4 minute read

Soliloquio Marco Antonio Hernández Aguilar

Next Article
Diana Valdez

Diana Valdez

Soliloquio (De la suerte como un bien escaso)

Marco Antonio Hernández Aguilar

Advertisement

Egresado de la Licenciatura en Ciencias Políticas y Administración Pública de la Facultad de Estudios Superiores Acatlán, UNAM. Ha publicado diversos ensayos, minirelatos y cuentos. Participó en el Proyecto de Investigación Conacyt 312027 “La emergencia de las noticias falsas en el ámbito de la salud en el contexto de la pandemia COVID-19 en México: discursos y construcción simbólica de los actores sociales”. Líneas de investigación: Populismos, Posneoliberalismo y Democracia Contacto: hdezantonioa1@gmail.com

Mi nombre es Benito Dalí Juárez Díaz. Mi padre dice que mi nombre representa tesis, antítesis y síntesis del acontecer histórico-político nacional. Mi madre dice que mi padre es un soñador trasnochado. Nací un 21 de marzo, es decir al inicio de la primavera. El ejercicio dialéctico que dio origen a mi existencia es el responsable de mi falta de esperanza. Soy escaso de suerte, algo que se vuelve indispensable cuando uno vive en el país de la eterna crisis. Muchos culpan a nuestra idiosincrasia de los traspiés que nos llevan a dar un paso al frente y luego dos para atrás. Me considero agnóstico, pues no debo prescindir de lo más elemental del ser humano: la fe. Quien no tiene fe carece de humanidad. Debo dejar claro que no debemos confundir fe con suerte, porque quien lo hace peca de optimista. Continuando con mi biografía, les cuento que vivo en los suburbios. En el Establo (Estado) de México, el inframundo de nuestra civilización. Lugar surrealista (como anillo al dedo para mi segundo nombre). Me considero liberal, aunque he crecido en una familia conservadora. Como mencioné al principio, la intención de mi padre fue darle sentido histórico a mi existencia. Que mi nombre trascendiera mi propia existencia. No soy yo, soy lo que estuvo antes de mí.

Origen y destino. Una prolongación de metas inalcanzadas. Quien diga que el pasado, pasado es, se equivoca. Digamos que el pasado nos da certidumbre de que algún día, al final, ya no estaremos. Tengo 23 años, estoy por concluir la licenciatura. Como ya lo mencioné, tengo fe. Tengo fe, porque carezco de suerte. La suerte que requiere todo ser que ha nacido en el tercer mundo. La perra suerte, la maldita suerte. — Benito, tienes que trabajar duro, porque no naciste guapo ni rico— me dice mi madre mientras me acaricia el cabello.— Aquí la única forma de triunfar es tomando como ejemplo a los que tienen. Su sacrificio, su manera de entender la vida desde el esfuerzo.

Sonrió. ¿Cómo decirle que no a mi madre? ¿Cómo explicarle que es muy probable que naciendo pobre me muera siendo pobre, porque nací en un país en el que eso que se llama movilidad social es una falsa esperanza? ¿Cómo explicarle que no tengo suerte, que por más que me despierte temprano, trabaje y estudie, mi esfuerzo jamás será recompensado por un sistema que nos quita todo, hasta la vida misma? — Dalí — me dice mi padre. — Recuerda que hay veces que el pato nada y hay veces que ni agua bebe. Vuelvo a sonreír. ¿Debemos vivir buscando la luz al final del túnel? Me hace falta suerte, quizás una pizca de tiempo. Todo es relativo, menos la angustia. Ayer me dio un ataque de ansiedad mientras me encontraba frente aquella pared blanca. No había nada, no había certidumbre, no existía ni una señal de lo que podía esperar. Esa es la vida. Algunos tratan de hacerme pensar que la especulación es una forma de darle certidumbre al ruido que enmaraña mi cabeza. Vivo esperando el día de mi suerte. Vivo y muero

cada 24 horas, siete días a la semana. Camino sin tener en cuenta lo inútil de mi esfuerzo. El desengaño nos ha hecho creer en una vida más allá de este plano. Nos ha hecho creer que somos individuos poseedores de un destino. Nos reafirmamos desmarcándonos de los demás. Yo no soy como ellos. Yo sé más, yo soy más. Infringir el orden de las cosas genera reacciones adversas. Como decía, no tengo suerte. Mi padre dice que la suerte se despierta a las 5 de la mañana, que hay que levantarse temprano para alcanzarla. ¿De dónde diablos sacará tantas patrañas? Mañana será otro día, es el mantra de los que debemos olvidar la constate frustración que nos deja el ver el mundo que han dejado en nuestras manos. Una bola de fuego. Es curioso que quienes destruyeron la posibilidad de un mejor futuro nos aconsejen sobre lo que debemos hacer para mejorar. ¿Quién no está asqueado de sí mismo? Basta ya de tanto amor propio fingido. Basta de mirarse al espejo y ser políticamente correcto con uno mismo. Ese es el gran triunfo del sistema: individuos autocompasivos. Ellos compran, se venden, aceptan y no cuestionan. Critican al que no se aliena. Teóricamente, damos vueltas en círculos persiguiendo nuestra cola. Prácticamente, no tenemos nada que decir. Confieso que tengo fe, pero carezco de suerte. Prometo que me disolveré, con mis anhelos ante la cruel realidad de un destino incumplido. Destino manifiesto, una moneda al aire. Cara o cruz. Vida y muerte: Resurrección. Camino siendo un cúmulo de expectativas ajenas. Soy evaluado a cada respiro, a cada latido. ¿Merezco el grado de ser humano? Soy Benito Dalí Juárez Díaz: tesis, antítesis y síntesis de una historia inconclusa, pero circular. Revolución, reforma y contrarreforma. Estructuralmente falto de suerte.

This article is from: