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Olga Nolla – Testimonio El actor y la estrella

El actor y la estrella

Olga Nolla

Testimonio - Inédito1

Escritorio de Manuel Ramos Otero y su maquinilla/personaje de la novelabingo. Montaje para el homenaje de 1991.

TESTIMONIO – INÉDITO1

Manuel Ramos Otero nació en un pueblo de la costa norte de Puerto Rico en el 1948 y, como toda muchacha de pueblo, dice Ernesto Cardenal, “soñó ser estrella de cine y su sueño fue realidad; pero como la realidad del technicolor: sus romances fueron un beso con los ojos cerrados, que cuando se abren los ojos se descubre que fue bajo reflectores ¡y apagan los reflectores!” Rosario Ferré ha contado cómo lo conoció —ella fue la primera de nosotros, sus compañeros escritores, en conocerlo— en ocasión de una visita a Manatí en la que acompañaba a su padre. Luego del mitin político, cuenta Rosario, fueron recibidos en una casa donde había un niño que la llevó a conocer un cuarto donde los ruidos de los pasos y hasta las voces quedaban opacados por la harina de pan que cubría todas las superficies. Imagino dos niños empolvados de harina mirándose a través de tanto blanco, cegados por el polvo, por la fantasía de su condición de fantasmas. Creo que siempre fueron un poco eso uno con el otro cuando años más tarde se reencontraron y colaboraron en proyectos como los cuentos sobre Isabel la Negra y la revista Zona Carga y Descarga. Podemos imaginar para Manuel una infancia feliz dominada por la figura de su madre, una hermosa mujer que cantaba boleros mientras barría. Él mismo ha contado cómo vivieron en parte de lo que fue el Casino Español y cómo de niño recorría los espacios recreando —y recuperando— los bailes y los gestos de señoras encantadoras y caballeros solícitos. Cuando en el 1971 se publica su primer libro de cuentos, Concierto de metal para un recuerdo, se le reconoce de inmediato como un narrador de primer orden. Sólo tenía 23 años y ya sus cuentos evidenciaban una madurez artística asombrosa. De ese libro, José Luis Vega ha destacado, en su antología de cuentos puertorriqueños Reunión de espejos, el cuento

1 Este texto de Olga Nolla, al igual que el de Ana Lydia Vega, solo tuvo una circulación mínima en el brochure que se produjo para el homenaje a Manuel Ramos Otero —“Nadie puede cultivar jamás la flor del nomeolvides”— en 1991. Dicho homenaje se hizo en conjunto con la presentación del libro póstumo de Ramos Otero Invitación al polvo. Nota de la coordinadora. “Hollywood memorabilia”. Es una historia de soledad y también una alegoría de la condición del escritor: aquél que sustituye la realidad real con la realidad ficticia. El protagonista se transforma mágicamente en personaje de celuloide, un poco a la inversa del galán de Purple Rose of Cairo, quien sale de la película para enamorar a Mia Farrow. Este tránsito entre la realidad y la ilusión caracterizará su obra, como también la caracterizarán los temas, ya presentes en “Hollywood memorabilia”, de la homosexualidad y la soledad. Su escritura narrativa, intensamente lírica, se desliza irremediablemente hacia la poesía por su ritmo y su aliento, por su conciencia verbal y su carga emotiva. Será poeta y narrador como en un ritmo de ritual erótico, que oscila entre la subjetividad apasionada y la objetividad implacable y honesta. El crítico Efraín Barradas ha señalado, en su antología Apalabramiento, el interés de Manuel de redefinir el cuento y la novela a través de la erradicación de barreras con los otros géneros: “En la narrativa de Ramos Otero”, dice, “se mezcla la poesía y el ensayo o se diluye la trama para así cuestionarse la parcelación de la escritura creativa en géneros catalogables”. El viaje de ida y vuelta entre la realidad y la ilusión también marcará la vida de Manuel. Como en una avenida donde el tránsito fluye en ambas direcciones, hace literatura con su vida y hace de su vida una obra literaria. Podemos recuperar, al leer una foto, al niño de grandes ojos negros que vivía en Manatí, el que hizo la primera comunión todo vestido de blanco y se arrodilló para recibir la hostia consagrada con el sentido de drama que correspondía al momento. Podemos recuperar, tal vez, el viaje de traslado de Manatí a Río Piedras, en el 1955. Llegaron a vivir a la calle William Jones 1124 y allí sufrió las noches de asma que ficcionalizó, velado por una paloma blanca llamada Amelia, “que se va volando tan pronto yo voy cruzando espejos”. La madre de Amelia la regaló a la madre de Manuel cuando tenía nueve años y se instaló en la casa como una sombra y un poco como aquello que unía a la familia porque cocinaba de maravilla. Amelia debió morir en brazos de un novio que nunca tuvo, pero se quedó a vivir con ellos para siempre. La familia de cuatro fue

entonces de cinco: la madre, Carmen Ana Otero Campos; el padre, Jesús Ramos Robles; la hermana, Carmen Beatriz Ramos Otero; la hermana de crianza, Amelia; y Manuel. Luego le sobrevino la adolescencia y su amor desmedido por los hombres hermosos, sobre todo si se llamaban Ángel, y obtuvo su bachillerato en la Universidad de Puerto Rico, recinto de Río Piedras. Después se muda a la ciudad de Nueva York, donde obtiene una Maestría de New York University. Trabaja como maestro en ASPIRA, en John Jay College, Rikers Island, Rutgers University, La Guardia Community College, New York College y, finalmente, en Lehman College, donde fue director de Estudios Puertorriqueños y donde, en 1990, hizo un examen de doctorado brillante. El título de su tesis doctoral era “Transgresión y modernidad: La ciudad y sus metáforas en las ficciones narrativas puertorriqueñas. 1970-1990”. El interés en este tema fue lo que lo llevó a preparar, para Waterfront Press, una antología de narradores puertorriqueños traducida al inglés que aún está pendiente de publicación.2 Su literatura es testimonio de su vida durante esos años en Nueva York y en ella aboga por la naturalidad de su vida homosexual mientras se acentúa la obsesión de la muerte. De Manuel en Nueva York ha escrito su amigo José Ubaldo3 Olmo Olmo: “Manuel era encantador, dulce, considerado, generoso y voraz lector. Pero cuando se sentía abusado, discriminado, ignorado, era feroz: no perdonaba con facilidad y nunca olvidaba. De él puede decirse: hay que pagar un precio por su amistad. Su casa, donde fuera, fue centro de cultura puertorriqueña, latinoamericana y otras. Igual importancia tenían la música, la comida y el baile que las exquisiteces de la creación literaria y el chisme corriente”. En el 1988, Manuel organiza un encuentro de escritores puertorriqueños de Nueva York y de la isla en New York University al que asistimos Magali, Juan

2 La autora se refiere a la antología Tales of an Urban Landscape, que nunca llegó a ser publicada. Para más información sobre dicha antología, el ensayo de Efraín Barradas —“El plano y las ruinas”, en este número de Cruce— ofrece detalles. N. de la E. 3 Olga Nolla le adscribe al amigo de Manuel Ramos Otero el nombre que este le otorga como personaje en uno de sus relatos. N. de la E. Antonio Ramos, Ana Lydia, Vanessa Droz, Rubén Ríos, Juan Gelpí, Chuco Quintero, Aarón Ramos y yo, entre otros, que dio lugar a una comunicación entre nosotros que aún perdura. Él, que era agente de cambio en actitudes vitales y literarias, fue también agente de cohesión y solidaridad. Después de Concierto de metal para un recuerdo, Manuel publicó la novelabingo, novela, en 1976 (novela); El cuento de la mujer del mar, cuentos, en 1979; El libro de la muerte, poesía, en 1985; Página en blanco y stacatto, cuentos, en 1987; e Invitación al polvo, poesía, en 1991. Este último, publicado póstumamente, se presenta el martes 8 de octubre.4 Cuentos de buena tinta (cuentos dispersos en revistas y antologías) y una edición facsimilar de la novelabingo están pendientes de publicación por el Instituto de Cultura Puertorriqueña5 . Manuel Ramos Otero murió de SIDA el 7 de octubre de 1990. Vivió intensamente y, por lo mismo, su vida tuvo algo de irreal, y se apagó de pronto como si apagaran los reflectores, y era un set cinematográfico, y el director se aleja porque la escena ya fue tomada. Fue una estrella de cine y actor de la realidad ficticia, como fue una estrella iluminadora de la realidad, y ahora que no puede contradecirnos volveremos a encontrarlo en sus cuentos y poemas y lo reharemos una y otra vez, sin que proteste, para que nos acompañe. Algunos meses antes de morir, Manuel dijo, en una entrevista a Jorge Rodríguez (El Mundo, 1990): “Yo concibo la escritura como un juego contra la muerte. Escribo para no morir porque la escritura es más infinita que la vida del que escribe. Y de alguna manera el que escribe quiere quedarse en la letra escrita para que la sobreviva cuando ya no tenga la mala maña de seguir viviendo.” De modo que, aunque se apagaron los reflectores porque la escena ya fue, en efecto, tomada, siempre podremos, en nuestro mundo imaginario, encenderlos de nuevo.

4 Ver la nota 1. 5 Cuentos de buena tinta fue publicado en 1992 y la novelabingo en 2011, ambas por la Editorial del Instituto de Cultura Puertorriqueña (ICP).

Invitación para el homenaje a Ramos Otero en 1991 y presentación del libro póstumo Invitación al polvo. Diseño: Néstor Barreto.