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por Sergio Tagle / Página
ley de medios DE AQUÍ EN MÁS
El 7D algo cambiará y mucho seguirá igual. El Grupo Clarín verá menguada su capacidad de operar como sustituto de la fuerza o líder de derecha con influencia de masas. Removido este obstáculo para cualquier consolidación democrática, la lucha deberá continuar para transformar todo aquello que la nueva ley no puede cambiar. La refutación argumental y política de las raíces de la injusticia requerirá de batallas culturales más exigentes. Ya no bastará con negar a Magnetto. Será necesario afirmar (y construir) alternativas masivas de comunicación nacional, popular y democrática.
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por Sergio Tagle
El 7 de diciembre es el día que simboliza un cambio en la escena mediática y en el discurso social que se viene produciendo desde el año 2003. La irrupción del kirchnerismo fue también la puesta en circulación de viejas palabras sometidas a proscripción cultural durante el neoliberalismo y de lenguajes que quisieron y quieren hacer hablar a un nuevo momento político. Patria, pueblo, militancia, soberanía nacional, Estado, unidad, organización, movilización, formaban parte de un diccionario anacrónico, de un pasado felizmente superado. Esto decía el posmodernismo, la tendencia filosófica de moda durante los años noventa. Néstor Kirchner las volvió a pronunciar y lo hizo desde fuera de los medios de comunicación. Habló al pueblo e interpeló a diarios, canales de televisión y radios desde el palco, la tribuna, la calle. Consideraba, con razón, que las pantallas, las redacciones y los micrófonos seguían colonizados por la cultura del período histórico que se aspiraba a superar. Desde esta intemperie mediática, y en diálogo con la realidad emergente desde la crisis de 2001 y confrontando con poderes fácticos, el Presidente fue esbozando un nuevo discurso.
El 2008
El conflicto por la Resolución 125 demostró la incompatibilidad entre Proyecto Nacional y poder comunicacional. La democratización de la sociedad (y aún la constitucionalidad democrática) demandaba la desconcentración de monopolios multimediáticos que obstruían el conocimiento y el reconocimiento de cualquier discurso y actor social que no sustente el proyecto neoliberal. El gobierno con legalidad y legitimidad democrática, los movimientos sociales de orientación nacional-popular;
pensar un pais con justicia social

mayorías y minorías excluidas de las lógicas y de la cultura de mercado, no tenían visibilidad pública en mundo virtual de los medios. Y lo virtual demostró su materialidad: si la reestructuración conservadora de la sociedad argentina y una institucionalidad prisionera del poder real tuvieron en los medios de comunicación a unos de sus más eficaces hacedores, había que centrar la atención (y la confrontación) en ellos para reconstruir el Estado-Nación, construir una democracia liberada de las restricciones impuestas por poderes fácticos. Los discursos presidenciales de Néstor Kirchner y de Cristina Fernández, después medios y periodistas posicionados en contra de la hegemonía discursiva, tornaron evidente a los ojos y oídos de muchos que –muy lejos de pretendidas objetividades e independencias- esos medios oficiaban como sustitutos de partidos, fuerzas o líderes del país oligárquico colapsado en diciembre de 2001, después derrotado en las urnas y amenazado por avances democrático-populares. Para construir un nuevo orden comunicacional había que deconstruir el existente. “Qué te pasa, Clarín, estás nervioso”, dijo Néstor Kirchner. Estas palabras hicieron explícita la existencia de una contra-hegemonía cultural. Esta interpelación personalizada a la principal concentración de medios privados marcó el ciclo que –todo indica- finaliza. El 7D empieza el ocaso de Clarín como fuerza político-cultural con poder para determinar lo legítimo y lo ilegítimo; lo visible y lo invisible; la verdad y la mentira; lo pensable y lo impensable; el gobierno que puede cumplir con sus plataformas democráticas, aquellos que deben abandonar el programa por el cual fueron votados y aquellos que deben ser destituidos. De la contradicción, el conflicto, la confrontación de intereses y proyectos, surgen buenas leyes, dice el Nicolás Maquiavelo menos conocido. Del enfrentamiento entre un Proyecto Nacional y el poder agromediático surgió una buena ley: la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual (LSCA)
Después de Clarín
El 7D opera como mito en el sentido que le da George Sorel. El teórico italiano del sindicalismo revolucionario sugiere la idea de mito como sustituta de la noción de utopía. Según la interpretación de José Nun, el mito soreleano opera como una condensación concreta de sentido, un medio inmediato para actuar sobre el presente y no una predicción o deseo sobre el futuro. Esta última sería una característica de la utopía. Un nuevo escenario mediático tampoco es utópico en su sentido casi literal: aquello que no ocurre en ningún lugar, aunque sirva como brújula, para caminar, como dice Eduardo Galeano. La plena vigencia de la LSCA hará realidad en el presente institucional una lucha social y cultural que la precede en el tiempo. Esta lucha, hasta ahora, fijó su atención en lo que decía y en lo que no decía; en lo que mostraba y en lo que ocultaba el poder mediático simbolizado en Clarín. Después del 7D los actores sociales y políticos de este proceso deberán bajar la mirada para atender a sus audiencias; sus necesidades y sus preferencias; deberá demostrarse y demostrar que no era nada personal en contra de Héctor Magnetto; que una nueva comunicación es capaz de ocupar con dignidad y eficacia el territorio cuyos usurpadores fueron desalojados.
Qué comunicación
El paradigma comunicacional pertinente al escenario argentino pos monopólico es objeto de una construcción tan colectiva como lo fue el diseño de la LSCA. Esta no tiene por qué empezar de cero. Una evaluación de la experiencia acumulada por los actores no privados (estatales y comunitarios) de la nueva realidad mediática puede aportar bases para este nuevo y necesario debate. Los nuevos medios (o renovados para intervenir en un contexto diferente) habrán de evitar lo que debiera ser (es) un sobre entendido: las lógicas hegemónicas de informar, de entretener, de analizar lo que ocurre. También deberán superar juicios, prejuicios y modos de hacer radio y televisión en tiempos de resistencia antimonopólica. No bastará con “pensar en contra de Clarín”, será insuficiente hablar, mostrar y mostrarse como “la verdad ocultada” por hegemonías discursivas. Estarán ante el desafío de encontrar las palabras y las imágenes más adecuadas para continuar con otras batallas culturales, ahora en diálogo con audiencias masivas más que en combate en contra de corporaciones mediáticas. Si profundizar el rumbo iniciado en 2003 es continuar removiendo las bases de la injusticia, la continuidad del proceso que precedió al 7D será la construcción de una hegemonía comunicacional democrática. Esta se define con mayorías sociales viendo, escuchando; disfrutando de lo nuevo. Conquistar amplias audiencias sin apelar a la lógica comercial del rating, es el nuevo desafío de medios públicos de gestión estatal y social, ahora sin el imperativo de contestar a quien engaña, aunque también con la autoexigencia que este reto supone.