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por Alexis Oliva / Página

ViCtorio Paulón, sECrEtario dE rElaCionEs intErnaCionalEs dE la Cta “El movimiento obrero argentino es un protagonista del cambio social”

por ALExIS OLIVA

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fotografías gentileza el argentino córdoba

El histórico dirigente sindical presentó en el Centro de Estudios Miguel Angel Mozé “Una larga huelga”, el libro donde narra el conflicto que los trabajadores metalúrgicos de Villa Constitución sostuvieron en 1975 contra la burocracia sindical y la represión previa a la dictadura. Actual secretario de relaciones internacionales de la CtA -que conduce Hugo yasky-, Victorio Paulón destacó que desde 2003 hay en la Argentina cinco millones de nuevos trabajadores y explicó: “Hoy la representación sindical está fragmentada -en cinco centrales: tres CGt y dos CtA-, porque hay una nueva clase obrera que se está gestando y una superestructura que no se adapta a los nuevos tiempos”.

Uno de los temas de su libro (ver “Los trabajadores, blanco de la represión”) es la contradicción de los años 60 y 70 entre el sindicalismo más representativo y combativo y la burocracia dialoguista. ¿Cómo se reedita hoy esa contradicción?

-En aquellos años, la colaboración de Augusto Timoteo Vandor (titular de la CGT oficial en los años ‘60) con la dictadura de (Juan Carlos) Onganía se pagó con la ley de las obras sociales, una caja que aún hoy es importante. Pero eso es anécdota al lado del sindicalismo empresario de los ‘90. La liquidación del aparato del Estado fue posible porque hubo una CGT que acompañó ese proceso, lo que hizo que surgiera una alternativa sindical, que fue la CTA. Hoy, tanto ellos (CGT) como nosotros (CTA) seguimos diciendo que hay que luchar por la unidad. Pero nosotros planteamos que no puede haber una representación empresaria en el seno del movimiento obrero. Hay dirigentes gremiales que son dueños de empresas. Caso paradigmático: las cooperativas de José Pedraza (titular de la Unión Ferroviaria) que tercerizan servicios. En la misma UOM hay dirigentes sindicales que tienen empresas contratistas que prestan servicios en las privatizadas. La precarización laboral vino de la mano de esa travestización de los dirigentes sindicales. Si no, no hubiese sido posible hacerla. Hay que reconocer que a esto es posible discutirlo hoy en la Argentina, gracias a que el 25 de mayo de 2003 llegó un tipo (Néstor Kirchner) que muchos no conocíamos, que dijo que no iba a colgar los principios en la percha de entrada de la Casa de Gobierno, y terminó con las leyes de impunidad, llevó adelante los juicios por delitos de lesa humanidad y hay más de 300 represores condenados. Esto se va a contar en las escuelas dentro de 50 años. Y tiene que ver con aquel movimiento obrero que fue aplastado por la dictadura, porque si hubo un objetivo principal fue el movimiento obrero. No por casualidad más de la mitad de los desaparecidos eran dirigentes, delegados o activistas sindicales. Es ahí donde estuvo el objetivo principal, porque si no, no se explica tanta crueldad para aplastar un aparato militar que ya estaba prácticamente derrotado antes del golpe.

-¿Qué factores explican que el principal referente de la CGt, Hugo Moyano, se haya puesto en la vereda de enfrente del Gobierno nacional?

-En realidad, Moyano tiene un movimiento de ida y vuelta. En los `90, cuando nos abrimos de la CGT para resistir al menemismo, él constituyó una corriente interna que acompañó esa resistencia, incluso al delarruismo con la ley Banelco (de flexibilización laboral). Después, él acompañó el kirchnerismo en los primeros años y de repente, sin que haya un hecho histórico que uno pueda leer, se abrió y pasó a jugar con la oposición con la que él mismo había

pensar un pais con justicia social

confrontado. En su momento, él se opuso a los piquetes del agro-empresariado, y después terminó sentado con la Sociedad Rural. Creo que hay -como vimos con Vandor y mucho más grave después con la CGT de los “gordos” durante el menemismo- de nuevo una claudicación y un contubernio con la representación del poder económico. En todos estos períodos, hay un sector del sindicalismo que resiste y tiene un protagonismo muy importante. Hoy en la Argentina hay 70 mil dirigentes sindicales: dirigentes locales y del interior, delegados de base, comisiones internas... Y el sindicalismo empresario que se ha enriquecido no llega al 2 ó 3 por ciento.

-Pero esos son los que muestra la prensa hegemónica…

-Y lo que muestra la prensa son los malos ejemplos, porque hay una política de desalentar que los trabajadores se apropien del sindicato como herramienta en la pelea por sus reivindicaciones y derechos.

-Hay actualmente una campaña para juzgar a quienes mataron a José Ignacio Rucci en 1973, en la que participa Moyano junto con otros sindicalistas y políticos, entre ellos el gobernador de Córdoba, José Manuel De la Sota. ¿Qué opinión le merece?

-Es la expresión de ese peronismo con el que confrontábamos en aquel momento. Creo que técnicamente es imposible explicar la muerte de Rucci como delito de lesa humanidad. No fue ejecutado por el Estado, como pasó con todos nuestros compañeros secuestrados, como está demostrado en los juicios. Que hagan hincapié en eso es un mensaje destinado a contrarrestar el avance de las causas y las condenas, porque ahí empieza a aparecer la responsabilidad civil, con la pata empresaria y también la complicidad sindical, porque hubo dirigentes sindicales que formaron parte de las bandas parapoliciales que secuestraban y asesinaban compañeros.

-y desde el punto de vista ideológico, ¿qué reivindican al reivindicar a Rucci?

-Un supuesto peronismo al que confrontan con la imagen que ellos mismos pretenden de los Kirchner como montoneros. En realidad, todos sabemos que fueron militantes universitarios vinculados a la tendencia revolucionario. Pero este sector quiere de nuevo instalar la teoría de los dos demonios para contrarrestar este avance histórico, inédito, porque no hay otra experiencia en otro país donde se haya logrado lo que se logró en la Argentina por la derogación de las leyes de la impunidad. Hoy es visto en el mundo como un ejemplo. Argentina es claramente una vanguardia en ese sentido, y los sectores que tuvieron complicidad con la represión -como la Iglesia- han tratado de poner todos los palos posibles en la rueda. Pero hay otro fenómeno paralelo: cada 24 de marzo hay más jóvenes y más gente movilizada en la calle. Por lo tanto, me parece que la pelea por los derechos humanos es uno de los procesos históricos con más sustento popular.

-Usted estuvo desde la gestación de la CtA y ahora está en una de las partes que quedaron luego de la separación. ¿Cómo analiza la crisis actual y el futuro posible de la CtA?

-La CTA tuvo su origen en una profunda crisis de la CGT, por el papel que decidió jugar durante el menemismo. La CTA fue creciendo y legitimándose en ese proceso de resistencia. Fue un espacio que nos permitió ser dirigentes sindicales y no participar en la fiesta. La CTA entró en contradicción cuando en la Argentina, después del 2001 y todo ese proceso, apareció un gobierno de nuevo tipo y una nueva etapa histórica. El primer gran debate era la caracterización de eso. Hubo compañeros que sostenían que eso era la continuación de la política de los ‘90. Cuando ya no lo pudieron sostener, empezaron a reconocer algunas cosas. Y nosotros cada vez veíamos más la necesidad de ser parte de ese proceso histórico, porque a lo interno, lo reivindicativo, los derechos humanos, la recuperación de los puestos de trabajo y muchos derechos conculcados en la década anterior, se sumó el proceso latinoamericano. Era la primera vez que venía un proceso histórico con tantos gobiernos populares al mismo tiempo en países latinoamericanos, lo que daba cuenta de la posibilidad de un proceso de integración que significara un salto histórico. Con algunas cosas que tenían que ver con lo latinoamericano, coincidíamos; y con

Juan Schiaretti, José Manuel de la Sota, Francisco De Narváez, Claudia Rucci, Roberto Lavagna y Hugo Moyano, en un homenaje a José Ignacio Rucci, el titular de la CGt oficial ejecutado en 1973. Para Victorio Paulón, el reclamo de juicio a los victimarios de Rucci es un intento de “instalar de nuevo la teoría de los dos demonios para contrarrestar este avance histórico de los juicios contra el terrorismo de Estado, donde empieza a aparecer la complicidad civil, empresaria y también sindical, porque hubo dirigentes sindicales que formaron parte de las bandas parapoliciales que secuestraban y asesinaban a compañeros”.

los trabajaDorEs, blanCo DE la rEprEsión

Invitado por el centro de estudios Miguel Angel Mozé y la agrupación Trabajadores Unidos y Organizados Atilio López, Victorio Paulón presentó su libro “Una larga huelga”, que narra la histórica huelga de 61 días con que los obreros de la fábrica

Acindar de Villa Constitución, Santa Fe, resistieron la intervención de la conducción local clasista del gremio por parte del gobierno de María Estela Martínez de Perón.

En su trabajo, Paulón también analiza el rol del movimiento sindical en el período desde el golpe de Estado contra el gobierno de Juan Perón, en 1955, hasta el retorno del peronismo al poder, en 1973. “Visto a la distancia, es un breve lapso de 18 años, en el que pasaron muchísimas cosas en el país y el protagonista principal fue el movimiento obrero -refiere el autor-.

Un movimiento obrero que tenía en ciernes, en su propio seno, la contradicción entre los sectores combativos, resistentes, que se oponían a las dictaduras y sostenían los planes de lucha, con los sectores burocráticos, colaboracionistas, y muy marcados durante la dictadura de Onganía-Levingston-Lanusse por la presencia de Vandor. El fenómeno del vandorismo frente la

CGT de los Argentinos. Y Vandor, a su vez, era metalúrgico, o sea que una conducción clasista en una seccional de la UOM era todo un desafío a esa concepción del sindicalismo. Por eso yo creo que tiene tanta vigencia aquella lucha, porque puso en cuestión –aún sin saberlo muy conscientemente nosotros en ese momento- el modelo sindical vigente en la Argentina. Ese debate sigue, y traer esas cuestiones a la realidad de hoy es importante, porque dan cuenta de las contradicciones profundas del movimiento sindical”.

Durante el conflicto de Villa Constitución, el propio Paulón fue encarcelado y pasó seis años en prisión hasta su liberación en las postrimerías de la dictadura. Así como aquella resistencia fue el último hito de la lucha obrera clasista propia de los años 60-70, la represión que se abatió sobre ella fue un anuncio del ataque de la dictadura a los trabajadores: “El objetivo central del golpe de Estado está emparentado con lo que ocurrió después de la lucha de Villa Constitución: sobre una población de siete mil trabajadores, fueron despedidos mil compañeros de distintas fábricas, 30 asesinados por las Tres A antes y por las fuerzas armadas después del golpe de Estado, y 300 metalúrgicos fueron encarcelados entre 1975 y ‘76. Además, Acindar fue la cocina económica del golpe. No por casualidad, Acindar era activo participante del Consejo Empresario Argentino (CEA), que a través de la Asamblea Permanente de Entidades Gremiales y Empresariales (APEGE), llevó adelante el lock out patronal de febrero del 76 contra el gobierno de Isabel. De esa empresa, el CEO era José Alfredo Martínez de Hoz, quien después pasó a ser Ministro de Economía de la dictadura. No cualquier ministro, “El Ministro”, porque la dictadura fue el Ministerio de Economía y las bandas que secuestraban y asesinaban gente. Por eso no es casual que más de la mitad de los desaparecidos por las dictadura hayan sido dirigentes, delegados o activistas sindicales”.

el proceso interno, no. Y bueno, la vida nos fue poniendo en los lugares que nos puso. Ellos en algún momento fueron la expresión sindical del “Grupo A”, cuando la oposición tuvo mayoría parlamentaria. Yo creo que políticamente hoy no hay síntesis posible en esta ruptura.

-¿El conflicto del “campo” precipitó el quiebre?

-No, el conflicto del campo lo visibilizó. En realidad, en los ’90, la participación de (Eduardo) Bussi (titular de Federación Agraria), con Apyme y el Instituto Movilizador, junto con la CTA, que desembocó en el Frenapo (Frente Nacional contra la Pobreza) y en el 19 y 20 de diciembre de 2001, fue una construcción nuestra. Lo que sucedió después es que por primera vez en la historia, la representación de los pequeños y medianos productores del campo, se va de furgón de cola de la Sociedad Rural, contra la cual ellos habían surgido. La Federación Agraria surgió peleando contra la Sociedad Rural, pero con Bussi se da esa simbiosis. Y ellos confunden los piquetes contra la 125 con una gran movilización popular. A partir de ese momento, comenzamos a tener dos visiones diferentes de la realidad política. Pero ahora también en la CGT comienza a haber una crisis. Hoy, hay cinco expresiones sindicales -si es que a Luis Barrionuevo se la queremos otorgar- sin que se haya modificado la realidad de ningún sindicato. Ningún sindicato se partió internamente por estar en una de esas cinco expresiones. Hay una cosa como dislocada. Las negociaciones colectivas se siguen haciendo año tras año sin dificultad, porque los que negocian son los sindicatos. O sea, hay una crisis superestructural muy grande, una nueva clase obrera que se está gestando y una transición en la que es necesario recuperar algo importante: el debate en el seno del movimiento obrero. Las principales elaboraciones teóricas que dieron sustento a las revoluciones del siglo XX nacieron del debate sindical, que en la Argentina estuvo en los últimos 50 años clausurado. Es tiempo de un profundo debate y de recuperar las banderas más importantes, como la unidad del movimiento obrero y la clase obrera, y ver de qué manera las podemos materializar. En esos términos, sí hay perspectivas de unidad. De recomposición de la CTA en los términos en que fue, no creo, porque además también hubo una transformación interna. Una gran pata de la CTA eran los movimientos sociales. Pero los movimientos sociales eran importantes con un 23 por ciento de desocupación. Con una desocupación en términos normales y un proceso político donde esos mismos movimientos hoy tienen participación partidaria, pienso que el esquema sindical que tenemos en la Argentina, en términos de representación, es más parecido al de la década del ‘70. Todavía no estamos en un país de pleno empleo, pero la desocupación está reducida a niveles normales. Hoy tenemos la desocupación que dejó Raúl Alfonsín en el ‘89, un 7 por ciento. Hay un debate abierto importante. Pero lo que no se va a poder hacer en este país es un relato histórico negando la década del kirchnerismo.

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