12 minute read

por Eduardo Sota / Página

política

ATILIO Y OBREGÓN:

Advertisement

TRAGEDIA Y POLITIZACIÓN DE LA MEMORIA*

por Eduardo Sota

Ricardo Obregón Cano fue el primero en recibir el premio “José María Aricó al compromiso social y político” instituido por la Facultad de Filosofía y Humanidades de la UNC. Un merecido reconocimiento institucional al ex gobernador de Córdoba, destituido el 27 de febrero de1974 en lo que se conoció como “el navarrazo”. En el Centro Cultural Néstor Kirchner, con un auditorio repleto de público, se presentó “1973, Escritos para Ricardo Obregón Cano”, trabajo del que forma parte este ensayo de Eduardo Sota y compilado por Luis Rodeiro, Diego Tatián y Guillermo Vázquez.

pensar un pais con justicia social

De dispares orígenes y trayectorias sociales, aunque partes del universo común de la resistencia peronista, no es posible, sin embargo, pensar a uno escindido del otro puesto que ambos encarnaron y llevaron a cabo en el plano gubernamental, las aspiraciones políticas y sociales que se fueron entretejiendo y potenciando durante el largo período de proscripciones y persecuciones del movimiento nacional y popular; por otra parte, dicho binomio selló en el imaginario popular cordobés la síntesis de aquellas demandas y contenidos políticos de carácter progresista que recogían lo mejor de nuestras tradiciones políticas.

En efecto, en ocasión de esta merecida Jornadas de homenaje al ex gobernador Ricardo Obregón Cano a iniciativa de la Facultad de Filosofía y Humanidades (UNC), no querríamos que nuestra intervención se limitara a la reseña de la trayectoria y perfil de dicho dirigente, por cierto, luminosa y sugerente en sí misma, sino a lo que fue la expresión más alta de representación, en términos políticos institucionales, de las luchas populares y democráticas llevadas a cabo en nuestra provincia y cuya construcción colectiva fue plasmada y compendiada bajo el liderazgo de Obregón Cano y Atilio López. A la par de esta manifestación de ensanchamiento de la esfera pública en términos democráticos, ambos son expresivos y epítomes de una tragedia, tanto en el plano individual como colectivo; tragedia que sobreviene a quienes apostaron a desafiar el orden dado cayendo sobre ellos la ruina física y moral. Esta saga, lejos de estar encastrada en un pasado lejano pervive aún en nuestros días, precisamente porque la ideología inspiradora de aquellos viejos inquisidores no deja de estar vigente en la cultura política cordobesa, cuya clase política parece juramentada en prescribirnos que el orden político dado es inalterable y perpetuo y ese es el sino de la tragedia.

Sin embargo, nuestra mirada no pretende estar teñida por la nostalgia o la melancolía por las referencias perdidas sino orientada por el recorrido que lleva de la memoria a la política, es decir, por identificar cuanto de los actuales dilemas y problemas que surcan al movimiento popular cordobés son deudores de la (i)resolución de aquella aciaga etapa. En efecto, la politización de la memoria es imperiosa, como señala Todorov, so pena de incurrir en los riesgos de una memoria literal sumergida en la ritualización del pasado ya sea para sacralizarlo o refugiarse en la evocación obsesiva, la que sólo se supera a través de la memoria ejemplar en la que el pasado es usado como lección y arma crítica para actuar en el presente, a saber, en este caso, para remontar las promesas incumplidas de aquel promisorio proceso insinuado y encabezado por los compañeros en cuestión.

Veamos, a título de esbozo, el itinerario de cada uno de ellos y su convergencia en un proyecto que los encontraría personificándolo. Partícipe precoz en las lides políticas, el Dr. Obregón Cano ocupó una banca de senador provincial y, luego, asumió como funcionario de gobierno en los ’50; en el ’62, a pesar de haber sido electo como diputado nacional, finalmente no asumió pues los comicios se anularon. A pesar de ello y de la proscripción del movimiento de pertenencia, sus actividades políticas prosiguieron durante toda la década del sesenta. Por otra parte, el “Negro” Atilio, joven luchador del gremio de transporte y tempranamente Secretario General de la CGT local encabezando el sector denominado legalista, va a atravesar todas las luchas políticas y sindicales de la década del sesenta hasta convertirse en uno de los protagonistas decisivos, junto a Elpidio Torres y Agustín Tosco, de las jornadas históricas del “Cordobazo”, “culminación de un proceso político social de reforma democrática conducida por los sindicatos, que supieron constituirse en vanguardia de una ciudad” (Garzón Maceda). Ambos dirigentes se imponen a los sectores ortodoxos en las elecciones internas y alcanzan la gobernación en marzo de 1973, vehiculizando las aspiraciones de transformación de los sectores más dinámicos de la sociedad. En los escasos meses de gestión el gobierno tomó, sin embargo, importantes medidas tales como “el Estatuto del Empleado Público, protegió legalmente a los docentes privados, democratizó el crédito, e intervino activamente contra la excesiva intermediación en la comercialización de la carne” (Roberto Ferrero). Aguijoneados por las tensiones y contradicciones políticas, fuertemente antagonizadas, que cubrían el territorio nacional y provincial, el proceso democrático y popular abierto a partir de ellos desemboca en una inédita sedición policial el 27 de febrero de 1974 encabeza-

da por el jefe de policía Navarro. Un oscuro período de retroceso y persecuciones se abate sobre la provincia, caracterizado por la intervención armada e ilegal de grupos ultraderechistas provocando muertos y “desaparecidos”. Ese mismo año, el “Negro” Atilio es asesinado. Obregón Cano parte, poco después, al exilio y es encarcelado en el regreso a la democracia. Una vez liberado, volvió a Córdoba y, actualmente, reside en Buenos Aires.

Este infausto destino que se impone a estos luchadores a partir de los acontecimientos desatados por el “navarrazo” no expresa sino el errático camino que de ahí en más va a ir transitando el movimiento popular como una trama que anticipa, a modo de preámbulo, el Estado Terrorista instaurado el 24 de marzo de 1976.

Ahora bien, esta breve crónica, retrato de un no menos breve pero intenso período de nuestra historia local, adquiere un cabal sentido y guarda un interés relevante desde nuestras preocupaciones políticas actuales conectándola, precisamente, con aquellos aspectos del presente que se muestran opacos y parecen guardar, aparentemente, escasa relación con aquella épica inconclusa. Al menos dos son los aspectos que pretendemos destacar y que, si bien en principio no guardan familiaridad entre sí, se refuerzan mutuamente en el común desconocimiento de las raíces emancipatorias del peronismo. Veámoslo sucintamente: el derrotero frustrado del gobierno de Obregón y del Negro Atilio tuvo como secuela la entronización, hasta la actualidad, de una dirigencia peronista conservadora, sea en la oposición o en la gestión gubernamental; a su vez, desvinculada de aquellos contenidos populares y democráticos, y valiéndose de esa imagen hegemónica, determinados sectores progresistas pueden adherir entusiastamente al kirchnerismo caracterizado como una suerte de “anomalía” en tanto fenómeno político original, negando simultáneamente, su raigambre y pertenencia peronista. En esto consiste, precisamente, nuestra pretensión de politizar la memoria, lo cual supone no el ejercicio de reproducir lo acontecido tal como verdaderamente pudo haber sido sino “en adueñarse de un recuerdo tal y como brilla en un instante de peligro”, como señala agudamente Benjamin. El peligro que corren los acontecimientos políticos aquí narrados es la conmemoración testimonial, memorialística pero despolitizada, cuando de lo que se trata es que aquella circunstancial “historia de los vencidos” tiene que ser recuperada para que en la práctica política consumemos aquello que debe ser: la reapropiación en clave democrática y popular del peronismo cordobés y, como efecto, la desmitificación de su desafiliación con el kirchnerismo.

En relación al primer aspecto, y he aquí la secuela trágica del “navarrazo”, ha tenido el corolario de que aquello indomeñable de la política argentina fue, finalmente, despojado de sus aristas revulsivas para convertirse en un socio razonable del “consenso” dictaminado por el statu quo, reafirmando la tradición conservadora como canon legítimo de nuestra cultura política cordobesa. En efecto, a poco tiempo de andar la democracia recuperada, el peronismo se deshizo de los sectores manifiestamente retrógrados para adoptar una orientación de acompañamiento y funcional a las políticas neoliberales implementadas en la década de los noventa y luego como gobierno, en los primeros años del presente siglo, con exclusión de los sectores y demandas populares que cobija en su propio seno. Por contrapartida, el mejor banco de prueba de sus compromisos ideológicos fue su posicionamiento frente a lo que fue la demarcación del campo político argentino del gobierno popular instaurado a partir del 2003: una, la apuesta por la patronal ‘rural’

pensar un pais con justicia social

a propósito de las retenciones móviles de la Resolución 125; la otra, y actualmente en marcha, es que el “cordobesismo” se ha erigido claramente como un proyecto alternativo, por derecha y en confrontación, al encabezado por Cristina de Kirchner. Esta saga, no muy diferente al de otras conducciones peronistas provinciales, ha contribuido a alimentar una presunta brecha entre el carácter inaugural y novedoso del kirchnerismo y el agotamiento de un peronismo que finalmente ha revelado su carácter inmovilizador de las estructuras vigentes y que, a la vez, tiene el beneficio de inventario de habilitar el encolumnamiento de significativos sectores sociales al proyecto nacional, eludiendo el probable conflicto ideológico que supondría su identificación con el peronismo, cuestión ésta que provoca desasosiego en la sensibilidad progresista. Sin duda que esta lectura y compromiso de tales sectores, enriquecen los contenidos del actual proceso político en marcha dotándolo de mayor diversidad cultural y suscitando demandas inéditas, características y heterogeneidades que, por otra parte, han sido proverbiales en el seno del movimiento nacional y popular. Pero, amén de la legitimidad de esta estrategia ideológica, no podemos omitir la vindicación del profundo arraigo del kirchnerismo en el peronismo. En este sentido, el naciente peronismo del ’45 surge como una querella de los incontados, de los “sin partes” –los descamisados-, como nos recuerda Rancière, introduciendo una lógica igualitaria que aborda el ‘daño’ infligido a los excluidos para lo cual se articulan demandas de diferentes naturalezas para instituir la configuración de “pueblo” como el sujeto social y político que lleva adelante la consecución de la satisfacción de sus intereses. No será difícil reconocer este tramado histórico y político, liturgia y símbolos identitarios incluidos, en la actual construcción kirchnerista, cuya asunción peronista es explícitamente asumida. Podríamos decir que la cultura peronista conserva su identidad en la medida que se la altera y se la reescribe inventando nuevas respuestas a la luz de las exigencias contextuales y las estrategias políticas de los actores concretos.

Nuestra intervención es política en el sentido que busca abrir esta historia presuntamente clausurada, en lo que tiene para decirnos e interpelarnos como sujetos políticos en aquello que se plantea como mandato político en nuestro propio territorio cordobés, por una parte, y como clarificación histórica-ideológica del kirchnerismo por otra.

En efecto, y a modo de corolario, al menos desde nuestros intereses y como militantes peronistas, varios son los desafíos pendientes que deberíamos asumir. Sin embargo, tal vez se podría comenzar con el ensayo de hacer explícito el debate, de carácter autocrítico, de la ilegalidad y la ilegitimidad no sólo del “navarrazo” sino de las prácticas terroristas subsiguientes asumidas desde el aparato del estado. Sin duda que la marginación de la militancia popular y combativa de sus propias entrañas creó las condiciones para la instalación de una dirigencia servicial a los intereses establecidos y que es hoy la que se insinúa como uno de los principales desafíos al proyecto nacional y popular. Subsidiariamente, este carácter bicéfalo que exhibe el peronismo contribuye a no pocas confusiones y equívocos, tales como provocar identificaciones con el “cordobesismo” peronista por parte de un espectro conservador y, simultáneamente, percibir al gobierno nacional como una suerte de oscuro “infiltrado”; inversamente, en el otro espectro, esta situación ambivalente es una confirmación de los prejuicios ya señalados acerca del desanudamiento del kirchnerismo respecto de sus propios orígenes. Esta

Mural de Descamisados, como parte de las acciones de Unidos y Organizados a 38 años del cobarde asesinato del Negro Atilio Lopez - Barrio San Martín

advertencia adopta mayor dramaticidad cuando se la concibe en relación a la propia fragmentación que provoca en la misma base social del peronismo.

Por ello, traer a nuestras reflexiones a Obregón y al “Negro” Atilio no sólo rinde tributo a un merecido homenaje a sus condiciones de militantes y dirigentes y pone en su justa perspectiva la gesta por ellos protagonizadas; más importante aún, nos exige estar a la altura de una misma tarea al doble problema aquí planteado: empeñarse en la lucha política e ideológica por la hegemonía popular y democrática al interior del peronismo cordobés no sólo actualiza y recupera el legado de aquellas banderas abandonadas sino que ensancha el poder del liderazgo del proyecto nacional y popular y le confiere consistencia ideológica al destacar que el mismo es una prolongación de aquellas luchas emancipatorias de los sesenta y setenta en cuyo desarrollo el peronismo tuvo una gravitación crucial.

Seguramente esa sería la mejor herencia y compromiso que hubieran deseado que asumiéramos estas dos figuras paradigmáticas de nuestra tradición de lucha mediterránea para desviar el rumbo “fatalista” que presumiblemente rige nuestro destino.

El premio José María Aricó

Durante los días 30 y 31 de octubre la Facultad de Filosofía y Humanidades de la UNC realizó un merecido homenaje al ex gobernador Ricardo Obregón Cano en cuyo marco se le entregó el primer premio “José María Aricó al compromiso social y político”. El primer día, en el Centro Cultural Néstor Kirchner, con un auditorio repleto de público, se refirieron a la figura de Obregón el Decano de la Facultad, Diego Tatián, Luis Rodeiro y Silvia Morón como así también su hijo, Horacio Obregón Cano, Gloria Bidegain, Vitín Baronetto y Fernando Pequeño Ragone, nieto de Miguel Ragone, ex gobernador de Salta, secuestrado y asesinado en 1976.

La segunda jornada, se cumplió en el Salón de Actos del Pabellón Argentina con la proyección de “Ricardo Obregón Cano: última experiencia de gobierno popular”, un material audiovisual con imágenes del Centro de Documentación Audiviovisual (CDA), editado y presentado por Guillermo Vázquez y siguió con una mesa coordinada por Hilda Bustos (Secretaria General de Gráficos) con Lucio Garzón Maceda, el juez José Pérez Villalobos, Norberto Ciaravino, funcionario del Ministerio de Trabajo de la Nación y Horacio González (director de la Biblioteca Nacional). Asimismo, se presentó el libro “1973, Escritos para Ricardo Obregón Cano”, compilado por Luis Rodeiro, Diego Tatián y Guillermo Vázquez, que reúne artículos breves de diferentes autores. Este homenaje se magnifica por ser el primer reconocimiento público hacia la figura política de Obregón Cano llevado a cabo, en este caso, por la FFyH; por cruzar tradiciones políticas, en el orden simbólico, emblemáticas de nuestra cultura política –la socialista en el nombre de “José María Aricó” y la peronista en el homenajeado Ricardo Obregón Cano-. Diego Tatián sintetizó la importancia política del evento: ”La intención es preguntarnos cuál fue la Córdoba que irrumpió e hizo posible lo que muchos compañeros han definido como la última experiencia de un gobierno popular en esta provincia, entendiendo lo popular como concepto no meramente cuantitativo, sino algo más sustantivo y medular”.

El presente trabajo es uno de los ensayos compilados en el citado libro y un anticipo de otros que aparecerán en próximas ediciones de El Avión Negro.

This article is from: