en el portugués do Brasil, cachaça, bunda, cachimbo, acarajé, cafuné, batuque, candomblé, jongo, ma‐rimba, zensala, axé. Y una de mis palabras favoritas, Dengo, que significa, un gesto de cariño, algo así como nuestro “Apapacho” mexicano.

Y todo esto podrían parecer simples palabras, pero tanto dicen en el fondo. Más allá de su etimología y de su bella so‐noridad, para mí y para muchos que, como yo, llegamos a Brasil con la esperanza de ver un pueblo alegre y pacifico rodeado de música y amor, estas palabras significan mucho más. En ellas hay mucha historia, principalmente de lucha, de resistencia, de persistencia de un pueblo que, con sus ma‐nos, su sangre y su sudor construyó este país que hoy se llama Brasil. Personas que fueron obligadas a dejar sus tierras y que tra‐jeron con ellas toda su herencia no sólo cultural, sino también histórica. Personas de quienes sus descendientes hoy se ven en la necesidad de continuar luchando a veces hasta la muerte por tener la dignidad y el respeto que se merecen: Ágatha Vitória Sales, Jenifer Cilene Gomes, Kauê Ribeiro, Pedro Gonzaga, Dyogo Xavier de Brito, Kauã Rozário, João Pedro Mattos, Wilian Augusto da Silva, Miguel Otávio Santana da Silva, Anderson Gomés, Marielle Franco. En paz descansen y que nunca se olviden sus nombres. Son los nombres de niñas y niños, de jóvenes, de personas Neg‐ras que no vivían en Copacabana, que no se bañaban en las aguas turbias de Ipanema y que tal vez nunca apreciaron la ciudad maravillosa vista desde arriba, a lado de la estatua del Cristo Redentor. Son personas que fueron víctimas de la violencia institucional. Y es entonces que me di cuenta que en México y en Brasil tenemos una palabra en común, herencia de los europeos, del italiano raza que, con la ayuda de la aristocracia france‐sa, se juntó con el sufijo ismo para formar la tan sonada ideología del Racismo y que los alemanes se encargarían de institucionalizar más tarde. Racismo, racismo, racisme, la herencia maldita que no es tan sólo una palabra. Es la historia que nos quieren ocultar.