6 minute read

Biblioteca "José Alvarado" de la Facultad de Filosofía y Letras, por J.G. Martínez

Notas para su historia

[Segunda de tres partes]

Advertisement

II. Antecedentes cercanos

Aunque no lo son tanto, consideramos como antecedentes cercanos a los que tienen relación con la historia del Colegio Civil, desde su fundación, pasando por la inauguración de la Universidad, su clausura y la dirección del Consejo de Cultura Superior, hasta la creación de la Nueva Universidad. Ocho décadas transcurren entre la fundación del Colegio Civil por José Silvestre Aramberri –30 de octubre de 1859– y la creación de la nueva Universidad por el general Bonifacio Salinas Leal –13 de septiembre de 1943–, y en la que fue su primer rector el doctor Enrique C. Livas.

Cuando el Colegio Civil abre sus puertas se inscriben 70 alumnos y es gratificante el hecho de nombrar a los primeros maestros que impartieron la cátedra de filosofía en el año de 1859: en primer grado, el licenciado Jesús Ma. Aguilar y en segundo, los licenciados Bruno de la Garza y Antonio Margil Cortés. Para el año 1864 impartían estos cursos los maestros Jesús Treviño, Isidro Epstein y Antonio Garibay.

Como casi todos sabemos, el Colegio estuvo siempre sujeto a los movimientos estructurales del país y de la sociedad nuevoleonesa. Suspendió sus actividades académicas y fue convertido en cuartel durante la intervención francesa hasta que, con la llegada de Mariano Escobedo, el 15 de octubre de 1866, se organizó su reapertura. Lo mismo sucedió el 18 de abril de 1876 y el 28 de abril de 1914.

En estos sucesos es encomiable la vocación de los maestros puesta por encima de raquíticos sueldos, persecuciones militares, amenazas políticas y reclamos religiosos; se situaron siempre al lado del Colegio, al grado de impartir en sus casas la enseñanza de cada una de las materias. Se menciona que durante la intervención francesa, la casa de “Gonzalitos” –doctor José Eleuterio González–, funcionó como colegio. El afán cultural y de progreso de la sociedad nuevoleonesa y la entrega de sus maestros mantuvo funcionando al Colegio Civil.

Con el crecimiento de la población, de las manufacturas y algunos productos de exportación, crecieron también los reclamos del Colegio. Los espacios resultaron insuficientes al crearse la Escuela Normal para Maestros el 20 de diciembre de 1886, ya que en el mismo edificio funcionaban la Escuela de Jurisprudencia y la de Medicina. Un año después se separaron estas dos escuelas quedando la primera al cuidado del Consejo de Instrucción Pública y la segunda a cargo del Consejo de Salubridad. La Escuela Normal pasó a su nuevo edificio el 27 de mayo de 1903. Es importante apuntar también que el 12 de agosto de 1886 se expidió la Ley de Instrucción Pública. Con ello se introdujeron los programas “racionales y filosóficos” basados en los postulados pedagógicos de Augusto Comte.

Podemos decir que con la separación de las grandes áreas del conocimiento –Jurisprudencia, Medicina y Pedagogía– nacieron también las primeras bibliotecas especializadas. Bastante pobres en un principio, con el tiempo se enriquecen con donaciones y con la compra de bibliotecas personales. Referido al Colegio Civil, don Israel Cavazos menciona que existió desde sus orígenes una biblioteca, “aunque modestísima” y nos da los siguientes datos:

• En 1878, doña Rafaela Dávila de Garza García dona 25 volúmenes de la Encyclographie des sciences medicales

• En 1879, el Cuerpo de Celadores del Contraresguardo hace donación de 100 pesos para adquisición de libros

• En 1885, tiene un presupuesto de 250 pesos anuales para compra de libros

• En 1891, cuenta con 279 obras (120 en castellano y el resto en francés, inglés y latín)

• El director, doctor Atanasio Carrillo, establece un salón de lectura con capacidad para 30 alumnos (1901-1914)

• En la dirección del ingeniero Francisco Beltrán el local es adecuado para 70 alumnos (1915-1917)

• En 1916 cuenta con 416 volúmenes y para 1926 pasan de 1000

• Los primeros bibliotecarios fueron Calixto Tovar, sustituido luego por Eduardo Livas, y cuando se adquiere la biblioteca particular del ingeniero Ernesto García Ortiz –3,000 libros– el doctor Enrique V. Santos la traslada al segundo piso del Colegio, nombrando como encargado a Juan Manuel Elizondo.

Como apuntamos en líneas anteriores, con los años aumentaron la población y las necesidades educativas: de 70 alumnos en 1859, se recibieron 225 en el año 1900. De 30,000 habitantes se pasó a 70,000. Pero es incuestionable que con el arranque industrial iniciado a principios de siglo se diversificaron los requerimientos de personas mejor preparadas en los distintos ramos del conocimiento, haciendo sentir en forma urgente la necesidad de fundar la concebida en un principio Universidad del Norte, después Universidad de Nuevo León. El 31 de mayo de 1933 se promulgó la Ley Orgánica de la Universidad de Nuevo León, y el licenciado Héctor González fue nombrado primer rector. Fue clausurada en 1934, por la huelga en contra de la Universidad Socialista de Nuevo León, cuyo rector fue el doctor Ángel Martínez Villarreal, quedando a cargo de la Universidad el Consejo de Cultura Superior –formado por los directores de las facultades de Medicina, Derecho, Ingeniería, Química y Farmacia, y Extensión Universitaria– dirigido primero por el profesor y general Gregorio Morales Sánchez, y después por el doctor Enrique C. Livas, hasta que el 13 de septiembre de 1943 – como habíamos apuntado–, el gobernador Bonifacio Salinas Leal ordenó la creación de la nueva Universidad, al frente de la cual permaneció el doctor Enrique C. Livas hasta 1948, pero ahora como rector de la Universidad de Nuevo León.

Cada Facultad, al instituirse en forma independiente, fue integrando su propia biblioteca: Medicina, Jurisprudencia y la Escuela Normal fueron las primeras; las de nueva creación: Ingeniería y Química lo hicieron después. Es oportuno señalar que todas las bibliotecas universitarias han crecido por donaciones, más que por tener asignados presupuestos decorosos destinados a cubrir lo solicitado para estar en la vanguardia del pensamiento y de la ciencia. Damos como ejemplo los siguientes datos:

• Catedráticos y alumnos de la Escuela Nocturna de Bachilleres aportaron $ 1,000.00 para la compra de libros. (Informe del Consejo Universitario, año escolar 1941-1942).

• En la Escuela Nocturna de Bachilleres se invirtieron $ 523.00 en la compra de libros para la biblioteca. (Informe del Consejo Universitario, 1942-1943)

• En el Departamento de Acción Social se recibieron donativos por valor de $3,525.00, de las personas que obtuvieron títulos profesionales de enero a la fecha. (Informe del Consejo Universitario, 1943-1944)

• La Biblioteca Universitaria principió su catalogación y clasificación utilizando el Sistema de Bruselas. Se recibieron por canje y donación 3,619 revistas, 267 obras, y se compraron 312 libros. (Informe del Consejo Universitario, 1944-1945)

• Libros recibidos: 350, publicaciones por canje: 250. (Informe del Consejo Universitario, 1945-1946)

• El 24 de diciembre de 1946, la Universidad de Nuevo León adquirió parte de la biblioteca personal del distinguido poeta nacido en Villaldama, Simón Guajardo. Se compraron 527 volúmenes, la mayoría con temas literarios y filosóficos, incluyendo los de historia, religión. economía, psicología y jurisprudencia. (Armas y Letras, tomo I, p. 221)

• La Biblioteca Universitaria recibió por canje 6,700 publicaciones, 380 libros por donación y 720 por compra. Y por primera vez se menciona el número promedio de lectores por día; en este año 1946, fueron 37. (Informe del Consejo Universitario, 1946-1947)

• En enero de 1950, el Fondo de Cultura Económica donó obras de economía, sociología, política, historia, filosofía, antropología y la colección “Tierra Firme”.

Con las notas aportadas podemos afirmar que desde su fundación, Nuevo León ha sido movido por la curiosidad espiritual de sus hombres y de sus mujeres; también por la necesidad de apropiarse de la cultura, lo que los ha llevado, en cierta forma, a buscar las rutas del progreso y de la industrialización. El desprendimiento altruista de sus habitantes más ilustres, ha hecho posible el nacimiento, crecimiento y desarrollo de las bibliotecas universitarias. En este proceso, la vocación de los maestros ha sido encomiable, pues a pesar de los simbólicos sueldos que reciben, de las presiones ideológicas y políticas, siempre han estado dispuestos a la defensa de la Universidad Autónoma de Nuevo León. §