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Ana Lydia Vega – Testimonio “Para llegarse al tiempo, tienen que retornar los muertos

“Para llegarse al tiempo, tienen que retornar los muertos.” Manuel Ramos Otero

Ana Lydia Vega

Testimonio - Inédito1

Homenaje de 1991-Presentación de Invitación al polvo

Homenaje de 1991-Presentación de Invitación al polvo Ana Lydia Vega TESTIMONIO – INÉDITO1

Manuel Ramos Otero escribió su vida como se escribe una obra. En su exaltado amor de arte y biología, fue como aquellos hijos finiseculares de la luna y el ajenjo. Y prefirió mojar la pluma en sus arterias para dejar su nombre como un título sobre el papiro vivo de la piel. Manuel Ramos Otero vivió su obra como se vive una vida. Escribo el texto que soy, dijo una vez. Y por eso quizás también a veces quiso ser el texto que escribía. Manuel Ramos Otero amó las máscaras que inventan la verdad de un rostro. La realidad siempre le estuvo sospechosa. Y para delatarla, para agrietar los muros despintados de su mito, la disfrazó con lujo y artificio y la invitó al salón de los espejos. Manuel Ramos Otero adoró la ciudad y soñó el mar, deseó a los hombres y veneró a las mujeres. Fue fiel a todas sus pasiones. Por las esquinas de su Nueva York, por los callejones de su Viejo San Juan, caminó, del brazo de Moineau, “el hombre de cuero de la noche” buscando el alma eterna de la carne. Manuel Ramos Otero emparejó la vida con la muerte. Hermano del misterio, jamás le tuvo miedo a las tinieblas. Con el kimono al viento y el aliento encendido, abrazó a los ángeles de mármol que guardan los panteones. Profanó las tumbas tentadoras con la mirada llena de promesas. Manuel Ramos Otero sorprendió una mañana al mar que tanto amó con el supremo don de sus cenizas. Sólo el mar podía acoger su sed. Sólo el fuego pudo apagar su llama. Manuel Ramos Otero detuvo la prosa para hacer poesía. Manuel Ramos Otero reescribió con su muerte el texto de su vida. Hoy, 8 de octubre de 1991, a exactamente un año y un día de su ida, nosotros, los que lo quisimos y admiramos, dejamos esta semilla ardiente junto a su recuerdo para empezar a cultivar así la imposible flor del Nomeolvides.

1 Este texto de Ana Lydia Vega, al igual que el de Olga Nolla, solo tuvo una circulación mínima en el folleto que se produjo para el homenaje a Manuel Ramos Otero —“Nadie puede cultivar jamás la flor del nomeolvides”— en 1991. Dicho homenaje se hizo en conjunto con la presentación del libro póstumo de Ramos Otero Invitación al polvo. Nota de la coordinadora.