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Poemas de Jorge Cantú de la Garza
De vida irregular
No fuimos personas comunes y corrientes.
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Durante muchos años tuvimos diecinueve años.
Propensos a la disidencia y al escándalo
ejercimos el desdén hasta la indiferencia.
Hoy, maduros ya mas nunca viejos,
seguimos siendo gente rara.
Nuestra rareza brinda a las gentes de bien
un prisma perfecto en qué mirarse
y seguir siendo, felizmente,
personas comunes y corrientes.
Armas de nacimiento
insomnio pertinaz, silencioso,
arribo tardío, inesperado,
aislado con premura por asepsia maternal,
paperas, sarampión,
granos en la cabeza,
rejas en la cuna, miedo,
celos, resentimiento,
llanto y soledad.
Todo lo demás
es responsabilidad mía.
Los beneficios de la Luna
Homenaje a Ch. Baudelaire
Para conocer a la Luna rasgué el cielorraso de mi intimidad. Por esa herida de sangre, tinta china y Satie entré, y me bañó con plenitud la reina. Desde entonces gozo de sus beneficios guiado por la muerta más pálida de la noche: la que da vida a los lunáticos.
Exactitud
Una gota más La presa se rompe
Una vuelta menos
El violín desafina
Un beso inoportuno
La vela se apaga
Una palabra que sobra
El espejo se licua Vivimos por equilibrio
El imperio de la luz
Los cocuyos a la sombra de un árbol, [en la noche.
Los cielos de Van Gogh echados sobre
[las barcas. El quinqué de mamá grande creando fantasmas en las paredes y en las sábanas del verano. Una niña que se esfuma en el entramado
[del viñedo. El huevo solitario que se confunde con el plato donde está servido, tembloroso, transparente. Una camisa a las volandas tendida al sol vista desde la ventanilla de un tren en marcha. La primera sangre de todas las heridas. Las campanadas de la madrugada. El adagio de la Quinta Sinfonía de Mahler. Mis hermanas Neche y Sari sonriendo
[al mismo tiempo. La alegría de Rubinstein en los nocturnos
[de Chopin. Las carcajadas de Ella Browne
[a los noventa años, sola, ciega y sorda en Montemorelos. Las manos de Yo–Yo Ma tocando las suites para cello de Bach. Lo que alcanza a vislumbrar el niño que nace. El cuadro de René Magritte, noche abajo,
[día arriba. Los hexagramas del I Ching.
Carta
Hablo mal de ti, te vitupero.
Me escribes tan poco.
Me dices:”este tiempo encantador aquí”
Y añades: “cómo quisiera haberlo compartido
[contigo”.
Flor de alcohol
Flor de alcohol que abre de noche sus pétalos
[de llama azul, y se cierra en madrugadas de hielo; flor cuyo drama circulaba por mis venas como el agua por un cauce agreste que se va haciendo al azar, a fuerza de la corriente borrascosa de unos años que no puedo olvidar, pero que tampoco puedo recordar en una
[sola pieza, sino craquelados como pintura antigua, arañados por los gatos furiosos de la desdicha.
Y sin embargo, amo al alcohol, sus vapores que me permitieron remontar a picos de aire enrarecido, bajar a simas de mefítica,
[lamosa piedra, aprendiendo a marchas forzadas el dolor, las crestas de alegría amanecida en camas de dudosa limpieza acompañado por fantasmas de una noche.
Lo amo como ama uno un animal siempre abusado, y por ello dispuesto al ataque, y que ha permanecido a nuestro lado por muchos años.
Desde hace dieciocho el alcohol no circula por ninguno de los rincones en los que solía esconderse y asestar sus golpes de abstinencia, las resacas que invitaban perentoriamente a volver a sus brazos, al dogal que a golpes de yunque durante todo un año logré un día romper,
[por fin.
Hoy le dedico un recuerdo lejano tratando de armar el rompecabezas de mi vida.
Imposibilidad del mar
Hoy por la mañana he ido a algunas librerías Y porque no tenía dinero Escondí detrás de otros libros algunos
[que me interesaban: Pessoa, Saint–John Perse y el joven Keats, Que era un muchacho travieso. Luego, en una esquina, me quedé largo rato Sin saber qué hacer.
Oh love, oh loveless love
Que afán de la luz por la mañana Presentarme estos rostros que recién salen
[del sueño. Pareciera que quiere quebrantar Mi apego a un desamor.
Oh pretérita
Hoy, por el camino llovido que va
[a Cuernavaca, No recordé las querellas. Sí un aroma,
Una frase.
Del uso y el abuso que el poeta hace de una carta
Tú ignoras que te amo. Deja entonces que me recueste Al lado de la alta torre, Sobre la hierba, Para releer tu carta.
El poeta piensa que habiendo imitado a todos, amigos y enemigos, debe dejar un testimonio
Nada he sido sino espejo. Un espejo que viaja.
El poeta, porque ama, hace un homenaje a la Real Academia Española de la Lengua
La armonía de la palabra, esa música, nada es entre tú y yo. Y sin embargo es lo único que te limpia, fija y da esplendor.
San Juan del siglo
Sí, yo también
salí tras ti clamando
y eras ido.
Pero ni soy San Juan
ni eres, obviamente,
Aquél.
Qué suerte, ¿no?
Thomas Mann
Te comparan a veces
A un cazador aficionado a los toros
Que escribía novelas.
Te leen hasta al compás
De La Cumparsita.
Y dicen, desde su partida de dominó,
Que quién te entiende.