3 minute read

Brilla el gato, por Gabriel Contreras

Divertido, acariciable, orgulloso. Hay tantas y tantas formas de describirlo. Merece muchos adjetivos, y todos siempre favorables. Su fama tendría que ser envidiada por muchos humanos, es más… por comunidades enteras. Así es el gato, su majestad el gato. Pensemos ahora en su prestigio, su fama, su poder. Un gato es en sí mismo una criatura mitológica. Un mito que maúlla.

Perrault, Eliot, Baudelaire, Cortázar y Monsiváis, cada uno en su momento y su geografía, nos ofrecen páginas escritas o vividas que dan testimonio de la seducción que el gato nos impone, hoy, a todos.

Advertisement

Su popularidad es un don innegable, incluso me atrevería a decir que, entre las mascotas, el gato ha vivido y vive hoy una situación de privilegio. El escenario de las redes sociales pareciera haber sido diseñado para su publicidad.

Efectivamente, los videos en torno a gatos curiosos o cómicos son inagotables, además de que se distribuyen y comparten continuamente. Twitter, You Tube y Facebook han resultado ser grandes herramientas para la construcción de la nueva celebridad del gato, una celebridad avasalladora, que no distingue entre la condición animada de “Simon” o “Garfield”, y el curioso gesto inalterable de “Grumpy Cat”, un ser de carne, pelo y hueso.

Hoy, la acción de las redes sociales imprime una gran velocidad al manejo y el flujo de la información, generando fenómenos como el de la viralización, cosa que por cierto ha beneficiado grandemente a la popularidad del gato.

Sin embargo, uno de los grandes momentos de la historia imaginativa del gato, es justamente ese en el cual su presencia fue enlazada a los dominios de la física.

En el momento en que Edwin Schrödinger reflexiona acerca de la incertidumbre a partir de un gato atrapado en una caja opaca u oscura, la fama revistió de nuevo al gato, privilegiando su papel más que el de la deducción estadística, la incertidumbre filosófica o el autor mismo de ese experimento imaginario.

Sin embargo, hay algo en el gato que puede inquietarnos no solo por razones estéticas. Su inteligencia en términos de destreza física, similar tal vez a la de un boxeador, un gimnasta o un futbolista. El gato posee una inteligencia corporal que los peleadores chinos han querido imitar a lo largo de los siglos: la agilidad como metáfora, la danza como modo de vida.

Lo que estoy apuntando es que hay expresiones de la inteligencia que remiten directamente al ámbito corporal y que, aunque sustentadas en reflejos, pueden ser desarrolladas a través del entrenamiento o la repetición.

En ese sentido, el gato, ciertos gatos, poseen un gran “potencial de talento” y suelen ser capaces de defecar en una taza de baño, bajarle a la palanca, abrir la puerta de la casa o colarse por las rendijas más prohibitivas.

Mi idea es esta: la fascinación que ejercen los gatos (los videos de gatos) sobre nosotros, es muy parecida (o la misma) que ejercen las estrellas del deporte (beisbol, futbol, tenis, box), los superhéroes o las películas de karate.

O sea, esta es mi humilde hipótesis: que el gato nos seduce porque nos maravilla su capacidad de romper esquemas, trastocar límites e ir, aparentemente, más allá de las normas que el mundo le impone. Lo que quiero decir es que el gato, como el futbolista goleador, es un héroe mediático, un imán de miradas, tanto así que su fama en las redes es comparable, quizás a la de Lionel Messi o el Capitán América. Porque, más allá de las apariencias, la destreza física es, y ha sido desde hace muchos siglos, una de las virtudes más deseadas por el ser humano. §